Pasó ayer y todo ocurrió tal y como os lo cuento. Ocurrió en la tertulia de los martes de Basté, con los charlatanes Losada, Martínez-Sampere, Aira, López Alegre y servidora. Durante la pandemia, con los compañeros opinadores nos habíamos acostumbrado a una dinámica comunicativa que ya es tradición. Un día, pongamos por caso que el lunes, hablaba el conseller del ramo y al día siguiente, pongamos por caso que el martes, un técnico o un secretario general de su propio departamento (que hasta ahora solía ser el desdichado e incorruptible Dr. Argimon) lo desmentía aduciendo que su superior no había dicho lo que tocaba porque el día antes había dormido mal o hacía mucho tiempo que no veía a sus hijos. Esta, por desgracia, era la tónica general.

Pero ayer el Govern consiguió rizar todavía más el rizo. Era el martes y, en la entrevista del día, el conseller Chakir El Homrani nos espabilaba las pestañas afirmando que en Catalunya (la cosa iba para el sector público pero también para el privado) el teletrabajo ya era algo obligatorio. "¡Ah coño!", exclamamos espontáneamente Basté y compañía. Pues mire, conseller, nosotros somos gente la rehostia de informada y mira, no lo sabíamos; ¡ey, que ni puñetera idea! Pero tranquilos, que la cosa no duró ni diez minutos, porque de la nada emergió el ínclito y eficiente Sergio Delgado, subdirector general de Programes en Protecció Civil del Departament d’Interior, para decirnos que de obligatorio nada, ¡pero que muy recomendable quizás sí!

En casa somos cartesianos y de esto de la duda hemos hecho una profesión, pero este berlanguismo en tiempo récord (insisto, hasta ahora los políticos se desmentían al día siguiente, ¡no justo acabada la entrevista de un compañero de gobierno!) ya es una cosa demasiado bestia incluso para los metafísicos amateurs. Pero al amigo Basté, insaciable, no le bastó con dejar en bolas el cuñadismo del conseller El Homrani y tuvo la genial astucia de regalarnos una macedonia de declaraciones en que los honorables Budó, Tremosa y etcétera se referían al mismo tema, algunos afirmando que la Generalitat "recomienda" el teletrabajo, otros sosteniendo que la administración lo "fomenta" y otros, escuche, que no saben ni quieren responder y no moleste.

Diría que en un tiempo en que la administración nos pide sacrificios y nos trata como niños, diciéndonos cuándo podemos salir a la calle, exigirle que se explique bien no es un gran qué

Diría que, llegado el ecuador de la tertulia, habíamos podido escuchar casi a diez responsables del Govern opinar sobre el estatus legal del teletrabajo y, santa paciencia, ¡juro por mi madre que ninguno de nosotros averiguó si el cojones de teletrabajo era obligatorio o no! Afortunadamente, entre los opinadores se encontraba mi querido (y doctor) Toni Aira i Foix, que ante aquel lío de tres pares dictaminó con voz clara, firme y sin ambages que quizás nuestro Govern tenía un "problema de comunicación". "¡Aleluya! ¡Alabado sea Dios!", exclamé por mí mismo desde el cojín de mi sofá. ¡Para esto necesitamos a gente con estudios, reina mía! El Govern no es necio: ¡comunica mal! ¡Así se escriba!

En efecto, esto de comunicar un mensaje unitario (o comprensible) en tiempo de inclemencias debe ser un asunto difícil de cojones, y ya no digamos si este es un gobierno de coalición y, como aquel que dice, en Catalunya se huelen elecciones primaverales al Parlament. ¡Ya lo tendríamos! El Govern tiene problemas de comunicación. ¡Repitámoslo las veces que haga falta, como un misal! Sin embargo, pregunto yo: ¿cómo puede ser que un gobierno que tiene más comunicólogos que nunca, y mejor pagados que nunca, tenga problemas de comunicación? ¡No será por falta de asesores! Del vicepresident Aragonès, por ejemplo, dependen cinco altos cargos, ¡cinco!, en difusión institucional y políticas estratégicas con unos sueldos que suman ¡400.000 pepinos anuales!

Si toda esta gente, que de comunicar sabrá un huevo y que para comunicar cobra una pasta gansa, y yo que me alegro, no comunica... diría yo que el problema que tiene el Govern no es estrictamente de comunicación, sino que sus comunicadores, y perdonadme el trabalenguas, ¡no comunican! Así pues, la pregunta oportuna sería: ¿vale la pena que sufraguemos la vida a comunicadores que no hacen bien su trabajo? Ya sé que estas son cuestiones muy inoportunas, que inquietan muchísimo a los jefes de gabinete de turno, pero diría que en un tiempo en que la administración nos pide sacrificios y nos trata como niños, diciéndonos cuándo podemos salir a la calle, exigirle que se explique bien no es un gran qué.

Yo entiendo que esto de la comunicación es un asunto que, con los años, se ha enrarecido muchísimo y debe ser tremebundo hacerlo sencillo. Pero insisto: si nuestro Govern está lleno de asesores en comunicación, con sueldo y rango de director general, que no son capaces de coordinar el mensaje que la administración dirige a los ciudadanos, el Govern tiene un problema de estricta incompetencia política. Pues si en el tiempo de una sola tertulia podemos encontrar seis o siete opiniones honorables sobre el tema del teletrabajo, que afecta directamente a la vida de millones de catalanes, pues ya me diréis si podemos respirar tranquilos en asuntos todavía más importantes como los de salud, donde el Govern, supongo, también debe sufrir problemas de comunicación...

Tengo pocas esperanzas de que la cosa mejore, pero no sufráis, que el próximo martes con Basté todavía podríamos ir más lejos e incluso podríamos ver como el conseller El Homrani o Alba Vergés consiguen lo imposible: ¡desmentirse a ellos mismos en la misma entrevista! ¡Eso sí que sería la rehostia! Ahora reiréis, ¡pero esta gente es capaz de todo! Si sus asesores de comunicación se esfuerzan, ¡al final lo conseguirán! Este es el reto, amigos míos todos: ¡desmentirse a uno mismo en directo! Ahora que ya sabemos que no tenéis ninguna intención de cambiar de consellers antes de las elecciones, porque ya se sabe que eso de relevar a ineptos te deja demasiado en calzoncillos, cuando menos procuradnos un poco de diversión. Por el precio que nos cuesta, pediros que nos hagáis sonreír tampoco no es ningún drama.

¡Os esperamos el próximo martes!