Los dos movimientos de la cúpula del Banc Sabadell de convocar un intempestivo miércoles de agosto sendas juntas extraordinarias de sus accionistas, para validar en una la venta del banco británico TSB al Santander por 3.361 millones de euros y en otra el dividendo extraordinario asociado a la operación de 2.500 millones, se han saldado con un éxito abrumador. No estaba en juego el resultado final, que se había ido consolidando en las últimas semanas, pero sí que había un interrogante sobre el porcentaje de aprobación y si dejaba algún resquicio que evidenciara ni que fuera un mínimo foco discrepante con la línea marcada por el presidente de la entidad vallesana, Josep Oliu.
El resultado final disipa todas las dudas: afianza la estrategia del banco catalán, es un escollo importante —veremos si definitivo— después de la incertidumbre sembrada por el consejero delegado del banco vasco, Onur Genç, para la OPA hostil lanzada por el BBVA hace ya quince meses y le marca como único camino para seguir adelante algo a lo que siempre se ha negado, mejorar significativamente la oferta hecha en su día. Las cifras de las dos juntas de accionistas no pueden ser más significativas. En la primera, la venta de TSB al Santander, la decisión se adoptó sin ningún voto en contra o abstención entre los 500 accionistas presentes en el recinto ferial de la capital vallesana —una representación récord en los últimos 20 años— y un clamoroso 99,6% de votos a favor, contando los votos delegados. En total, un 71% del capital del Sabadell y un 75% de los que tienen derecho a voto.
En la segunda junta de accionistas, el resultado no varió en exceso, ya que participó el 69,5% del capital del banco, con un apoyo histórico al dividendo de 2.500 millones. Se mire como se mire, es obvio que el Sabadell ha demostrado unidad en la toma de decisiones y se ha puesto una vez más de manifiesto que Oliu es un magnífico jugador en situaciones comprometidas. Así, ha llevado la partida lo más lejos que podía y le ha dado la vuelta a algo que el 11 de mayo de 2014, cuando el BBVA presentó la OPA valorada en cerca de 12.000 millones de euros, dirigida a la totalidad de las acciones del Sabadell y condicionada a alcanzar más del 50% de aceptación de los accionistas, parecía imposible. Ahora, además, con una prima negativa a la OPA inicial moviéndose alrededor del 10%. El Sabadell se hace lo más fuerte posible con estos dos movimientos, amarga el verano al BBVA y ahora tiene que esperar a conocer cuál es la respuesta de la entidad presidida por Carlos Torras, que, por ahora, ha optado por guardar silencio.
El Sabadell se hace lo más fuerte posible y amarga el verano al BBVA
Un mutismo que, obviamente, no podrá durar muchas horas, ya que la presión del mercado va a obligar al BBVA a emitir un pronunciamiento. Vamos a ver como impacta en la entidad vasca no solo la unanimidad de los asistentes a las propuestas del tándem Oliu-González Bueno, sino el apoyo del 75% del capital del Sabadell que tiene derecho a voto. Porque, aunque en las dos juntas de accionistas no se votaba la OPA directamente, sí que había un claro mensaje subliminal de fondo. El BBVA tendrá que escoger una entre las tres opciones posibles que tiene: retirarse, aumentar el precio o seguir con la OPA en las mismas condiciones. Los que conocen a Torres señalan que la primera está lejos de ser la preferida, a menos, a título personal. Entre otras cosas, porque siempre que se le ha preguntado ha dicho que no era una opción. Incluso, cuando el Gobierno le impuso unas condiciones más difíciles: mantener personalidad jurídica propia, patrimonios separados y autonomía de gestión durante, al menos, tres años, con la posibilidad de llegar a ser cinco. Si no se retira, lo suyo sería elevar el precio de la OPA, pero también lo ha negado cada vez que se le ha preguntado en público. Le queda seguir adelante sin tocar las condiciones. Una jugada, aparentemente, sin recorrido.