Hace apenas unas semanas Pedro Sánchez, el Renacido, se las prometía muy felices. Como tantos otros antes que él, creía tener a su merced a un Mariano Rajoy debilitado, desconcertado y desarbolado por todo cuanto sucedía en Catalunya; en especial tras las cargas policiales del 1-O. El líder socialista le hizo entonces una oferta que no podría rechazar: apoyo sin fisuras a la aplicación del 155 a cambio de la reforma constitucional. La jugada era maestra a juicio del secretario general. De un lado se ganaba el apoyo de barones, susanistas y votantes del PSOE abrazando la fe del 155 y del otro le daba carrete al PSC y a Miquel Iceta con la promesa de la reforma de la carta magna.

Seguramente, como tantas otras veces asombrado ante la falta de habilidad estratégica de sus adversarios, el presidente vio el cielo abierto y aceptó sin dudar. A cambio de comprometerse simplemente a estar en la Comisión Sánchez para “evaluar el modelo territorial”, desactivaba las críticas socialistas a la violencia policial, solidarizaba el problema catalán y se quitaba de encima la hipoteca de necesitar el apoyo oportunista de Albert Rivera; negocio redondo.

A los socialistas les queda llorar desconsolados por las esquinas del Congreso lo malos que son sus compañeros de comisión, mientras juran y perjuran que no harán president de la Generalitat a nadie de derechas

No hace falta ser un gran analista para saber quién está consiguiendo lo que quería y amortizando mejor el trato. El 155 se aplicó como una seda mientras Occidente se deshacía en loas al gran estratega Mariano, ya de vuelta a su clásico “reformar por reformar es tontería”. La Comisión Sánchez es un barco a la deriva.

Los nacionalistas ya ni quisieron subir y Podemos se bajó antes de zarpar; fue lo mejor que pudieron hacer. Los populares la han rebajado de categoría varias veces y ya la han convertido en un lugar ideal para hablar de la financiación autonómica, el Senado o las tendencias de moda primavera-verano 2018. Ciudadanos ha encontrado otro sitio donde seguir dando su eterno mitin de campaña. A los socialistas les queda llorar desconsolados por las esquinas del Congreso lo malos que son sus compañeros de comisión, mientras juran y perjuran que no harán president de la Generalitat a nadie de derechas.

Ahora los populares les tienen entretenidos con la promesa de que la comisión arrancará de verdad después del 21-D, porque ahora no conviene enturbiar la campaña. Es el legendario abrazo mariano: ni una mala palabra, ni una buena acción; él nunca te dice que no a nada, pero al final siempre acaba saliendo aquello que le conviene. Los socialistas harían bien en empezar a preguntarse no ya si les están timando, sino cómo van a evitar que les acaben desplumando.