La vida poco a poco va volviendo a una cosa parecida a la normalidad a una velocidad usainboltianana. Dentro de dos días iremos por el mundo explicando qué hicimos durante el confinamiento, pero sin querer recordar por qué estuvimos confinados. Memoria selectiva de autoprotección. Pero que olvidemos por qué hemos pasado por lo que hemos pasado no quiere decir que no haya sucedido y no impide que queramos saber qué ha sucedido y a cuánta gente le ha pasado. Empieza a ser el momento de ajustar las cuentas. Y nunca mejor dicho, porque la cosa va de cifras.

Ha acabado el estado de alarma, estamos en la nueva normalidad del estado de reanudación y haga el favor de remar muy fuerte que eso se hunde, sí, pero la cifra de muertos continúa, efectivamente, en un estado, pero el próximo a la unión entre el Mago Pop, el Mag Lari y Enric Magoo. El otro día desaparecieron dos mil (SÍ, DOS MIL) muertos de la lista oficial de defunciones causadas por el coronavirus y hay 13 mil muertos (SÍ, TRECE MIL) que, según Fernando Simón, "no tienen ubicación". "Ubicación", el concepto.

Servidor de usted, inocente, comprensivo y de buena fe como pocos (y como pocas), entiende las dificultades por las cuales hemos pasado. De repente los hospitales se llenaron de gente que moría sin cesar por culpa de un virus del cual todavía hoy no sabemos mucho y que según unos virólogos era A y según otros era Z. Y para despachar mil cadáveres al día sin complicarse mucho la vida (la poca que quedaba), a la lista oficial de decesos por COVID sólo entraban los muertos diagnosticados. Por lo tanto, los muertos con todos los síntomas, pero sin tener la prueba hecha, quedaban fuera. Y aquí empezó la magia.

Y así ha sido como esta semana han desaparecido estas dos mil personas (DOS MIL) del recuento. Qué leído así parece poca cosa, pero cuando servidor ve estos números imagina dos mil féretros en fila. Y dos mil familias perdiendo un ser amado puestas en fila. Y unos cuantos millares de personas perdiendo a un amigo, también en fila. Y entonces la cifra inmediatamente deja de parecer poca cosa. Y yo ya lo entiendo que todo es muy complicado, porque como he dicho antes soy muy comprensivo y tengo muy buena fe, pero eso del "ahora saco dos mil muertos que antes había puesto", como mínimo es frívolo. Y una falta de respeto para los muertos, sus familiares y amigos y para el conjunto de la sociedad.

"Nos quedan 13.000 fallecidos ahí, pero no podemos ubicarlos ahora", dijo el viernes Fernando Simón. Hombre, a ver, incluso para alguien tan comprensivo como servidor de usted, no tener ubicados 13 mil muertos cuando la cifra oficial es de 28.313 demuestra que el "protocolo" de recuento es mejorable. Y digo "mejorable" por aquello que decía de la comprensión y tal. Estos 13 mil muertos han sido enterrados o incinerados sin autopsia (porque era imposible hacerlas) y si el criterio aplicado cuando murieron es que con síntomas pero sin prueba no eran muertos por COVID, la ubicación nunca será 100% correcta sino "valorativa". A ojo. A estas alturas no tener "ubicados" 13 mil muertos quiere decir que no los tendremos ubicados nunca con certeza. Porque es imposible documentarlos.

El fotoperiodista Gervasio Sánchez denunciaba el martes en Can Melero (Tot es Mou-TV3) que a él y a sus compañeros de profesión se les impidió trabajar durante los momentos más bestias de la pandemia. Había órdenes de no permitir que ningún fotógrafo accediera a la realidad. Y es así como no hemos visto ningún muerto. Y sin haber visto la realidad, la realidad no existe. Y por eso hoy hemos olvidado la realidad de hace sólo dos o tres semanas y le hemos perdido el respeto al virus. Pero es que Gervasio Sánchez, reputado profesional de la cosa, hizo dos grandes reflexiones: 1/ El mundo más global, más digital y con más canales de información no tiene documentada la pandemia más global, más digital y de la cual más se nos ha informado. Algún día querremos explicar qué pasó y en un mundo donde todo es imagen prácticamente no habrá ninguna imagen, y 2/ Esconder la realidad es un intento de infantilizar a la sociedad.

Y esta es la gran paradoja. En un mundo donde vemos cada día la misma cifra de fotos que nuestros padres en diez años y en 24 horas recibimos el impacto de las mismas noticias que nuestros abuelos en toda la vida, la COVID-19 es virtual. El control de la información ha sido total y no sabemos cuántos muertos ha causado ni los hemos visto. Y después algunos se sorprenden de las teorías de la conspiración que circulan...