Gabriel Rufián es el Alfonso Guerra de Esquerra Republicana. Como Guerra, Rufián busca el aplauso fácil. Desde la tribuna o desde el escaño del Congreso de los Diputados español inventa la manera de que le rían la gracia o de amenazar a alguien con el estilo pijoaparte que tan bien le sienta. El episodio de la tramitación de los presupuestos y la disputa con Laura Borràs, que le llevó a hablar del precio de las chaquetas y de los bolsos, ha tenido continuidad en Twitter. Con un tuit amenazador, Rufián se soltó y, aunque todo el mundo acuse a los seguidores de Puigdemont de ultramontanos y radicales, él los señala como representantes del régimen del 78. El chico tiene ojo. Para terminar de pintar un panorama negro, el diputado Rufián pronostica dos noticias. Una mala: “La mala noticia es que la campaña del 14-F será la campaña más sucia de la historia. Ganar a sus herederos [¿del régimen del 78 o de CiU?] no saldrá gratis”. La buena noticia, dice él, es que Esquerra Republicana sabe cómo hacerlo.

¿Cuál es el precio que deberá pagar Esquerra Republicana para ganar a Junts? Los auténticos herederos de CiU están muy repartidos en una sopa de letras, refugiados en el PSC, o van por libre con apoyos bancarios y mediáticos exagerados, teniendo en cuenta la irrelevancia de sus dirigentes y sus partidos. Fèlix Riera, que es un destacado servidor del régimen del 78 de la mano de Duran i Lleida y que va saltando de un lugar a otro a la velocidad de la liebre, ha escrito un artículo en La Vanguardia, diario que no necesito calificar, y que quizás le aclarará las cosas al ínclito Rufián. Afirma Riera que constata “la plasmación del independentismo pragmático de ERC, recuperando el pactismo político, pero con el trasfondo legitimador del referéndum ilegal [el subrayado es mío] del 1 de octubre; la irrupción de una oferta política independentista más moderada para las próximas elecciones autonómicas, representada por el PDeCAT y el PNC. Son datos que priorizan la gobernabilidad de Catalunya a la independencia”. Si hiciéramos caso a Riera, el precio a pagar es olvidarse de la independencia. Convertirla en una especie de mantra idealizado que, como el socialismo para el PSOE, nunca se llega a alcanzar. Rufián ya ha dicho muchas veces que él no era especialmente independentista.

Rufián pronto será el pasado. Tanto si las encuestas aciertan y Esquerra Republicana gana las elecciones como si no, sus formas no servirán para este nuevo moderantismo que el establishment desea 

Antes del 27-O y de la fallida proclamación de la República Catalana, Rufián se apuntó a los hiperventilados que empujaban en dirección contraria a los hipoventilados como yo, que preferíamos convocar elecciones, acumular fuerzas, contando con la victoria que ya significaba poder celebrar el referéndum con una participación muy notable. Entonces Rufián se equivocó, como todo su partido, y ahora nos proponen volver a las formas del régimen del 78 con el eufemismo de la gobernabilidad. Que hay que gobernar en un momento como el actual es una obviedad, como también lo es que los consellers de Esquerra Republicana son un desastre en las áreas vitales que deben hacer frente a la pandemia. El último episodio de la purga realizada en el Departament de Treball i Afers Socials es escandaloso, como lo es la amenaza de Esquerra Republicana de que no volverán a sentarse con sus compañeros de Govern, con Junts, hasta que “paren las filtraciones y se establezca un pacto de lealtad”. Estaría bien que empezaran por hacer un acto de contrición.

Rufián pronto será el pasado. Tanto si las encuestas aciertan y Esquerra Republicana gana las elecciones como si no, sus formas no servirán para este nuevo moderantismo que el establishment —de derechas y de izquierdas— desea para que el octubre de 2017 se convierta en un nuevo episodio fallido del movimiento de liberación nacional catalán. Dicen que Lluís Companys dijo que después del 6 de Octubre los hiperventilados de entonces ya no le podrían acusar de tibieza. Ahora Rufián busca el aplauso de los desechos del régimen del 78 — apuntalados por Podemos— y así hacerse perdonar el pecado de la incongruencia