1. La política es como el teatro. Necesita atrezzo. No sé si se acuerdan que el 20 de diciembre de 2018 —a las 19:12 h, en concreto— arrancó el encuentro entre los presidentes de la Generalitat, Quim Torra, y del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de Pedralbes de Barcelona. Desde la Generalitat se insistía que aquella era una “cumbre entre gobiernos” porque, además de los presidentes, también estaban presentes los vicepresidentes Carmen Calvo y Pere Aragonès, así como la consejera Elsa Artadi y la ministra Meritxell Batet. El Gobierno trabajó mucho para imponer el relato que aquel no era un encuentro bilateral y que la reunión había sido solo entre presidentes. Formalmente fue así, porque los consejeros y los ministros se reunieron aparte, pero el objetivo del encuentro era acordar un mecanismo de diálogo fluido entre los gobiernos de Madrid y Barcelona para debatir la propuesta política que el presidente Torra entregó a Pedro Sánchez. El servicio de protocolo se resistió a la foto de familia para evitar dar la imagen de bilateralidad que reclamaba la Generalitat. Al final hubo una foto conjunta y cada delegación vendió el encuentro como consideró conveniente. Aun así, de aquella reunión salió la ‘Declaración de Pedralbes’, que fue suscrita por los dos gobiernos y constataba que había un “conflicto sobre el futuro de Catalunya” al cual se debía dar “una respuesta democrática” en un “marco de la seguridad jurídica”. La declaración estuvo a punto de “naufragar” precisamente por este último concepto: el Gobierno reclamaba alguna referencia a la Constitución, al Estatut y a la ley, y la Generalitat, no. Al final el concepto “seguridad jurídica”, más inconcreto, salvó el encuentro. Salta a la vista que aquello no tuvo continuidad.

2. El tira y afloja entre los servicios de prensa y protocolo de los dos gobiernos empezó en el mismo momento que Torra y Sánchez se sentaron en unos sofás de color gris marengo. En una mesilla situada en el cruce entre estos dos sofás había dos flores amarillas, el color de los lazos con los que el independentismo reivindica, todavía hoy, la libertad de los represaliados y exiliados. El detalle floral no pasó desapercibido a los de protocolo de la Moncloa. A pesar de que reaccionaron tarde, en el momento de tomar la fotografía del cara a cara entre presidentes, el jefe de protocolo monclovita salió por detrás para colocar una maceta con una flor de Pascua roja entre las dos amarillas para intentar formar una rojigualda vegetal. Con las flores amarillas la Generalitat pretendía hacer visible la aspiración de libertad, la flor roja, introducida furtivamente por un hombre encorbatado y con traje negro, era la respuesta nacionalista del Gobierno a un conflicto que entonces no sabía cómo encarar. El president Torra, que tiene otros muchos defectos, aquella vez tenía razón cuando quiso resaltar la idea que dialogar debía comportar negociar, también, la amnistía y la autodeterminación. La conclusión es que al fin la libertad triunfó. A medias, en realidad, porque los indultos, a pesar de que hay que celebrarlos, son una especie de libertad condicional y todavía no se ha resuelto la situación de los cerca de tres mil encausados durante estos años ni la de los exiliados. 

3. En 2018, la Comisión Bilateral también se reunió antes del encuentro entre los gobiernos. Fue el 1 de agosto. Este año fue el 2. Ninguna de las dos reuniones ayudó a avanzar en el camino de la resolución del conflicto. El 26 de febrero de 2020, poco antes de que se declarara el estado de alarma para afrontar la pandemia, se celebró en la Moncloa otra reunión entre los gobiernos del Estado y de la Generalitat. Pactaron un comunicado conjunto que empezaba así: “Hoy, 26 de febrero de 2020, se ha constituido la mesa bilateral de diálogo, negociación y acuerdo para la resolución del conflicto político, que ha estado liderada por el Presidente del Gobierno de España, D. Pedro Sánchez, y el President de la Generalitat, D. Quim Torra. Los integrantes son: por el Gobierno de España, Carmen Calvo, Pablo Iglesias, María Jesús Montero, José Luis Ábalos, Carolina Darias, Salvador Illa y Manuel Castells; y por el Govern de Catalunya, Pere Aragonès, Alfred Bosch, Jordi Puigneró, Elsa Artadi, Marta Vilalta, Josep Maria Jové y Josep Rius”. El subrayado es mío. En este comunicado se comprometían a reunir esta mesa “mensualmente” y a hacerlo de manera alternativa entre Barcelona y Madrid, además de recuperar otra vez el concepto “seguridad jurídica” para señalar cuáles eran los límites de los acuerdos que se adoptarían en la mesa. Ninguna mención a la Constitución, ni al Estatut ni cualquier otra referencia jurídica que fundamenta el régimen del 78.

4. En 2018, Pedro Sánchez se vio obligado a trasladarse a Barcelona porque la movilización popular independentista era intensa y sostenida. Sánchez aprovechó la reunión de Pedralbes para celebrar al día siguiente una sesión del Consejo de Ministros en la Llotja de Mar. La policía tuvo que acordonar la zona para contener la manifestación multitudinaria que lo acompañó. Desde la noche anterior, los CDR iban de aquí para allá de la ciudad al grito de “Desbordémosles”. Ahora, en cambio, el presidente del Gobierno torea al presidente de la Generalitat con total impunidad y se permite el lujo de ningunearlo. El equipo visitante vuelve a ser el catalán, porque, aunque juega en casa, a estas alturas no sabe quién tendrá delante. No solo nadie aclara qué se discutirá en la nueva reunión de Barcelona, sino que el Gobierno insinúa que su presidente seguramente no asistirá a la reunión, circunstancia que por lo que se ve que no preocupa al carismático líder de los republicanos. Además, para los partidos de la coalición gubernamental española el punto de partida y de llegada de esta nueva mesa de diálogo (que ya no es de “negociación y acuerdo”) tiene que ser la Constitución de 1978. La pandemia frenó en seco las movilizaciones y el Estado lo ha querido aprovechar para proclamar el fin del procés con la concesión de los indultos. Forzados por el revés del Consejo de Europa y precedidos de declaraciones de “buena conducta” de algunos de los indultados; aun así, Pedro Sánchez quiere aparentar que el conflicto con Catalunya ha dejado de ser uno de los grandes problemas de España. Retoma la "estrategia de la indiferencia" que practicó Mariano Rajoy entre 2014 y 2017. Administra metadona a los republicanos, de la mano de Unidas Podemos, para sumarlos a los planes del PSOE. Esta es una buena ocasión para demostrarles que no van a “desintoxicarnos” del ideal. Si a la reunión no asisten ni Sánchez ni Aragonès, que es el rumor que corre, los consejeros de Junts tampoco deberían a asistir a ella. Al fin y al cabo, esta no es su estrategia y sería irónico que acabase presidiendo la “mesa de diálogo” el vicepresident Puigneró. Sería avanzar de suicidio en suicidio hasta la derrota final de los postulados independentistas.

5. La fuerza y contundencia de las movilizaciones es lo que ha mantenido vivo el jaque independentista al Estado en la “gloriosa década soberanistaEl nacionalismo español, en la versión ideológica que sea, solo se ha sentido amenazado cuando los gobiernos independentistas tenían a la vez la legitimidad democrática electoral y el apoyo de la gente en la calle. El establishment catalán, que es la quinta columna que siempre apoya al Estado —hoy en día o en 1936 o en 1940—, ha trabajado muy intensamente para acabar con el procés. Las huestes de Sánchez no han necesitado un gran vigor imaginativo para ablandar voluntades. La respuesta de los partidos catalanes ha sido, en cambio, desconcertante. Todas sus respuestas son burocráticas. Los republicanos quieren “normalizar” Catalunya, seducidos por un moderantismo, que es tan impuesto como estéril; mientras que los independentistas apelan, un día sí y otro también, a una DUI imaginaria sin reorganizar a la gente, y con el Consell per la República a medio organizar. Claro está que su principal problema es que no saben si tienen un partido o no. La cronología de las reuniones entre gobiernos, y cómo se interpretaba lo que se tenía que discutir en ellas, ha cambiado. Como ya escribí en mi anterior columna, la “mentalidad de perdedor” se ha apoderado del presidente Pere Aragonès. Este mal, debemos reconocerlo, Torra no lo sufrió jamás. Parece que la presidenta de la cámara catalana, Laura Borràs, tampoco está contaminada por el virus de la rendición y ha decidido homenajear, contra viento y marea, a las “víctimas de la represión” concediéndoles la Medalla de Honor del Parlamento. Viendo la reacción de según quien, queda demostrado el acierto de la decisión. La independencia se ganará con el empoderamiento de la gente y cuando los partidos ayuden a incrementar su fuerza en vez de anestesiarla. La ética y la estética son solo un buen argumento, lo importante es no dejar la lucha al azar. Con Sánchez o sin él, recibamos como corresponde a la delegación española.