3.577 no es ningún número premiado de la lotería. Son los militantes o simpatizantes de la CUP con derecho a voto que se reunirán en Sabadell el próximo domingo para decidir en una votación a mano alzada el futuro de la legislatura catalana. Quizás ni eso. Desde las elecciones del 27 de septiembre, los 10 diputados de la CUP en el Parlament han hecho trizas con su actuación, muchas veces frívola, algunos de los objetivos que decían defender. Tan sorprendente ha sido su actuación que, suceda lo que suceda, muchos creen que se puede producir una fractura interna. Sabadell es, en principio, la última estación de tres interminables meses de negociación de Junts pel Sí y los diputados cupaires para acordar un programa de investidura y una serie de medidas durante los 18 meses que se supone duraría la legislatura.

Lo cierto es que, como ya sucedió con la resolución de desconexión aprobada por el Parlament el pasado mes de noviembre, tampoco en este caso hay ninguna garantía de que la asamblea de la CUP valide los acuerdos políticos que se han puesto encima de la mesa. En cualquier caso, nadie de la CUP se hace públicamente responsable de los preacuerdos alcanzados y habrá que estar pendientes de la votación a mano alzada de 3.577 personas con derecho a voto.

Es obvio que, en algún momento de las semanas transcurridas desde el 27S, se tomó el camino equivocado: lo que empezó como una negociación ha tenido grandes dosis de esperpento. Tanto, que son muchos los actores de JxSí históricamente muy cercanos a la CUP que se sienten enormemente descorazonados por lo que han visto y han oído en estos meses. A estas alturas, quizás la única buena noticia es que ya falta poco para el final.