Últimamente (y cuando escribo el adverbio quisiera referirme al tiempo que va de los inicios del catalanismo moderno hasta esta misma semana), los políticos independentistas viajan a Madrid para explicarnos lo que les parece más importante. El gesto sería normal en líderes como Salvador Illa, inventor de exportaciones silvestres como la celebración de Sant Jordi en el kilómetro cero, pero sorprende verlo encarnado en gente para la que Catalunya debería ser la medida de —casi— todas las cosas. Bien, sigamos. El pasado lunes, Artur Mas aprovechó la comparecencia del Congreso sobre la operación Catalunya para anunciar a bombo y platillo que presentará una querella contra todos aquellos que impulsaron tal fechoría. El 129 no terminó de concretar quiénes serían los denunciados, no solo por desconocimiento, sino porque Mas se habría visto obligado a enmendar a todo el Estado.

Digo esto porque el president justificó la querella con un alehop argumental tan artificial como su nuevo look de Grandpa I'd like to fuck, en versión moreno albañil. Cito textualmente, no porque “algunos salimos perjudicados, sino que la democracia española quedó lesionada”. He aquí, en definitiva, el inventor del procés, ese hombre que quería enseñarnos a vencer al elefante español con la astucia de los ratoncitos, el líder que pretendió encarnar la voluntad del pueblo con las manos extendidas para rasgar el mar Rojo, apelando a la búsqueda de la verdad… ¡para salvar a la democracia española! A ver, president, a estas alturas todos hemos crecido lo bastante como para saber que los responsables de la operación Catalunya no eran cuatro policías chusqueros ni algunos matones del Opus infiltrados en un ministerio; la operación, usted lo sabe de sobra, se llama precisamente democracia española.

Meterse en el AVE para ir a fingir que marcas paquete en el Congreso, president, da un poco de pena

Yo entiendo muy bien que, a estas alturas, pedirle a un convergente que vaya más allá de ser un regeneracionista español de toda la vida comportaría tener un espíritu muy naíf. A su vez, también comprendo perfectamente que el Molt Honorable quiera defenderse de ese cachivache judío disimulado con un nombre latino que se infiltró ilegalmente en su teléfono entre los años 2015 y 2020 (por cierto, a lo mejor sería hora de replantearse las relaciones de amistad con el lobby). Pero, después de hacernos tragar tantas estructuras de Estado y toda cuánta jugada maestra durante el procés para acabar blanqueando al Estado a través de los indultos y la ley de amnistía, me atrevo a pensar que meterse en el AVE para ir a fingir que marcas paquete en el Congreso, president, da un poco de pena. Denuncia lo que quieras, faltaría más, pero diría que ahorrará esfuerzos si no se acuesta más con los verdaderos culpables de la trama.

La operación Catalunya se llama España. Son los ministros aparentemente catalanes del PP, of course, pero también es el PSOE del 155 e incluso los chavales de Podemos con su insufrible retórica de reformar el Estado, copiada punto por punto de los convergentes. Para saber todo esto, que ya lo sabes, no hace falta que denuncies a nadie ni que hagas el paripé de acudir al Congreso, president. “Quiero que se sepa la verdad porque creo que es la única manera de compensar el mal que se ha hecho a la democracia española”, afirmó el 129 en respuesta a los diputados que lo inquirían. Pero la verdad ya la sabes de sobra, Artur, y para eso no necesitas los servicios del Melero de turno. La verdad es que ningún juez español luchará nunca contra los aparatos ideológicos del Estado; y la verdad es que, en caso de hacerlo, vuestros amigos sociatas lo indultarían, como ya perdonaron a los policías del 1-O, que deben de estar tomándose caipiriñas a la salud de Puigdemont.

President, yo soy un ser magnánimo en el fondo, y entiendo que todavía te apetezca  salir en TV3 (aunque sea como cuarta o quinta noticia, después del apagón y la crisis climática de turno), que te llamen los trabajadores de Javier Godó para entrevistarte con ese tono de alarma democrática que complace tanto al Conde, e incluso debo confesar que me gusta verte demostrando como tienes mucha más cintura dialéctica que la mayoría de los políticos que te han sucedido. Sí, ya sabemos que tienes mucha mejor planta que el pobre Rufián, que el falso amigo vasco, ese que no me acuerdo ni cómo se llama, y que los lugartenientes del PP. Pero ya estamos hartos ​​de pagaros las excursiones para que os hagáis los gallardos y, terminada la enésima performance, blanqueéis al Estado. Denunciar a España mientras pactas con ella no convence ni a las almas más cándidas del mundo convergente. Hacednos y hazte un favor, quedaos en casa y dejad de aburrirnos.