El PSOE y Ciudadanos han cerrado un acuerdo para la investidura de Pedro Sánchez sustentado en una reforma exprés de la Constitución. Se trata de cinco puntos tan diferentes que van desde la supresión de las Diputaciones o los aforamientos a los mandatos del presidente del gobierno por un máximo de cinco años, pasando por la reducción a 250.000 del número de firmas para una iniciativa legislativa popular y la despolitización de la justicia. Pedro Sánchez y Albert Rivera están, por lo que parece, muy satisfechos con su acuerdo y así lo han propagado en las últimas horas. Hay un pero, sin embargo, y no menor. Que nada de ello podrán llevarlo a cabo ni que se sume, en el último momento, Podemos, ya que una reforma de la Constitución precisa de la aprobación por tres quintas partes en el Congreso y en el Senado, y en esta última Cámara el PP tiene mayoría absoluta.

¿A qué obedece la escena de sofá de un acuerdo materialmente inviable? A teatro. No hay otra explicación. Hablar de una reforma de la Constitución sin contar con el Partido Popular es una quimera o enredar al personal. A menos que PSOE y C's no quieran incumplir los mecanismos establecidos en la misma Carta Magna para su reforma. Doy por supuesto que esto no será así, dado el interés que siempre han puesto a la hora de recordar lo que dice la Constitución y también de interpretarla.

¿Y Podemos? Pablo Iglesias apura su no a Sánchez exigiendo una ruptura con Ciudadanos para cambiar de opinión. Sus votos son necesarios por la vía del sí o de la abstención y ahí radica la fuerza de la formación morada. Otra cosa es que le entre, en el último instante, el vértigo de permitir la continuidad de Mariano Rajoy en la presidencia del Gobierno en funciones. Pero ese momento, aún no ha llegado.