Uno de los acuerdos suscritos entre PSOE y Ciudadanos para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno es el que afecta a la supresión de las Diputaciones provinciales, que datan de 1836 pero que siguen siendo unas grandes desconocidas para el conjunto de la ciudadanía. Lo son, por extrañas, para la gran mayoría de la gente, que las eliminaría sin pensárselo dos veces. No lo son, en cambio, para miles de pequeños municipios que dependen de la coordinación que desde la Diputación provincial se les pueda llegar a ofrecer para cubrir servicios que por si solos nunca podrían pensar en realizar. Pero lo cierto, lo que vale, es que en este tema Ciudadanos se ha llevado el gato al agua y ha puesto de los nervios a muchos barones socialistas que tienen en el organismo provincial hasta un total de 18 magníficas plataformas políticas para hacer y deshacer a su gusto.

Lo que, sin duda, no esperaban PSOE y Ciudadanos es que ese acuerdo les supusiera una identificación con los partidos independentistas catalanes simplemente porque su supresión es una vieja aspiración del catalanismo político, que defiende la supresión de las cuatro diputaciones catalanas y su transformación en siete vegueries, una organización mucho más acorde con la realidad administrativa de Catalunya y que una ley del Parlament ya aprobó en 2010. Sin embargo, la iniciativa sirvió de bien poco ya que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut también esquilmó la ley de vegueries. Ahora, Soraya Sáenz de Santamaría, desde el mismo lugar que cada viernes se lleva a cabo la conferencia de prensa del Consejo de Ministros, ha disparado con bala contra Ciudadanos y el mismo Albert Rivera ha acabado pareciendo un escudo humano de lo que siempre han sido reivindicaciones del catalanismo en este tema.

Y es que en la guerra (política) vale todo aunque los ciudadanos acaben creyéndose casi nada. Confundir a Rivera y a Sánchez con los nacionalistas catalanes o es un mensaje hecho a medida de Marhuenda o es publicidad encubierta de la extrema izquierda, que ve siempre a los que no son marxista-leninistas en el mismo bando.