En una entrevista del 12 de enero de 2011 del diario Ara con Joan Carretero, líder de Reagrupament y antiguo consejero de la Generalitat, afirmaba rotundo: “ERC tiene que ser el pal de paller del independentismo”. Los republicanos acababan de perder 11 diputados en las elecciones del 28-N, las que ganó Artur Mas con 62 escaños después de siete años de coalición de ERC con PSC e ICV-EUiA. ERC fue reduciendo su perímetro, precisamente, por las disputas que había protagonizado el exalcalde de Puigcerdà y por los efectos devastadores del segundo tripartito. Perdió la mitad de los votos que obtuvo en 2006 y los regaló a CiU. ERC podía aspirar a ser el pal de paller del independentismo porque en aquel tiempo electoralmente solo rondaba el 12% del electorado, si añadimos a los republicanos los votos de SI de un Joan Laporta menguante y RCat al borde de la desaparición. El independentismo estaba todavía en la minoría de edad, a pesar de que ERC hubiera llegado a tener un gran protagonismo por el hecho de ser el socio necesario para la formación de los dos tripartitos y proclamar presidentes a Pasqual Maragall y José Montilla.

CiU era entonces una federación de dos partidos autonomistas, CDC y UDC, que desde 1980 hasta 2004 gobernó la Generalitat con la convicción de que ellos eran, según la conocida metáfora de Jordi Pujol, el pal de paller de la política catalana. En el programa económico y social de CDC, editado en enero de 1977, antes de las primeras elecciones, este objetivo se explicaba así: “CDC, en su voluntad de vertebrar un gran movimiento nacionalista catalán, se dirige principalmente a la gente nacionalista y demócrata, a la gente con actitud constructiva y con mentalidad de hacer país”. La intención era clara. CiU quería obtener la hegemonía —que intelectualmente no consiguió jamás— a través del control del poder, entendido como lo definió Bertrand Russell en su conocido y controvertido libro de 1938. Los buenos caudillos son los que tienen la habilidad de conseguir lo que se proponen independientemente del relato ideológico que defiendan. Y Pujol lo consiguió. Maragall, también, pero de forma más limitada.

Desde la muerte en vida de Pujol y la extinción de CiU, el pal de paller se desplomó, en parte porque ya estaba carcomido por la corrupción. En los círculos convergentes no gusta, porque les hiere, que se les recuerde el impacto de la corrupción sobre el partido. Y sin embargo, ¿es que no es verdad que la decadencia convergente, que les llevó a cambiar de nombre el 2016, fue provocada por los casos Casinos, Palau, Innova, Pretòria y Pujol, que salpicaron a la mayor parte de la cúpula del partido? Todos estos casos de corrupción —y otros muchos, que afectaron al PSC y a UDC— respondían al patrón generalizado de corrupción que ha caracterizado el régimen del 78. La irrupción de Podemos es consecuencia de esto y la de Ciudadanos, también, si bien en este caso se debe añadir el componente étnico de un españolismo recalcitrante. El pal de paller cayó mientras crecía el independentismo, que en una década pasó de aquel exiguo 12% al 48% actual sencillamente porque las llamadas despectivamente tietes convergentes se decantaron plenamente por la secesión. Sin este giro no habría pasado lo que ha pasado. La ANC se convirtió en el pal de paller del independentismo como heredera del movimiento de las consultas del 2009 y de la antigua Plataforma pel Dret de Decidir (PDD). Por eso la cúpula de la Asamblea también fue escenario de las disputas entre partidos para controlarla. Después se añadió Òmnium.

Desde la muerte en vida de Pujol y la extinción de CiU, el pal de paller se desplomó, en parte porque ya estaba carcomido por la corrupción

Cuando recuperó el Govern, en plena crisis económica, después del decepcionante intento de abrirse a la sociedad con la Casa Gran del Catalanisme, la incapacidad de los responsables económicos para explicar las medidas de ajuste, que a ojos de todo el mundo se convirtieron en los “recortes”, CiU se desplazó hacia la derecha y el pal de paller en una caricatura en manos de personajes oscuros, mayoritariamente incapaces pero de una arrogancia increíble. No entendieron que el pal de paller pujolista consistía en dirigir una política nacional de verdad, fundamentada en el consenso social y no en argumentos ideológicos. Artur Mas tuvo que afrontar la desconstrucción del pujolismo con un personal político que curiosamente tenía pocas ideas políticas. Los recortes provocaron la indignación popular porque se intentaron justificar ideológicamente. Mas se rodeó de gente conservadora y al hacerlo empezó a organizar él mismo su funeral. Luego le sucedieron liderazgos intrascendentes, como Marta Pascal. Lo que en España fue el 15-M, aquí finalmente cuajó en el independentismo. Piensen en la evolución de Albano-Dante Fachin y lo entenderán. Ha pasado de ser uno de los promotores de la revista cafèambllet.com, creada en 2011 para dar difusión a la investigación sobre el funcionamiento y la mala gestión de los hospitales públicos de Blanes y Calella, a ser el cabeza de lista del Front Republicà, la candidatura aupada por Poble Lliure, la facción más claramente independentista de la CUP.

En una entrevista reciente de Andreu Barnils con Joan Tardà, el antiguo portavoz de ERC en el Congreso dijo lo siguiente: “ERC está destinada a ser el pal de paller de la construcción de la República”, porque está apoderándose, según él, de la centralidad. Dejando a un lado que el miedo provocado por la represión haya conseguido modificar el comportamiento de los dirigentes republicanos, cosa muy humana, esta es la razón por la que ERC no habla de independencia ni quiere seguir el consejo de Joan Carretero y convertirse en el eje del independentismo. Y es que, al final, el pal de paller pujolista tampoco era exactamente nacionalista y ERC sigue el ejemplo. El huracán independentista cívico, sumado a la crisis económica, demostró la debilidad del autonomismo, la debilidad del independentismo político, enzarzado en autodestruirse, no se curará volviendo al pasado. A un pasado imperfecto. Si ERC quiere convertirse en lo que Tardà describe en su entrevista, ¿por qué no acepta formar una candidatura conjunta con Carles Puigdemont? El impacto sobre la pretensión de convertir ERC en el nuevo pal de paller sería muy superior a la decisión de poner a un Maragall para encabezar la lista municipal en Barcelona o tener como aliados a los restos de UDC. Si lo hiciera tendría el voto de las tietes convergentes. Entretanto se tendrá que conformar con caer en el mismo error que sepultó a Mas. Poner el partidismo, el caudillismo de Russell disfrazado de ideología, por encima del proyecto nacional. Tardà habla solo de cómo llegar al poder y dirigir el cotarro. Lo demás es atrezo.