El sistema de etiquetas medioambientales de la DGT nació en 2016 con un objetivo muy concreto: distinguir a los coches según sus emisiones y favorecer a los más limpios en las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Sin embargo, con el paso de los años, ese modelo se ha quedado desfasado. Hoy, los expertos coinciden en que ya no refleja con precisión la realidad de los vehículos que circulan por nuestras calles. Y ahora la propia Dirección General de Tráfico reconoce que la reforma no es solo necesaria, sino inevitable.
En una reciente entrevista en RNE, el director general de Tráfico, Pere Navarro, fue claro. Aseguró que “el sistema actual ha quedado superado” y que la pelota está en el tejado de los ministerios de Industria y Transición Ecológica. Según sus palabras, la DGT actúa únicamente como ejecutor de las directrices políticas. En cuanto reciba la luz verde, podrá lanzar la propuesta y materializar la actualización de las etiquetas.

Las etiquetas de la DGT están a punto de cambiar de como las conocemos hoy en día
La clave está en qué cambiará exactamente. Hasta ahora, la clasificación se ha basado en el tipo de motor y en la fecha de matriculación. Esto ha provocado situaciones polémicas: un coche con un sistema microhíbrido (MHEV) o alimentado por gas (GLP o GNC) recibe la etiqueta ECO, aunque apenas reduzca emisiones, mientras que un diésel moderno y eficiente queda relegado a la C. El resultado ha sido una etiqueta que muchos perciben como injusta y poco transparente.
La novedad principal que se baraja es revolucionaria: pasar de un criterio tecnológico a uno basado en las emisiones reales. De esta forma, dos coches con la misma tecnología y año de matriculación podrían tener etiquetas distintas según cuánto contaminen en realidad. Esto acercaría el sistema español a lo que ya aplican otros países europeos, alineando la clasificación con el verdadero objetivo: mejorar la calidad del aire en las ciudades.
La intención es encontrar unas medidas más justas
Aunque no se han detallado fechas ni medidas concretas, se habla de varios puntos clave. Entre ellos, una mayor diferenciación entre híbridos enchufables, híbridos convencionales y microhíbridos, una revisión de los diésel más recientes y una mejor adaptación a la normativa europea. De esta forma, el sistema premiaría a los modelos realmente eficientes y penalizaría a aquellos que solo cumplen en teoría, pero no en la práctica.

Navarro también quiso enviar un mensaje de tranquilidad a los conductores. Cualquier reforma no tendrá efectos retroactivos negativos. En otras palabras, quien hoy tenga una etiqueta no se quedará sin ella de un día para otro ni perderá el acceso a las ZBE. El cambio será progresivo y orientado al futuro, no un castigo inmediato a quienes ya confiaron en la clasificación actual.
Lo que sí parece evidente es que las etiquetas medioambientales que hoy lucen millones de coches en sus parabrisas tienen los días contados. Cumplieron su función en su momento, pero el avance tecnológico y las exigencias ambientales piden un sistema más justo, claro y adaptado a la realidad.