Cuando se habla del uso del catalán, desde Catalunya tendemos a olvidar uno de los pulmones de la lengua: la Franja. Recientemente, por el puente de la Purísima, una amiga de Barcelona que pasó unos días por la comarca del Matarranya me dijo, gratamente sorprendida, lo feliz que había sido paseando por Vall-de-roures, Beseit o la Freixneda y oyendo hablar aquel catalán tan genuino. En la panadería, en el bar, en la farmacia, por la calle. Todo el mundo se dirigía a ella y la atendía en la misma lengua. "¡Se habla mucho más catalán que en Barcelona!" Pero es mucho más que eso: no se trata solo del uso social, es también la ingente tarea de recuperación de memoria y tradiciones que hacen las asociaciones de esta zona, con un trabajo de hormiguita imprescindible.

Con coraje, ilusión y compromiso mantienen viva la llama de una cultura común, que también incluye, como no, la vida fluvial de unos ríos y sus afluentes que vertebran una tierra. Sería injusto pensar que voluntarismo y profesionalidad no van de la mano. Demasiado a menudo se usa el valioso activismo para desvirtuar la calidad de un proyecto, como si desde la estima de base no se pudieran elaborar iniciativas de calidad. Una buena muestra de ello es L'Angorfa, la revista del Grup d'Investigació Coses del Poble, de Mequinensa, que publica anualmente y que justo ayer, domingo, presentó su octavo volumen.

En una sala Goya abarrotada, la dignidad que Franco quiso ahogar como castigo por su republicanismo y ateísmo, renació como crecían las riadas antes de que se construyeran las presas que anegarían una parte del Poble Vell, hoy todavía a medio levantar como símbolo de resistencia. Este volumen contiene artículos de alto nivel sobre historia, lengua o exilio, con interesantes investigaciones sobre los mequinenzanos en los campos nazis (obra de Miguel Ibarz), en torno a la influencia árabe en las palabras heredadas del río, como llaüt, arjau o galatxo (firmada por Maite Moret-Oliver y Javier Giralt), o también unos apuntes de Hèctor Moret referentes a la riqueza lingüística noroccidental en sus traducciones de Jesús Moncada.

Los mequinenzanos tienen un precioso catalán en la garganta que ya querrían muchos de los que se llenan la boca con la unidad de la lengua que después no practican, ni lo suficiente, ni bien

Precisamente, en el ejemplar presentado ayer, además de las habituales páginas de investigación, antropología y costumbres, hay un monográfico dedicado a este gran escritor, con motivo del vigésimo aniversario de su muerte. Encontramos textos de su actual editora, Maria Bohigas, del director teatral y dramaturgo Marc Rosich o del filólogo Artur Quintana, entre muchos otros nombres de una heterogénea lista que ronda la treintena de personas, que versan sobre la obra de Moncada desde diferentes puntos de vista. Un ejercicio de enriquecimiento de la memoria colectiva y de lengua compartida, no en vano una de las últimas actividades organizadas por la entidad Coses del Poble se llama "Letras que son puentes".

El acto se cerró con la actuación de los Hobby's, un grupo de música local que llevan sesenta años tocando juntos; seis décadas de amistad y canciones. De persistir y amar. De hacer red. Entre el público asistente: gente joven y numerosas personas mayores, viejas. Las miraba y pensaba: todas ellas han nacido en el Poble Vell y, por lo tanto, a todas se las echó de casa cuando el pantano se empezó a llenar. Cuánta historia en sus ojos. Con bastón, con arrugas, con un precioso catalán en la garganta que ya querrían muchos de los que se llenan la boca con la unidad de la lengua que después no practican, ni lo suficiente, ni bien. La lengua ha de resistir, como resistió Mequinensa hace décadas y como resiste hoy con un fuerte asociacionismo arraigado a la tierra y a un mundo que parece que desaparece pero que pervive en la palabra y en la gente que la defiende hablándola. Seamos dignos compañeros de camino y vecindad.