José María Giménez se ha vestido de héroe para regalarle a Uruguay su primera victoria con un cabezazo sobre la bocina. El Grupo A, después de la victoria de Rusia en el partido inaugural, empieza sin sorpresas.

Poco fútbol

Había muchas esperanzas depositadas en una selección de Uruguay a medio camino de renovarse. El talento de los jóvenes podía cuajar entre la vieja guardia que afronta el Mundial como una de las últimas reválidas. Pero no ha sido así. El dominio inicial de los sudamericanos se ha ido diluyendo con el paso de los minutos.

Luis Suárez y Edinson Cavani, sus dos estrellas, se perdían en luchas estériles contra la defensa egipcia, muy bien situada por delante la frontal del área. El gol anulado a Suárez ha sido un espejismo que no ha evitado los problemas de creación de Uruguay, inoperante en el medio del campo. La superioridad sobre el papel no se traducía en el césped.

Mohamed Salah, estrella de Egipto, miraba el partido desde el banquillo después de no recuperarse a tiempo de la lesión que le provocó Sergio Ramos en la final de la Champions League. Sus compañeros no negociaban ningún esfuerzo y se hacían fuertes en cada jugada dividida.

El descanso ha servido para que Suárez tuviera su mejor ocasión, desde el área pequeña, pero ha seguido negado de cara a gol. La falta de puntería de Uruguay daba alas a Egipto, que lo fiaba todo al contragolpe.

Las dos selecciones han llegado al tramo final con las cartas marcadas. Los uruguayos no se podían permitir empezar el torneo empatando. Los egipcios tenían que proteger el resultado con sabor a victoria. Cavani ha estrellado una falta en el palo. El asedio parecía insoportable. Y la insistencia de los sudamericanos ha tenido premio.

El central del Atlético de Madrid Giménez ha provocado una falta lateral que él mismo ha rematado con la cabeza para romper el 0-0. Todo eso, a falta de un minuto para llegar a los 90. Uruguay, fiel a su tradición, supera la primera jornada gracias al amor propio de sus futbolistas.