El último informe de calidad inicial elaborado por J.D. Power para el mercado norteamericano ha dejado en evidencia a varias marcas premium, tradicionalmente asociadas al prestigio y a la excelencia técnica. Audi encabeza la lista de fabricantes con mayor número de problemas detectados durante los primeros 90 días de uso, con 269 incidencias por cada 100 vehículos. Volvo le sigue de cerca con 258 defectos, cifras muy por encima de la media general del estudio, situada en 192 fallos. Aunque centrado en Estados Unidos, este informe ofrece una radiografía que puede extrapolarse a otros mercados globales, al reflejar tendencias comunes en la experiencia de cliente con modelos tecnológicamente complejos.
Los principales puntos críticos no se encuentran en los apartados mecánicos, sino en el ámbito de la tecnología: sistemas multimedia, conectividad, funciones de asistencia y pantallas táctiles concentran una gran parte de las incidencias. Solo el apartado multimedia representa en promedio 43 problemas por cada 100 coches, lo que deja clara la dificultad que afrontan los fabricantes para ofrecer soluciones digitales avanzadas sin comprometer la usabilidad o la fiabilidad. Lo destacable en este caso es que los modelos con mayor grado de electrificación, como los híbridos enchufables, presentan todavía más errores: 237 frente a los 212 de los eléctricos puros o los 196 de los híbridos convencionales.
Tecnología avanzada, fiabilidad en entredicho
El contraste con las marcas generalistas asiáticas es notable. Lexus, Hyundai y Nissan se sitúan entre las mejor valoradas, todas ellas con índices por debajo de los 170 fallos por cada 100 vehículos. Frente a estas cifras, la posición de las marcas premium europeas refleja una pérdida de competitividad en uno de los aspectos clave del producto: la calidad percibida desde el primer momento de uso. En este sentido, el informe apunta claramente a que la complejidad tecnológica no siempre se traduce en mayor satisfacción, especialmente cuando los sistemas de a bordo fallan en tareas básicas como emparejar un teléfono, ejecutar comandos o mantener la estabilidad de las interfaces digitales.
Por otro lado, se observa una correlación entre el nivel de sofisticación técnica de un vehículo y su propensión a los errores iniciales. Las firmas que han optado por una evolución tecnológica más pausada muestran mejores resultados, lo que refuerza la idea de que no basta con innovar: es imprescindible validar de forma sólida cada integración antes de llegar al cliente. No es ningún secreto que el desarrollo acelerado de funciones de conectividad y automatización está poniendo a prueba la capacidad de las marcas para mantener sus estándares de calidad.
El estudio de J.D. Power 2025 evidencia, así, una desconexión creciente entre la reputación histórica de ciertas marcas y el rendimiento real de sus productos. El segmento premium se enfrenta al desafío de recuperar la fiabilidad como valor esencial, especialmente en un contexto donde la tecnología —más que un atributo diferenciador— puede convertirse en el principal motivo de frustración.