A mí me gusta Estopa. Los escuchábamos en el coche con la familia y los aprecio por el lugar que ocupan en mi particular historia musical. Ahora bien, si me gusta o no me gusta Estopa es irrelevante. Lo es porque nuestro querido Govern los ha utilizado para su estrategia de comunicación. En la Diada de 2021 no dejó escapar la ocasión para presentar un cartel con una frase descafeinada de Pau Casals para despojar la fiesta de catalanidad. Este año tampoco ha perdido la oportunidad de convertir la Creu de Sant Jordi en un cubo para verter sus manías. Escoger Estopa era servir el escenario perfecto para vender el discurso de la Catalunya plural y mestiza que, en el fondo, no es más que una Catalunya en la que, pasados por el cedazo del hippismo y el engaño de la tolerancia de una sola dirección, todos los que osamos señalar la evidente castellanización de las ideas seremos tildados de cerrados y aburridos. Y de racistas, si suena la campana.

Es malicioso usar el adjetivo "plural" para describir todo lo que está en castellano porque describe como intolerantes a los catalanohablantes por el mero hecho de serlo

Ayer Laura Rosel aprovechó la ocasión porque en el fondo su trabajo es aprovechar todas las oportunidades que brinde el Govern para llevar los barcos a buen puerto. Así que no perdió la oportunidad de explicar que los hermanos de Cornellà son "trovadores de la Catalunya plural y alegre". Lo son. También lo son Roger Mas, la Queency, Crim, Rombo, Oques Grasses, Manel o Les Buch. Es malicioso utilizar el adjetivo "plural" para describir todo lo que sea en castellano porque describe como intolerantes a los catalanohablantes por el mero hecho de serlo. Es aun más malicioso si sirve, desde la radio pública del país, para publicitar los mensajes del Govern. También es triste: evidencia que el marco del mestizaje y la reivindicación del charneguismo —el eterno pretexto de los comuns para excusar su anticatalanismo— ha calado en el cerebro de los supuestos liberadores el país. Los charnegos son catalanes y por eso no hay que reivindicarlos como una seminacionalidad al margen para ahorrarles el mal trago de la catalanidad. Hacerlo es españolistamente etnicista.

Los charnegos son catalanes. No hay que reivindicarlos como una seminacionalidad al margen para ahorrarles el mal trago de la catalanidad

Es mezquino comprar el marco de los comuns porque supone aceptar lo más cínico de la colonización que sufrimos. Es aun más mezquino hacerlo en nombre de una supuesta hegemonía política de partido que, se consiga o no, será temporal y no será puesta al servicio de la secesión. Hace tiempo que el independentismo basa su existencia en un "ampliar la base" que no ha sido más que un vaciado nacionalista e ideológico del movimiento con la intención de venderlo a buen precio a todo aquel que, de entrada, frunciría el ceño sólo de percibir tufo a catalán. El éxito de la estrategia dependerá de los objetivos de quien lo ha tejido. Para ganar elecciones, funcionará. Para garantizar el cambio espiritual y de autoestima que nos aferre a la supervivencia, fallará. Pero los complejos trabajan en silencio e incansablemente en la cabeza de los que siempre preferirán caer bien a seguir existiendo, de los que prefieren trampear la situación con una sonrisa, que es más fácil y menos trabajoso que cambiarla.

Es penoso que, desde la radio pública, se haya utilizado a Estopa como tonto útil para hacer propaganda electoral

Es penoso que se haya utilizado a Estopa de tonto útil para hacer propaganda electoral. Es lamentable que se haya hecho desde la radio pública. Es pérfido pensar que comprar según qué marcos con propósitos electoralistas no afecta a la moral de la nación —que ya está tocadísima— y es un tiro al pie utilizar las palabras para colocar la catalanidad en el lugar del cerebro donde los ciudadanos guardan lo que apesta a rancio o es aburrido, intolerante, burgués y maleducado. Parece mentira que aún hoy tengamos estos debates. Sólo es una muestra de cómo algunos creen que hacen algo por Catalunya mientras, en realidad, bailan dentro de la jaula que España nos prepara para hacernos sentir poca cosa a ver si alguien les echa alguna moneda.