Mercedes-Benz ha dado un paso clave en la evolución del coche eléctrico al confirmar la llegada de su batería de estado sólido antes de que termine la década. Este avance permite alcanzar autonomías superiores a los 1.000 kilómetros en condiciones reales, una cifra que hasta ahora resultaba inaccesible con la tecnología actual basada en electrolitos líquidos. Con ello, la marca alemana se adelanta a buena parte de la competencia y consolida su apuesta por el desarrollo propio de tecnologías de almacenamiento energético.

La nueva batería permite una densidad energética hasta un 40 % superior sin aumentar el volumen ni el peso. Este salto cualitativo se traduce en mayor eficiencia, más autonomía y tiempos de recarga mucho más reducidos. En los primeros prototipos, derivados del EQS, se han alcanzado distancias que superan los 1.000 km con una sola carga, frente a los cerca de 800 km de las versiones actuales de producción.

Además de ofrecer un rango ampliado, las baterías de estado sólido aportan ventajas determinantes en aspectos clave como la seguridad térmica, la durabilidad o la resistencia a la degradación. Mercedes ya ha comenzado las pruebas dinámicas con vehículos de desarrollo que circulan en condiciones reales, un indicio claro de que la tecnología ha alcanzado un nivel de madurez suficiente para avanzar hacia su industrialización.

Lo destacable en este caso es que, más allá de la innovación puntual, el fabricante ha fijado una hoja de ruta precisa para su llegada al mercado, con planes de producción en serie escalables a partir de 2028.

Autonomía, seguridad y eficiencia en un nuevo paradigma eléctrico

El desarrollo de esta batería incorpora materiales sólidos en lugar del electrolito líquido habitual, lo que permite integrar ánodos de litio metálico con una capacidad de carga muy superior. Esta estructura mejora no solo la densidad energética, sino también la velocidad de carga, con previsiones que apuntan a una recuperación del 80 % en menos de diez minutos.

 

Mercedes ha trabajado también en sistemas específicos de control térmico y estructural, incluyendo soluciones para gestionar la expansión interna de las celdas durante los ciclos de carga. Esto permite mantener la estabilidad estructural y prolongar la vida útil del conjunto, aspectos fundamentales para el uso intensivo en turismos de alta gama.

Por otro lado, el proyecto no se limita a una solución experimental. La marca ya ha iniciado colaboraciones estratégicas con proveedores tecnológicos especializados y está integrando esta nueva química en plataformas modulares existentes, lo que facilitará su implementación progresiva en modelos de gran volumen.

Cabe destacar que este avance redefine las barreras de uso del vehículo eléctrico, acercando su comportamiento y autonomía a los estándares de los motores térmicos sin comprometer la sostenibilidad ni el confort. Con autonomías por encima de los 1.000 km, el acceso a puntos de recarga pierde relevancia como factor limitante, especialmente cuando se combina con infraestructuras de alta potencia.

En conjunto, el desarrollo de la batería de estado sólido por parte de Mercedes-Benz representa un punto de inflexión en la industria del automóvil eléctrico. Su llegada prevista para finales de la década confirma que el salto tecnológico ya no es una promesa, sino una realidad en marcha.