Ahora que el Gobierno aprueba el decreto ley para exhumar los restos del dictador Franco observamos cómo las formaciones políticas, pero también a nivel individual, sus dirigentes y caras más visibles, se retratan. Es un momento interesante por todo lo que esto significa. 

Después de cuarenta años de una llamada “Transición” que se suponía debía conducir España hacia un Estado moderno, democrático, fundamentado en el estado de bienestar y en el estado de derecho, llega el momento de hacer revisión y valorar dónde nos encontramos realmente. 

Carmen Calvo daba una rueda de prensa el viernes que, en mi opinión, resultó emocionante. Ponía de manifiesto las lagunas que tenemos en este país tan de escaparate, tan de “postureo”. Una España que, a pesar de ponerse etiquetas durante esta última época, a la hora de la verdad, tenía mucha tarea pendiente. Y Calvo explicaba la urgencia de la medida que se acababa de tomar: más de cuarenta años de espera para poder emprender labores fundamentales, entre otras, poner cada cosa en su lugar. Es un buen punto de partida abordar el franquismo sociológico del que adolecemos, por mucho que Marhuenda, ese vocero del régimen, lo niegue a bombo y platillo en las televisiones de máxima audiencia, que no parecen querer dedicarse a otra cosa más que a hacer propaganda y blanqueo del franquismo. 

Es ahora cuando empezaremos a ver para qué han servido los partidos que, aparentemente surgieron en los últimos años como respuesta a la necesidad de una “regeneración democrática”

Es ahora cuando empezaremos a ver para qué han servido los partidos que, aparentemente surgieron en los últimos años como respuesta a la necesidad de una “regeneración democrática”. Ya se sabe que aquí somos mucho de eufemismos, de no llamar a las cosas por su nombre, de bautizarlo todo para que parezca algo más interesante de lo que la triste realidad es. Lo llaman “regeneración democrática” cuando en realidad deberían hablar de “hacer de España un país democrático, que ya va siendo hora”. Pero también es cierto que la democracia en sí misma no es absoluta, se mide por grados, y a la vista está que andábamos bastante más cerca del franquismo que de un país equiparable a las democracias europeas. Por mucho que nos vistiésemos de seda. 

Hemos vivido treinta años pensando que éramos europeos como todos los demás. Como los grandes países que tienen la democracia ya bien asumida. Y nos lo hemos creído, que es lo más triste. Mirábamos a otros lugares del mundo por encima del hombro… sin darnos cuenta de que, en realidad, teníamos un jefe de Estado heredero del franquismo, por gloria del propio dictador. Nadie quiso asumir aquí, según parece, que nunca se juzgaron las aberraciones cometidas durante la dictadura proveniente de un golpe de estado. Lo llamaron “Transición”, que queda mucho más bonito, en lugar de decir “pacto de silencio para mantener nuestros intereses”. Correr tupidos velos evitando así poner sobre la mesa las tropelías, aberraciones, abusos que cometieron con la excusa de lo que estaba sucediendo. Y que, efectivamente, se cometieron por todas partes, porque en el fondo, no era cuestión de trincheras sino de falta absoluta de ética, de un “sálvese quien pueda”. Pero eso sí, una vez más, se hacía y deshacía con la excusa del posicionamiento ideológico o político en muchos casos inexistente. Quien abrió esta caja de pandora fue un golpe de estado que trajo consigo cuarenta años de dictadura. Y eso nadie lo puede negar por muy estupendos que se pongan. Habrá que depurar, uno a uno, las responsabilidades de todos. Vivos y muertos. Pero hay que hacerlo. 

Lo que vino sucediendo durante el franquismo era básicamente el uso de instituciones, la invención de leyes, aplicación de tribunales que dictaban sentencias en base a los intereses de un amplio grupo donde la ideología era lo de menos. La cuestión era el poder y en esos niveles poco importaba lo que realmente se pensase, sino lo que se aparentase. Y de aquella “fiesta” participaron muchos, que durante la Transición se supieron colocar con un pacto de silencio que garantizase seguir viviendo a costa de todos los demás, ponerse medallas, llenarse de títulos y propiedades para garantizarse su parte del "pastel". Disimuladamente, o no, así han seguido y así siguen. No son necesariamente de “derechas”, pues los hay también entre los que se han venido considerando “progres”. La cosa era establecer un equilibrio que permitiera vender la película de la “democracia, la convivencia, la paz social”… y dejar todo lo que no querían que se supiera bien tapado. Eso fue la Transición y así hemos estado cuatro décadas. 

No sabemos aún lo que realmente sucedió con las vidas de cientos de miles de personas. Ni dónde están sus restos. Ni por qué se les asesinó. Ni por qué se juzgó realmente a tantos que fueron condenados. Ni lo que ha ocurrido con sus propiedades. Nada. Aquí no se ha aclarado nada de esto

No sabemos aún lo que realmente sucedió con las vidas de cientos de miles de personas. Ni dónde están sus restos. Ni por qué se les asesinó. Ni por qué se juzgó realmente a tantos que fueron condenados. Ni lo que ha ocurrido con sus propiedades. Nada. Aquí no se ha aclarado nada de esto. Se ha dejado pasar el tiempo y se apela a absurdas tretas como el hecho de decir que “no se pueden anular las sentencias de los tribunales franquistas porque la irretroactividad es un principio básico en el Derecho”. Y se quedan tan a gusto. Como si de esta manera no se pudiera hacer justicia respecto a hechos deleznables, oscuros, y terribles. 

Para hacer posible semejantes enjuagues, dando la imagen de legalidad y de orden, ha sido indispensable la colaboración de las diferentes formaciones políticas. Yo diría más: ha sido necesaria su creación y la construcción de un relato que nos ha tenido embobados pensando que esto era otra cosa.  No cabe duda de que ha sido la labor fundamental del PP y del PSOE durante estas tres décadas. Y no han sido los únicos. Pero ahora vemos cómo los recién llegados, Ciudadanos y Podemos han venido a mantener la misma forma de proceder. 

Albert Rivera lo sabe bien: tan pronto dice una cosa como la contraria. Criminaliza la “politización” de las cosas, como si él trabajase en investigaciones científicas… Y cada vez está dejando más claro que su papel en todo esto es el de la marioneta al servicio de los de siempre. 

Podemos ha desaparecido del mapa político en un momento crucial

Pablo Iglesias, desaparecido en combate junto a Irene Montero por cuestiones de índole personal, parece tenerlo difícil para poder dar la batalla. Sea por lo que sea (que no es cuestión menor, pues su reciente paternidad en condiciones muy delicadas es una razón de peso para centrarse en lo verdaderamente importante en su vida) Podemos ha desaparecido del mapa político en un momento crucial. 

Pedro Sánchez anda haciendo el decorado, una vez más, por encargo. Ese "corchopán gatopardista" que se quedará a medias pero que dará una pátina que nos haga creer que avanzamos hacia algo de verdad. Lo de siempre: Felipe, José Luis y ahora Pedro. Ya nos debería sonar todo esto. 

Casado, la mejor representación de esa derecha tramposa, mentirosa y caradura que se ha venido paseando por las tierras de España como si fuera suya. Que ha venido luciendo títulos como si se los hubiera ganado. Que se ha llenado los bolsillos a base de trincar. Esa derecha. Esa. Pues ya se han regenerado con un nuevo "muñeco" que encarna las esencias de sus tiempos gloriosos. 

Todos los actores listos para una nueva actuación. Habrá cosas interesantes, claro. Porque todo esto acaba en República. Sí. Pero en una República programada y perpetrada por los de siempre: esos a los que les da igual que haya un dictador, que haya un jefe de Estado Borbón y que les dará lo mismo que haya un presidente de la República siempre y cuando salgan beneficiados. Y para ello, inyectarán pasta donde haga falta para que los medios de comunicación hagan relatos, para que un grupito haga el paripé de formar un nuevo partido y soltar las cantinelas que sea menester. 

Veremos cómo de nuevo, una vez más, todo esto lo harán los de siempre para interés de los de siempre. Los mismos que durante 80 años nos han venido tomando el pelo. La exhumación de Franco, sin todo lo demás, no dejará de ser una pirueta estética (positiva, necesaria, pero meramente estética). Ahora toca todo lo demás, esto es: tomar las medidas efectivas que pongan en su lugar no solamente la osamenta del dictador, sino lo que se viene llamando democracia y estado de derecho. Sentencias, cunetas, patrimonios. Y ahí es donde nos va a hacer falta tener políticos a la altura que, por desgracia, me temo, no tenemos. Eso sí, a estos les podemos dar un Goya, pues su papel lo hacen estupendamente bien.