Ayer mismo, nuestra Marta Lasalas informaba del viaje que los tres máximos representantes de ERC en el Govern (el president Aragonès, la consellera Vilagrà y el antiguo jefe de bedeles en el Parlament, Roger Torrent) tuvieron la genial ocurrencia de hacer el pasado viernes a Ginebra para visitar a la secretaria nacional de los republicanos, Marta Rovira. Pasado por la traductora y hagámoslo breve; en plena ola de fuegos, la más alta instancia del país y la cúpula del Govern se piraba del territorio para hacer una visita de partido a una colega que, por lo visto, no podía adaptar la agenda a temperaturas más fresquitas ni descargarse Skype. El lodazal de la política catalana es tan demencial que nuestros líderes ya no tienen la vergüenza de disimular (ni mantener en secreto) su oceánica irresponsabilidad; en efecto, la formalización del viaje de los tres miembros constaba en el último DOGC.

Fuentes de presidencia han declarado que la excursión de Aragonès fue un asunto "breve y privado". Aparte de no disimular la cara dura que tienen, el Govern y sus burócratas no tienen ningún inconveniente en tomarnos por imbéciles. Volvemos a la política for dummies, para que nos entiendan incluso los esbirros de Esquerra: el presidente de un país que tenga una mínima entidad no tiene esfera privada ni cuando procede a abrir la bragueta para hacer aguas menores y tiene la obligación de dignificar el poder simbólico de la institución que lleva a la espalda los 365 días el año. Es evidente que bomberos y forestales pueden trabajar sin problema con el president allende los mares, y que Aragonès puede mantener contacto telefónico con su grupo de asesores en catástrofes como si estuviera en el país. Pero la presidencia es nuestra garantía de seguridad; y por este motivo, que entendería incluso a un bebé, es necesario que no se marche.

Podríamos excusar una ausencia presidencial del territorio si Aragonès hubiera sido sometido a la rigidez de agendas de una reunión con Joe Biden, Ursula von der Leyen y Volodímir Zelenski, o si la importancia de un encuentro parecido valiera el sacrificio. Pero mearse en la dignidad institucional de esta forma por una cena de amiguis fácilmente reagendable y con una compañera de partido es una falta de respecto al territorio y a los afectados por los incendios que les tendría que poner colorados. Pero la cosa tampoco es tan sorprendente, si pensamos en la primera reacción de Aragonès ante el fuego de Artesa y del Solsonès, que fue enviar su "escalf" a los desdichados (aparte de una empatía de auténtico premio Nobel, hay que recordar que la palabra en cuestión es un sinónimo de "calor", y que, por lo tanto, no se desea, ni se envía, ni pollas en vinagre; pero ya me diréis qué narices le importa eso a una peña que se ha vendido el catalán a precio de saldo).

Mearse en la dignidad institucional de esta forma por una cena de amiguis fácilmente reagendable y con una compañera de partido es una falta de respecto al territorio y a los afectados por los incendios que les tendría que hacer enrojecer

Lo más jodido de todo, queridos lectores, resulta que negligencias de esta magnitud y la degradación política de nuestras instituciones ya no causen noticia ni ira. A estas alturas, incluso a mí me parecería ridículo pedir algún tipo de dimisión por esta falta de sensibilidad que llega en un momento de alta emergencia en el territorio. Esta misma semana conocíamos, por poner solo un ejemplo, las demandas de los vecinos de Albi: en plena ola de calor, sabíamos que los habitantes de este municipio de Les Garrigues se habían quedado sin agua potable durante semanas y que el Ayuntamiento había repartido garrafas de agua para que sus pobres padrinos no acabaran disecados. Pues ya lo veis, mientras nuestros abuelos se mueren de calor y parte del país se vuelve ceniza, la cúpula del Govern gasta recursos de los ciudadanos para ir a hacer una fiesta de pijamas en Ginebra. Qué gentuza.

Hay que reconocer a los políticos procesistas su inaudita capacidad de bajar el listón de la dignidad a unas grutas que incluso mi imaginación creía inalcanzables. Estos niños que nos gobiernan no tienen ni la pericia de calzarse las chirucas y acercarse al fuego, como hizo Gerhard Schröder con aquellos aguaceros del 2002 en Alemania que le permitieron ser escogido de nuevo como presidente. Eso que tenemos en la Generalitat, Ángela Maria, es el ejemplar más cortito de cada pueblo. Y Sócrates ya nos advirtió hace muchos siglos que no hay nada más peligroso que un idiota con poder. Lo de esta semana resulta un motivo más para recordar que la única apuesta mínimamente democrática y racional para devolver la mínima decencia a la política catalana es no votar nunca más a esta peña, echarlos de nuestras vidas, y enviarlos de nuevo a la escuela para que entiendan los principios elementales.

Alejémonos de esta gente. Son más peligrosos que un incendio mortal.

PS.- Marta también informaba ayer mismo de que Esquerra no fue el único partido que aprovechó los incendios para regalarse un viaje de placer. El vicepresident Puigneró también se ha largado del país, concretamente entre los días 16 y 18. Sé que al pobre Jordi a nadie lo echa de menos, ni en el Govern ni en su partido, pero es igualmente importante que conste en acta.