Versión en italiano traducida por Fulvio Capitanio a continuación de la versión en castellano. 

Vivimos tiempos de etiqueta. Etiquetarnos los unos a los otros y, de alguna manera, hacerlo con nosotros mismos parece ser una tendencia. Veganos, vegetarianos, omnívoros, de izquierdas, de derechas, apolíticos, agnósticos, ateos, creyentes, nacionalistas, soberanistas, independentistas, unionistas. Todo son etiquetas. Y luego está la etiqueta de los que no quieren etiquetarse. 

Cuando una se afilia a un partido político, en muchos casos suele ser porque tiene ganas de participar, de aprender, de sumar en un proyecto que más o menos le parece interesante. Otra historia es cuando ya te has afiliado y empiezas a darte cuenta de que la militancia va "de otra cosa". Suele suceder que empiezas a ver que no todo el mundo defiende el mismo proyecto, que a veces ni lo entiende, otras veces además llegas a ver en tus propias filas a "compañeros" que más bien se comportan contrariamente a lo que se supone que defiende el partido donde militan. Pasa con militantes de base, que están más perdidos que un pulpo en un garaje, pero a veces también pasa con dirigentes, que se empeñan en dar mensajes que nada tienen que ver con lo que se establece en los documentos del partido. 

Y comienza a sucederte que te ves militando en un lugar con el que cada vez tienes menos en común. Y tus amigos, los conocidos, te "etiquetan" como si comulgases con todo lo que plantean las caras visibles del partido donde militas. Es incómodo. Sobre todo si formas parte del "aparato" (órganos cercanos al poder de la estructura), porque entonces se da el extraño suceso de repetir como si fuera un mantra aquello que dicen desde arriba incluso si no estás de acuerdo. Para facilitarte la tarea te envían los "argumentarios" y así puedes repetir frases que no entiendes pero que te garantizarán seguir donde estás. Por desgracia eso pasa mucho. Se llama "disciplina de partido". 

Ni que decir tiene que las etiquetas pueden ser más pesadas, más incómodas: digamos que el partido donde militas es señalado como responsable de actos ilegales. Supongamos que gobernaba y se dedicaba desde el Gobierno a gestionar un terrorismo de Estado con dinero público. Y que llegó a asesinar a gente. Pues bien: aunque tú no hubieras nacido entonces, aunque tú detestes aquello, aunque nada tenga que ver con la ideología del partido, siempre habrá alguien que venga y te diga que tú, por militar, eres responsable de semejante barbaridad. Te lo echarán en cara. 

Podemos hablar también de corrupción. Si militas en un partido donde una tropa de sus miembros se han dedicado a trincar, y encima les han pillado generando todo tipo de titulares, tú serás posiblemente etiquetado como un ladronzuelo más. Porque militas con ellos. 

Y esto suele utilizarse también por los demás partidos políticos, claro está: lanzarle los GAL al PSOE, los ERES de Andalucía, la corrupción de la Gürtel (y de un infinito listado de casos más) al PP, lo de ETA a Bildu...  De hecho, diría yo que básicamente la mayor parte de la energía que dedican los partidos políticos a criticarse entre ellos se centra en este tipo de basuras, en lugar de confrontar los argumentos de índole política. El estilo Sálvame que tenemos hasta en la sopa. 

Y pasa que una se afilia a un partido porque cree que representa una determinada ideología. Y resulta que no es verdad. Yo, progresista, de izquierdas, demócrata, pensé cuando me afiliaba al PSOE que era el lugar donde podría aprender y desarrollar mis ideas. Dudé también de hacerlo en Izquierda Unida. Y por eso siempre he estado en esa línea difusa de la socialdemocracia en la práctica y del comunismo en lo ideal. 

Pare, pare, que ya veo que me va a venir con que el comunismo es muerte, pobreza, asesinatos y demonios rojos. Etiquetas. El comunismo, como proyecto político, es en lo que yo creo. Lo que hayan hecho utilizándolo como argumento es del mismo calibre que los GAL al PSOE: no puede ser definitorio de una ideología. 

Para conocer si alguien o algo "es" de determinada manera, creo que lo más correcto es huir de las etiquetas. Ir vestido con chándal no me convierte en deportista. Habrá que ver mi forma física para comprobarlo. 

Todo esto viene a cuento de lo que sucede con Puigdemont. Un político al que gusta encasillar en la derecha. Al que gusta responsabilizar del 3% de CIU. Y claro, a mí, por apoyarle -algo que no oculto porque defiendo su visión de la democracia, del juego limpio y de la coherencia- me condenan porque "me he pasado a la derecha". 

No es que me importe la crítica, ya que quien la plantea no tiene mucho interés ni ganas de acertar. Evidentemente. Basta con profundizar un poco para poder entender mejor las cosas. Pero comoquiera que sea una cuestión constante, que no solo me pasa a mí, sino que le pasa a cualquiera que le dé la razón al político catalán, me suscita curiosidad el "fenómeno". 

A Josep Miquel Arenas, o sea, Valtònyc, le pasa lo mismo. Un joven filocomunista, anticapitalista, de la mano de Puigdemont. Y el muchacho recibiendo insultos, ataques, de quienes le dicen que se ha "vendido" a la derecha. Otros que no se enteran de nada. Empeñados en poner etiquetas que, además, son absolutamente erróneas. 

¿Es Puigdemont de derechas? He aquí la cuestión. Pues mire, no. De derecha española seguro que no. Porque la derecha española es una derecha de herencia fascista, del franquismo, con tintes totalitarios. Heredera de una dictadura que llegó al poder con un golpe de estado militar. Con persecución de las ideas políticas contrarias. Represión absoluta. Esa es la derecha española. 

Entiendo que haya esfuerzos por llegar a ser "derecha europea", pero es que no tiene nada que ver. Se confunde lo neoliberal con la derecha española, y no es lo mismo, aunque beban del mismo cubo. En España hay intentos de partidos liberales, pero no les sale, porque se caen de bruces en el charco heredero del franquismo. 

Todavía no ha llegado claramente una formación que sea liberal en lo económico y social, ecologista y feminista. Bueno, ya, me dirán que eso es más o menos el PSOE. Y puede que sea verdad. De hecho, el fallo del PSOE en mi opinión es el de autoetiquetarse en la izquierda, cuando no pasaría nada si de una vez se definiera como lo que en la práctica demuestra ser: liberal europea. Y no pasa nada. Sin complejos. Pero para eso deberían ser tajantes con la monarquía. Y por lo que se ve, les da pereza. Así que técnicamente son un partido bastante conservador aunque en sus estatutos ponga lo contrario. 

Los hechos son los que marcan la ubicación más o menos ideológica. 

El hecho de que una persona crea en la Justicia Universal, en el imperio de la ley fundamentada en principios democráticos; el hecho de que alguien defienda los Derechos Humanos hasta las últimas consecuencias; el hecho de que alguien apele a la democracia participativa; el hecho de que una persona se siente a dialogar con quien sea, con el único requisito de que respete los Derechos Humanos; alguien que apueste por la cultura, por la igualdad de oportunidades, por los derechos de las mujeres, por la integración intercultural, no puede ser "de derechas". Alguien antimonárquico, no puede tampoco ser tildado de conservador en España.

Por otro lado, alguien que cree que el imperio de la ley está sobre la Democracia; alguien que no respeta los Derechos Humanos; que persigue a la opinión contraria; que juzga y somete a quien es homosexual, a quien es de distinta raza a la suya; alguien que se niega a dialogar con quien piensa diferente -aunque respete los Derechos Humanos-; alguien clasista, o que defienda la figura de la monarquía en España, no puede considerarse "demócrata". 

Pues bien, mañana Vox acudirá a Cerdeña. En un comunicado que escribieron nada más conocerse que el TGUE recibía la solicitud de medidas cautelares por parte del abogado del president, decían así: "El próximo lunes, 4 de octubre, la vicesecretaria jurídica de VOX, Marta Castro, atenderá a los medios tras la vista para decidir sobre la orden de detención europea emitida por el Tribunal Supremo de España contra Puigdemont. Marta Castro acudirá, junto a un equipo jurídico italiano, a la corte de justicia de Sassari (Cerdeña) para intervenir en la vista que decidirá sobre la extradición de Puigdemont". 

O sea, la extrema derecha, que es quien representa a la acusación popular en el juicio al procés, es la que acudirá a Italia para decirle al juez que entregue a Puigdemont a España. Los que veían rebelión y golpe de estado en una consulta popular. Los que vitorean al rey y no se rebelan ante su posible corrupción. Los que hacen campaña contra los menores extranjeros no acompañados. Los que dan de lado al feminismo. Los que vanaglorian a un dictador fascista, como fue Franco. Estos son los que van a ir mañana ante la justicia italiana para dejar claro en Europa quiénes son los que "persiguen" a Puigdemont. 

Su presencia deja en evidencia lo que Suiza ya señaló al rechazar la extradición de Puigdemont en la segunda ocasión: que se le persigue por cuestiones de índole política. 

Mañana, si alguien tenía alguna duda de lo que está pasando en España, lo verán muy claro. Sobre todo la izquierda italiana, que de fascismo también sabe. La foto quedará maravillosa, sobre todo para quienes han recibido el mensaje de que "Puigdemont es de derechas". 

Puigdemont, en mi opinión, ha demostrado ser una persona contraria a sectarismos. Con afán de sumar personas que tengan en común la defensa de la democracia, de los Derechos Humanos, de una justicia basada en principios democráticos, que participe, que se exprese. Nadie puede señalarle de financiar públicamente terrorismo de Estado, ni de corrupción. Fue presidente, y salió sin ningún tipo de escándalo que le responsabilizase. Su escándalo ha sido "poner urnas" para que su ciudadanía se exprese. Y sin embargo, es el más perseguido en la historia de los últimos 40 años de la "democracia" española, donde no se ha perseguido "al señor X", ni al "elefante blanco", ni a "m. Rajoy". Ellos viven tranquilos, a cuerpo de rey. Porque no se les ocurrió preguntar al pueblo, salvo uno, en una ocasión, y cuando le dijeron "OTAN No", hizo justo lo contrario. 

Que sepan en Italia, que sepan en Europa, que sepan en España.

Fatelo sapere in Italia, fatelo sapere in Europa, fatelo sapere in Spagna.

Viviamo in tempi di etichette. Etichettarci l'un l'altro e, in un certo qual modo farlo con noi stessi, sembra essere diventato tendenza. Vegani, vegetariani, onnivori, di sinistra, di destra, apolitici, agnostici, atei, credenti, nazionalisti, sovranisti, indipendentisti, unionisti. Sono tutte etichette. Ed infine, c'è anche l'etichetta di chi non vuole essere etichettato.

Quando t’inscrivi ad un partito politico, di solito è perché hai voglia di partecipare, di imparare, di partecipare ad un progetto che trovi più o meno interessante. Un'altra storia è quando ti sei già unito e inizi a capire che la militanza politica è tutta "un’altra cosa".

Normalmente cominci a renderti conto che non tutti difendono lo stesso progetto, anzi che a volte non lo capiscono nemmeno, altre volte invece puoi arrivare a vedere nelle tue stesse fila dei “compagni” che sembra si comportino in modo contrario ai valori che dovrebbe difendere il partito in cui militano. Succede ai militanti di base, che sono più smarriti di un gatto in tangenziale, ma a volte succede anche con i dirigenti, che continuano a dare messaggi che non hanno nulla a che vedere con quanto stabilito negli accordi di partito.

Ed un bel giorno finisci per vederti militante in un luogo con cui hai sempre meno in comune. Ed i tuoi amici, conoscenti, ti "etichettano" come se fossi tu in piena comunione con tutto ciò che difendono i volti visibili, i leaders, del partito in cui militi. È una situazione scomoda. Soprattutto fai parte dell’“apparato” del partito (organi vicini alla direzione dell’organizzazione), perché succede lo strano fenomeno di scoprirsi a ripetere come se fosse un mantra quello che si dice dall'alto anche se non si è d'accordo. Per facilitare il tuo compito ti inviano già preparati gli "argomenti" ed i discorsi, così puoi limitarti a ripetere frasi che non capisci ma che ti garantiranno di salvare il posto raggiunto. Purtroppo, succede assai spesso. Si chiama "disciplina di partito".

Qualcosa del genere è ciò che accade con Carles Puigdemont. Un politico che viene sommariamente incasellato “a destra”, ed altrettanto sommariamente viene ritenuto responsabile dei casi di corruzione del suo vecchio partito già da tempo dissolto.

E naturalmente, per averlo sostenuto - cosa che non nascondo perché difendo la sua visione di democrazia, fair play e coerenza – anch’io vengo sommariamente condannata, rea di “essermi buttata a destra”.

A dire il vero, non m’infastidiscono le critiche, quando chi le solleva non ha molto interesse o voglia di essere onesto. Questo è evidente. Basterebbe scavare un po' più a fondo per poter capire meglio le cose. Ma siccome sembra una costante, che si ripete di sovente e non capita solo a me, che anche colpisce chiunque si mostri in qualche momento d'accordo con il politico catalano, il "fenomeno" mi incuriosisce.

La stessa cosa successe a Josep Miquel Arenas, in arte Valtònyc. Un giovane rapper condannato ad oltre 3 anni di prigione per i testi delle sue canzoni anti monarchiche, filocomunista, anticapitalista, ha scelto di continuare la sua battaglia legale da esule a Bruxelles insieme a Puigdemont. Ed allora subito viene sommerso d’insulti ed attacchi di persone che lo accusano di essere un "venduto" alla destra. Di nuovo tutta gente che non sa o non vuole sapere nulla. Però sempre pronta a mettere etichette che, oltretutto, sono assolutamente sbagliate.

Puigdemont è di destra? Questa è la domanda. Ebbene, guarda un po’ tu, la risposta è NO. Quantomeno non ha nulla a che vedere con la destra spagnola. Perché la destra spagnola è nella linea successoria diretta dell’eredità fascista, del regime franchista, con tratti totalitari. Erede di una dittatura arrivata al potere con un colpo di stato militare saldatosi con decine di migliaia di morti e scomparsi e che si è mantenuta saldamente al comando grazie alla persecuzione delle idee politiche contrarie ed alla repressione assoluta della dissidenza. Questo è il vero volto della destra spagnola.

È vero che almeno una parte abbia fatto degli sforzi per assomigliare ad una "destra europea", ma non ha nulla a che fare con tutto questo. Facilmente, visto da fuori, si confonde Il neoliberismo con la destra spagnola, ma sono due cavalli differenti, anche se bevono nello stesso stagno. In Spagna ci sono stati tentativi da parte di alcuni partiti liberali, ma non sono riusciti ad arrivare in porto, perché hanno finito per cadere a faccia in giù nella pozzanghera degli eredi del regime franchista.

Non è ancora arrivata una formazione di stampo chiaramente liberale in politica economica e sociale, ambientalista e femminista. Bene, adesso sicuramente mi direte che tutto questo è più o meno quello che incarna oggi il PSOE. E magari potreste anche avere ragione. In effetti, il fallimento del PSOE secondo me è l’avere scelto di auto etichettarsi di sinistra, quando non succederebbe nulla se invece si definisse una volta per tutte così come nella pratica dimostra di essere: una forza liberale europea. E non sarebbe un dramma. Senza complessi. Ma in questo caso dovrebbero essere contundenti con la monarchia. E a ciò che si vede, sembrano poco disposti a svegliare il can che dorme. Quindi tecnicamente sono un partito prevalentemente conservatore anche se i loro statuti affermano tutta un’altra cosa.

In fin dei conti, sono i fatti a segnare la collocazione ideologica.

Il fatto che una persona creda nella Giustizia Universale, nello Stato di diritto basato su principi democratici; il fatto che difenda i Diritti Umani fino alle ultime conseguenze; il fatto che appelli alla democrazia partecipativa; il fatto che una persona si sieda per dialogare con chiunque, con l'unico requisito invalicabile del rispetto dei Diritti Umani; Chi si impegna per la cultura, per le pari opportunità, per i diritti delle donne, per l'integrazione interculturale, non può essere "di destra". Qualcuno antimonarchico, non può essere bollato come conservatore neanche in Spagna.

D'altra parte, chi crede che lo stato di diritto sia al di sopra la democrazia; non rispetta i Diritti Umani; perseguita la dissidenza politica; giudica e sottomette chi è omosessuale, o considera di una razza diversa dalla sua; rifiuta di dialogare con qualcuno che la pensa diversamente -anche se rispetta i Diritti Umani-; un classista, o che difende la figura della monarchia in Spagna, non può essere considerato un "democratico".

Ebbene, domani Vox (il partito spagnolo d’estrema destra che ricevette gli effusivi pubblici complimenti per i buoni risultati la stessa notte elettorale niente meno che da Salvini e Le Pen) andrà in Sardegna. In un comunicato che hanno scritto non appena si è saputo che il TGUE ha ricevuto la richiesta di misure cautelari dall'avvocato del presidente Puigdemont, hanno detto: "Lunedì prossimo, 4 ottobre, la vicesegretaria per gli affari legali di VOX, Marta Castro, offrirà ai media una conferenza stampa dopo l'udienza per decidere sul mandato d'arresto europeo emesso dalla Corte Suprema spagnola nei confronti di Puigdemont. Marta Castro si recherà, insieme ad un gruppo di legali italiani, alla Corte di Giustizia di Sassari (Sardegna) per intervenire nell'udienza che deciderà l'estradizione di Puigdemont”.

In altre parole, l'estrema destra, che è quella che rappresentò l'accusa popolare nel processo ai dirigenti politici catalani per i fatti del 2017, è  la stessa che andrà in Italia per dire al giudice di consegnare Puigdemont alla Spagna. Coloro che videro ribellione e golpe in una consulta popolare. Quelli che inneggiano al re e non si ribellano davanti agli indizi del suo possibile coinvolgimento in casi di corruzione. Coloro che vorrebbero cacciare gli immigranti minori d’età non accompagnati. Quelli che mettono in un angolo il femminismo. Quelli che lodano un dittatore fascista, come Franco. Questi sono coloro che domani andranno davanti alla giustizia italiana per far capire all’Europa chi sono quelli che "perseguitano" Puigdemont.

La sua sola presenza pone di manifesto ciò che la Svizzera ha già sottolineato quando ha respinto l'estradizione di Puigdemont la seconda volta: che viene perseguitato per motivi politici.

Domani, se qualcuno avesse ancora dei dubbi su ciò che sta accadendo in Spagna, lo potrà vedere molto chiaramente. Soprattutto la sinistra italiana, che eppure sa cos’è stato il fascismo in Italia. La foto sarà meravigliosa, soprattutto per coloro che hanno creduto al messaggio che "Puigdemont è di destra".

Puigdemont, secondo me, ha dimostrato di essere una persona contraria al settarismo. Con il desiderio di aggiungere alla sua causa tutte quelle persone accomunate dalla difesa della democrazia, dei diritti umani, della giustizia basata sui principi democratici, che partecipano, si esprimono. Nessuno può accusarlo di finanziare con fondi pubblici il terrorismo di Stato o organizzare una trama di corruzione sistematica (il PSOE ed il PP non possono dire altrettanto). È stato presidente della Catalogna, e ne è uscito senza alcun tipo di scandalo che gli si possa addebitare. Il suo scandalo è stato quello di "usare le urne" affinché i suoi cittadini si esprimessero. Eppure, è il più perseguitato nella storia degli ultimi 40 anni della "democrazia" spagnola, dove "Mr. X", o "l'elefante bianco" (riferimento implicito Felipe Gonzalez), o "M. Rajoy" non sono stati mai identificati né perseguitati dalla magistratura spagnola. Vivono tranquilli, trattati come dei re. Perché a nessuno di loro è venuto in mente di chiedere l’opinione diretta dalla gente.

A dire il vero, in un’occasione lo fecero un referendum, e quando gli spagnoli dissero NO alla NATO, fecero esattamente il contrario.