Hablaba el otro día con una persona muy cercana a mí sobre la situación entre el independentismo catalán y el Gobierno español. Todo este asunto de los indultos está dando para debatir profundamente por las tierras del reino.

Comentábamos si los indultos serían una herramienta “suficiente”, si son justos, si tienen verdadera utilidad, a tenor del mantra que se está repitiendo desde la izquierda españolista (véase lo dicho por Juan Carlos Monedero, asegurando que los indultos son la mejor manera para anular la vía unilateral independentista).

Yo personalmente creo que los indultos no son ni justos, ni la vía útil. Ya lo he dicho en varias ocasiones. Son una manera de presionar, por un lado a los independentistas, como si fuera la galleta con la que quieres hacer saltar a tu mascota a cambio de que se tumbe, se siente, o se haga el muerto. Además, son una herramienta de presionar también al rey, que, en mi opinión, se ha pasado veinte pueblos con este asunto catalán, y tendrá que firmar si no quiere quedar en la evidencia que todos sabemos que intenta disimular —solo a veces—.

La respuesta justa, la respuesta útil es, sin duda, la amnistía. No hay más vueltas que darle si se quiere ser justo y si se quiere reconducir verdaderamente un problema político que jamás debería haber salido de la esfera política.

Y comentando todo esto, llegamos al punto de la conversación en la que hablamos de los puntos de inflexión. ¡Ay, los puntos de inflexión! Para poder abordar este asunto es fundamental tener empatía y saberse poner en ambas partes del conflicto.

Visto desde la perspectiva de la izquierda españolista, lo de las leyes de desconexión, pasando por la convocatoria del referéndum y la proclamación de ocho segundos de república podría considerarse un punto de no retorno, algo que “debería haberse evitado”, me decía mi amigo. Poniendo el foco en ese momentum, como determinante para todo el follón que se ha formado después.

"Miremos más atrás”, le dije. Y me respondió: “claro, claro, evidentemente el punto inicial fue el Estatut”, demostrándome que ahí hay un punto de acuerdo claro en el que la mayoría de la gente en España está de acuerdo. Lo que hizo el Partido Popular fue una verdadera traición: pues después de haber seguido todos los pasos legalmente establecidos para crear un estatuto de autonomía, se dedicaron a recoger firmas para, a través del Tribunal Constitucional, destrozar la norma fundamental que se ha aplicado después sin ser refrendada, o sea, sin cumplir con la ley vigente.

Desde la perspectiva progresista ponemos siempre el foco en el Partido Popular. Pero cuando hablas con un independentista catalán siempre te recuerda a Zapatero, pues consideran que también les dejó colgados, y en realidad, razón tienen.

“Vale, estamos de acuerdo en que la traición al Estatut lo aceleró todo”. Nos dijimos. Pero es que desde la perspectiva españolista hubo algo que sucedió y que fue de tal gravedad, que merece también ser recordado. Porque yo considero que ahí hubo un grandísimo punto de inflexión. Uno enorme. Aunque entiendo que ante la opinión pública sea un asunto delicado de tratar

Los puntos de inflexión han sido muchos, es importante no olvidar, volver una y otra vez a recorrer los pasos dados y ser capaz de hacer entender al que está en frente todo lo sucedido y lo que queda aún por aclarar.

Me estoy refiriendo a los atentados producidos en Cataluña en el verano del 2017. Unos atentados que algunos intentaron “aprovechar” para dar mensajes al independentismo. Mezclando cosas que jamás se deberían mezclar. Aquellos malos augurios dichos por algún dirigente político que, con la fatal casualidad parecieron cumplirse, no pintaban bien en la estampa. Eso de que “habría muertos en las calles” o pretender que se olvidasen de poner urnas después de la masacre me pareció un uso terrorífico e inaceptable de un hecho atroz.

Como me lo ha parecido el seguir el juicio sobre los atentados, que no ha arrojado nada de luz sobre las dudas tan enormes que se ciernen sobre lo sucedido. ¿Murió realmente el imán de Ripoll en la explosión de la casa de los yihadistas? ¿Por qué estaba en contacto con el CNI? ¿Cómo es posible que los informes sobre el ADN encontrado en la casa no hayan pasado el más mínimo filtro por parte de peritos especialistas? ¿Por qué su teléfono siguió activo días después de la explosión? ¿Por qué apareció su furgoneta, esa que algunos dijeron ver salir de la casa justo antes de la explosión en una localidad cercana sin un solo rastro de huellas? ¿Por qué hay pistas que señalan que podría haber cogido un avión hacia otro país? ¿Por qué el juez no ha permitido despejar todas estas dudas cuando se ha pedido investigar por parte de la acusación? ¿Por qué Rajoy no subió el nivel de alerta terrorista para garantizar la intervención directa sobre lo que sucediera en Catalunya después de los atentados?

Son preguntas que cabe hacerse y que lógicamente pueden llevar a entender que alguien pudiera sentir que tanta incógnita y tanta falta de interés por querer saber, negando la creación de comisiones de investigación parlamentarias, supongan también un punto de inflexión en las relaciones y en la no-confianza.

Nos pusimos a hacer un repaso mental de todo lo sucedido desde aquel momento en que el terror se instaló en Catalunya, en aquella respuesta contundente del “no tenemos miedo”. Y en aquella denuncia de la Fiscalía General del Estado, escrita por Maza, que fue guardada en el archivo como “más dura será la caída”. Otra incógnita que no hemos llegado a comprender, pues la muerte precipitada del Fiscal General en un tercer país, nos dejó helados. Como la muerte una semana después del juez catalán que investigaba el 1 de octubre, el señor Sunyer. Visto todo con perspectiva la verdad es que más bien parece una novela negra. Y como todo va tan rápido a veces se nos olvidan estas cosas.

Para poder resolver un conflicto es fundamental ponerse en la piel del otro, sentir y comprender lo más parecido posible a como ha sentido nuestro interlocutor. Y solamente de esa forma podremos intentar ir un paso más allá, a la solución. Para eso es necesario querer resolver la situación, claro está. Y este es otro asunto que habría que dejar claro, porque puede que haya alguna que otra formación política, alguna que otra institución, que se beneficiase del “cuanto peor, mejor”. Este es un factor indispensable que también hay que tener en cuenta.

Los puntos de inflexión han sido muchos, y sin duda, algunos podrían ser tenidos en cuenta siendo realmente oscuros y siniestros. Mucho más graves que unas urnas o la apertura de una escuela. Por eso es importante no olvidar, volver una y otra vez a recorrer los pasos dados y ser capaz de hacer entender al que tenemos en frente todo lo sucedido y lo que queda aún por aclarar.

Sin hacer este ejercicio, tanto a nivel político como por parte de la ciudadanía, será muy complicado tender puentes. Haga la prueba: ¿cuáles son los puntos de inflexión para usted?