1. En octubre de 2017 Catalunya estuvo a punto de convertirse en un estado independiente, pero las vacilaciones y la represión lo evitaron. Cuatro años más tarde, la política catalana es ahora una sucursal que depende de lo que decidan los madrileños el próximo martes. La dependencia empieza en la mentalidad de cada cual. Para lograr la independencia es necesario liberar previamente la mente para conquistar la independencia cultural política, versionando la famosa frase renacentista de Rubió i Ors. La generación actual de dirigentes independentistas se ha educado en la dependencia y no actúa con mentalidad soberanista. Es por eso por lo que una parte de este independentismo —Esquerra y los siempre “oportunos” cuperos— se aferra a la idea de que combatir a Díaz Ayuso y Vox para beneficiar al PSOE y UP servirá para poner en marcha la mesa de diálogo, que ni el PSOE cree que sea de negociación. En Junts, la mentalidad sucursalista está arraigada en el sector amamantado en el subsistema autonómico del régimen del 78, que es el que presiona para pactar lo que sea con el argumento de que lo importante es sacar tajada, aunque sea escasa. Este sector no se atragantará si tiene que “traicionar” a Puigdemont. Nada que no hayamos visto bajo el pujolismo.

2. Cuando uno lanza un ultimátum tiene que cumplirlo si no quiere que todo el mundo se ría de él. En una negociación hay que saber infundir temor al adversario para debilitarlo. Lo recomiendan todos los manuales. Pero solo conseguirás que la amenaza sea creíble si cuando expire la fecha la conviertes en efectiva. Si no puedes cumplir el ultimátum, entonces quien saldrá perjudicado serás tú y tu autoridad quedará tocada. No hace falta haber estudiado en una escuela de negocios para saberlo, en las escuelas de maestros también lo enseñan. Hay gente que afirma que Pere Aragonès es ninguneado por Junts porque los de Puigdemont regatean constantemente la táctica de Esquerra, incluyendo los ultimátum ful. Pedro Sánchez torea a Gabriel Rufián con la misma flema que Junts se rifa de Aragonès. ¿Y si lo que ocurriera es que Esquerra se equivoca empecinándose en la forma de negociar con Junts y con el PSOE? La autoridad de un presidente no resulta solo del cargo, sino del reconocimiento de los demás sobre cómo se ejerce la atribución de dirigir y mandar. En Catalunya la autoridad es débil porque, de entrada, el sentido institucional es bajísimo y, también, porque ningún político ha adquirido este reconocimiento. La falta de poder real de la autonomía devalúa la autoridad de los políticos.

El procés culminó el 27 de octubre bajo el empuje de la gente, organizada o no, que demostró tener criterio y determinación. Fueron los políticos los que fallaron con sus intrigas y falsas promesas

3. Junts tiene una debilidad interna muy grande que Esquerra no sabe explotar. Al contrario de los republicanos, que han puesto a negociar a Oriol Junqueras, Junts prescinde del president Puigdemont, que no participa en las rondas de negociación. Todo el mundo debería preguntarse por qué. Y la razón no es otra que la voluntad del president en el exilio de no mercadear con el Consell per la República —un instrumento político con casi 100 mil adheridos y 200 consejos territoriales—, ni claudicar con lo que considera medular en su forma de entender el conflicto con el Estado y cómo debe abordarse. El riesgo es que Junts aproveche el retraimiento presidencial para rebajar las exigencia que hasta ahora han impedido el pacto. Los pragmáticos de Junts, los que regalarían la cartera para seguir al mando del cotarro del subsistema autonómico del régimen del 78, pueden caer en la tentación de doblegarse no tanto ante los ultimátum de Esquerra, como a su propia naturaleza. Como el escorpión del cuento africano que acabó por matar a la rana que le había ayudado a cruzar el río aprovechándose de su debilidad.

4. La historia del escorpión y la rana acaba mal para los dos. La naturaleza asesina del arácnido provocó que se ahogaran él y la rana. Y eso es lo que podría pasarle a Junts si el acuerdo con Esquerra acaba con un reparto rutinario de cargos, dejando en una nebulosa qué hacer con el procés. Es por eso por lo que me parece una solución fantástica la propuesta de Jordi Sánchez de poner a votación de las bases de Junts el acuerdo con Esquerra. El procés culminó el 27 de octubre bajo el empuje de la gente, organizada o no, que demostró tener criterio y determinación. Fueron los políticos los que fallaron con sus intrigas y falsas promesas. Consultar a las bases, sin trampas, quiero decir con una pregunta binaria sin complicaciones lingüísticas amaneradas, sería un ejercicio democrático que los de la CUP se han hartado de utilizar. Por lo tanto, ahora deberían celebrar que Junts se sume al asamblearismo, aunque sea para rechazar, si así lo decidiera la mayoría, el acuerdo. Todo lo que sabemos hasta ahora es que Esquerra y la CUP dan dos años de margen al PSOE para hacer lo que le venga en gana sin prever qué hacer después, cuando la confianza depositada en Pedro Sánchez fracase o bien cuando el PP gane las elecciones españolas anticipadas. En vez de pactar una moción de confianza, podrían acordar, por ejemplo, que, si el diálogo con Madrid no da frutos, se disolverá el Parlament para volver a dar la voz a la ciudadanía. Consultar nunca debería asustar a nadie.