Iglesias pasa ante Rajoy en el pleno de constitución de las Cortes / EFE

A Pablo Iglesias se le ha puesto cara de Ho Chi Minh,  y esto, o sea, el tablero hispánico en esta hora desconocida, empieza a asemejarse a un Vietnam: o a Pedro Sánchez lo quitan de en medio los suyos y los poderes, y se convocan nuevas elecciones o España va a ver un gobierno de izquierdas con los de Podemos dentro. Como dicen en Cuenca, "con el de la coleta" como vice. De Soraya a Pablo: ahí reside el trueque. ¿Y Catalunya? ¿Pinta algo Catalunya en la ofensiva final contra Saigón? Pues claro: Catalunya, que sigue queriéndose ir, aunque más tranquilamente, lo pinta todo. Sólo Rajoy ha caído en la cuenta, aunque demasiado tarde.

Saco la calculadora: el PP tiene 123 diputados y, como constató el aún presidente en funciones cuando comunicó el viernes su negativa a aceptar la invitación de Felipe VI para ser arrollado en la primera sesión de investidura (suspendida), enfrente tiene el Vietcong y sus aliados chinos y hasta rusos. Son, por lo menos, 180 diputados del 'no': los del PSOE, los de Podemos, los dos de UP-IU, los de ERC, y los de DiL (en conjunto, 176; volveremos en seguida sobre ello). Desde luego tampoco lo van a votar los de EH-Bildu (2). Y pueden ser muchos más si se añade el PNV (6), que también sería la alternativa a una retirada de DiL de la compleja maniobra. En cuanto a C's, de momento, abstención.

Así que –a diferencia, por cierto de lo que hizo Artur Mas en dos ocasiones, convencido de que la CUP cedería–, Rajoy dijo no al Rey, en una más que pírrica victoria con la que trata de ganar tiempo a contrarreloj. Parón y sorpresa relativa. En realidad, la jugada estaba en el mapa de operaciones desde bastantes horas antes, como reveló la indiscreción del diputado de Compromís Joan Baldoví tras entrevistarse el jueves con el monarca, aunque el no candidato a la investidura saliese rápidamente a negar cualquier tentación de retirada. En ese impàs, absolutamente decisivo, Ho Chi Minh Iglesias, pura guerrilla leninista, salió a ofrecerle la gran alianza a Sánchez, con él mismo como escudero y su amigo Garzón, el comunista bueno, en un ministerio.

Pero lo cierto es que ese frente popular redivivo en el Gobierno de España es imposible sin el concurso de Catalunya. Repárese en el detalle que Sánchez (9o), Iglesias (69) y Garzón (2) sólo pueden alcanzar la mayoría absoluta con los 17 diputados (9+8) de los independentistas de ERC y DiL (o el PNV). Es decir, que el socialista, por ahora, sólo tiene 161 votos asegurados. Cuanto menos, necesita un pacto con alguna de estas fuerzas para imponerse al presumible bloque del no (PP y C's, 163), en segunda vuelta. Así que los catalanes vuelven a mandar en el tablero hispánico. En su hora final, Rajoy lo sabe, mientras Soraya, la de las leyes y reglamentos, sigue buscando una salida al laberinto en las leyes y reglamentos.

Si ERC y DiL no secundan la maniobra de Ho Chi Minh Iglesias para asaltar con Sánchez el cielo monclovita, todo el peso de la revolución caerá sobre ellos
Luego atención a los movimentos de tropas en las líneas de confluencia. Pronto, la presión del colauismo-podemismo, de la izquierda auténtica aspirante al Ministerio de Plurinacionalidad –un calco de la secretaría de la ejecutiva de Podemos donde Iglesias colocó a la dimitida Gemma Ubasart– se va a trasladar a ERC y a DiL. Si no secundan la maniobra de Ho Chi Minh Iglesias para asaltar con Sánchez el cielo monclovita, esos "nacionalistas" siempre sospechosos del pecado pequeñoburgués, todo el peso de la revolución caerá sobre ellos. La gran paradoja es que sólo ellos, los independentistas, pueden activar el cambio en la España de la que quieren desconectarse.

¿Pero, deben? En el fondo, a ERC y a DiL les trae al pairo que En Comú Podem se halla comido la línea roja del grupo parlamentario propio (habría sido el mayor de aquí en la Cámara Baja española, con 11 diputados). Pero eso, y, sobre todo, la renuncia de los de Domènech al referéndum catalán como condición sine qua non para facilitar el acuerdo de Iglesias con Sánchez es munición de primera, sobre todo para los de Junqueras, para reivindicarse como la verdadera izquierda nacional catalana frente al "nuevo PSC", es decir, el colauismo-podemismo.

Y repaso la tesis central de Maquiavelo, el axioma de la política moderna: la política es independiente de la moral (y de la religión) y sólo persigue el poder, lograrlo, y conservarlo. Esa es la misión del Príncipe. Pero hay que llegar, al poder. Y no hay mejor sitio para hacerlo que desde el centro del tablero: eso le dio a Iglesias y sus aliados 69 diputados el 20D y, sobre todo, les situó en la línea de salida para penetrar en las trincheras del PSOE con una sonrisa en lugar del cuchillo entre los dientes. El líder de Podemos explica bien –o sea, fatal– la política y la economía a los jubilados y los parados de Vallecas que toman el sol en los parques todos los lunes y todos los martes y todos los miércoles y tienen ya pocas preguntas que hacerse. Pero aún votan. En el peor de los casos, se trata de acumular fuerzas para la batalla final, quizás, unas nuevas elecciones en marzo.

Rajoy, cuya agenda está tan vacía que ya puede recibir incluso al president Puigdemont, espera ahora movilizar a Merkel contra Sánchez –¿quizás también a Obama?– como hizo contra Mas
Arde Madrid y arde el tablero hispánico todo. Rajoy, agónico, pronto llamará a rebato a las fuerzas vivas de aquí y de allí para que le concedan apoyo terrestre y aéreo y toneladas de napalm en su ofensiva contra Sánchez, el guapo atribulado. El hombre que quiere ser presidente contra casi todo el mundo, empezando por la vieja guardia socialista y su albacea, Susana, la leona andaluza, la última del clan de los Felipes y los Chaves, y los barones meridionales. Rajoy, cuya agenda está tan vacía que ya puede recibir incluso al president Puigdemont –según dijo el otro día cuando cayó de cuatro patas en la emboscada telefónica que le tendieron desde Radio Flaixbac–, espera ahora movilizar a Merkel contra Sánchez –¿quizás también a Obama?– como hizo contra Mas. Pero Berlín, por ahora, se limita a observar. Rajoy ya no puede ni con el Rey, que lo mandaba directamente al matadero. Cosas del fuego amigo.

Apocalypse Now en las playas de Madrid, infestadas de vietcongs, Mariano. Y Artur (Mas) sonríe desde las límpidas arenas de Ítaca.