Maestro Bauçà nos enseñó hace tiempo que los catalanes somos aquella curiosa mena de gent que combina un afán de resistencia tribal admirable con la tara del imperativo de hacerse pasar por buenas personas y, por si ello fuera poco, con la obsesión de tener la sempiterna necesidad de ser queridos por doquier, la cual cosa, dicho sea de paso, es nefastísima de cara a la geopolítica y totalmente castradora si uno quiere ser un estado. Esta cosa espantosa y horripilante de La Marató de TV3 es una muestra fantástica de esta naturaleza absurda con la que la nación pretende hacerse perdonar su mala fama de ser avariciosa con el simple esfuerzo de entregar un plus del salario al achaque que los expertos en márquetin de la tele nuestra consideren más navideño: si no eres preso político-mártir, en Catalunya te puedes ganar la condición de bondad con una simple transferencia.

Asusta ver como tantos políticos se dejan ver en una susodicha tortura que ata perversamente la investigación científica y la cura de enfermos con la caridad más falsa y cutre. En un país donde la condición de la temporalidad laboral de nuestros investigadores es del 60%, en el que biólogos, químicos y médicos deben pirar a sitios más profesionalizados porque no tienen jornal ni para comprar ratoncitos, la televisión pública del país se dedica a lavar la conciencia de la parroquia con este funesto ejercicio exhibicionista del arrechucho. Uno pensaría que la sufrida población ya hace suficiente el idiota entregando pasta a la caja de resistencia de los botiflers que le traiciona a diario y pagando fianzas a los convergentes que les robaron durante décadas; pero no, todavía se debe complementar la generosa aportación impositiva a la sanidad con un extra para poder dormir en beata paz.

En un país donde la condición de la temporalidad laboral de nuestros investigadores es del 60%, en el que biólogos, químicos y médicos deben pirar a sitios más profesionalizados porque no tienen jornal ni para comprar ratoncitos, la televisión pública del país se dedica a lavar la conciencia de la parroquia

Si se necesita una Marató en Catalunya debería ser para toda esta nuestra raza de esforzadísimos investigadores de universidades e institutos públicos que obtienen un sueldo 10.000 euros inferior al de las empresas privadas y la mitad de cualquier researcher de Europa. Démosles un cuantioso aguinaldo a todos, empezando por los 300.000 jóvenes exiliados el año pasado para buscar curro, aunque, tal y como está la cosa, yo recomendaría a toda la chiquillada que huyera de este infierno cuanto antes mejor. Yo si fuera investigador en precario y viera a los ciudadanos gozar cada año con esta pamema de nueve milloncitos de euros que no sirven ni para adquirir un mocho se me pondría la bata negra de golpe. Hay que estar siempre en contra de la caridad, por cínica y hipócrita, pero por encima de todo contra el impulso de limosna que no tiene otro objetivo que ejercitar el amor tribal.

La estulticia de este país empieza a ser una enfermedad tremendamente mayoritaria. Somos una gente tan odiosa que, al límite, podemos hasta resultar entrañables. Ara ja no podran dir que no som solidaris! Que ho vegin els espatnyols!, decía satisfecha la abuelita el pasado domingo. Qué cosa más execrable, qué ejercicio de perversión y que suerte tengo, pienso yo, de no formar parte del mayoritario grupúsculo de la buena gente.