Recuerdo cuando militaba en el PSOE y formaba parte de la corriente “crítica” de Izquierda Socialista. Sí, se llama Izquierda Socialista, y ya el nombre da para pensar que su propia existencia ya supone que lo que denunciaba, entre otras cosas, era que el PSOE no era de izquierda. En la corriente defendíamos la república. Éramos un pequeño reducto de socialistas demócratas y republicanos. Y nos las hicieron de todos los colores desde la dirección del partido para quitarnos las ganas de militar. 

Recuerdo cuando, formando parte del comité federal, en representación de la corriente crítica de izquierda y republicana, le decíamos a Sánchez que era imprescindible pactar con Podemos, escucharles y respetarles. Y con los independentistas, igual. Nos miraban con desprecio, y tuve el “honor” de ser el único discurso que aquel día no se llevó ni un solo aplauso. Lo asumí con el orgullo de saber que entre los barones chirriaban nuestros discursos. Hoy resulta que son los que tienen que tragarse con patatas. Ver para creer. Si nos hubieran escuchado un poco más entonces (hablo de 2014, en concreto), seguro que muchas cosas habrían sido diferentes. Y no, no quiero que esto suene a inmodestia, es que sencillamente en este preciso instante puedo constatar que teníamos razón. La teníamos entonces y la tenemos ahora: el PSOE tenía que tender puentes con la izquierda y con los soberanistas. Por no hacerlo cuando debía, ha sufrido unos cuantos revolcones y ha perdido muchos votos por el camino. Pero bienvenido sea el cambio. 

Porque este cambio viene casi por prescripción “médica”. La salud de esta “democracia” necesita ventilar, abrir ventanas, limpiar todos los rincones, tirar lo que ya no sirve y que además estorba. Es necesidad, pues casi estamos ya ante una situación de vida o muerte. 

Para el cambio hace falta la colaboración necesaria de los independentistas. Porque son una pieza clave en la reestructuración de un país que lleva demasiado tiempo sordo y ciego. Esta casa que no se ha querido ventilar ha acumulado demasiado polvo, demasiada pelusa, demasiado mal olor. Ahora es difícil tomar medidas, y muchos están ojipláticos porque no entienden nada. Ya lo entenderán. 

Todo apunta a que el PSOE está girando hacia el lugar del que no debió marcharse: aquel del PSOE de Zapatero. Un socialismo capaz de escuchar, capaz de comprometerse y capaz de tumbar muros

El PSOE parece haberlo entendido. Al menos ahora escucho discursos impensables en 2014. De hecho eran impensables hace dos meses, para qué engañarnos. Y si son capaces de mover el timón, es posible que la sociedad española también comience a entender de qué va en realidad la defensa de la autodeterminación. Solamente hace falta que se explique con honestidad, con buena intención y sin enmarañar. Para eso hacen falta discursos políticos honestos, pero, sobre todo, canales de comunicación que permitan que sean escuchados. No como ha ocurrido hoy, por ejemplo, cuando Ferreras aprovechaba las intervenciones de Sánchez para ir a publicidad, evitando así que los telespectadores que se creen que están viendo una tele progre, pudieran escuchar algunas de las cosas ―interesantes― que ha dicho el casi eterno candidato. 

Sobrevuela la sombra de un “tamayazo”. Está por ver. Decía Patricia López que la imagen de Simancas resulta inquietante, y tiene razón. Nos recuerda a lo que sucedió cuando el PSOE perdió el gobierno de la Comunidad de Madrid, y no volvió a recuperarlo. El PSOE tiene a Rafael al frente del grupo parlamentario socialista en el Congreso. Y le ha incluido en la mesa de negociación con ERC. Verle en la foto chocaba y espero que nada tenga que ver con lo que Arrimadas jaleaba: ese llamamiento a “un valiente” entre los diputados del PSOE que se atreviera a cambiar su voto. Aún está por ver qué ocurre de aquí al martes. Y esta opción no es descartable. 

Acabamos de estrenar 2020 y, todavía disfrutando de los últimos días de Navidad, ya estamos saturados de información. No hemos terminado aún de comernos las sobras de Nochevieja, no hemos abierto aún el roscón de Reyes, y ya estamos empachados de sobresaltos antidemocráticos. La sombra del posible “tamayazo” sería la guinda de este pastel tan difícilmente digerible. 

Sea como fuere, todo apunta a que el PSOE está girando hacia el lugar del que no debió marcharse: aquel del PSOE de Zapatero. Un socialismo capaz de escuchar, capaz de comprometerse y capaz de tumbar muros. El problema es que Sánchez ha sido capaz de decir una cosa y la contraria y no inspira mucha confianza. Más bien poca. Pero la cuestión es que no nos queda más remedio que esperar para ver si se atreven a cumplir con su palabra, o si como siempre, se la saltan “a la torera”. La diferencia es que ahora Europa está muy harta: de España, del conflicto con Catalunya y de la deriva antidemocrática que nos avergüenza ante el plano internacional. Por eso quiero pensar que esta vez, será diferente. 

Mi ingenuidad puede ser tan grande como mi deseo de que, por fin, en este país se resuelvan los conflictos políticos de manera política. Prefiero ser ingenua y bienpensada a amargarme y asumir que no hay solución. Nos estamos jugando mucho, sobre todo la izquierda. Pero más aún, los demócratas. Y solamente con optimismo y confianza podremos sacar fuerzas para cuidarnos. 

En definitiva, prefiero equivocarme por confiar que equivocarme por desconfiar. Tampoco me quedan muchas más opciones en este panorama y me temo que a usted, tampoco.