A las 6.00 de la mañana del 7 de octubre de 2023 -este martes hace dos años-, comandos de Hamás y otras milicias palestinas lanzaron una ofensiva sin precedentes contra el sur de Israel, donde perpetraron una matanza que desencadenaría la destrucción total de la Franja de Gaza y se cobraría la vida de 67.000 vidas palestinas. Uno de los escenarios más mortíferos de aquel 7-O fue el festival electrónico Supernova, cerca de la ciudad israelí Re’im y a menos de seis kilómetros del enclave palestino.
Cuando aparecieron los primeros proyectiles en el cielo, el DJ detuvo la música y miles de jóvenes intentaron huir hacia la carretera 232, donde el atasco en la salida se convirtió en una ratonera convertida en un auténtico cementerio. Muchos asistentes se escondieron debajo del escenario, en los lavabos o entre los árboles, otros corrieron a campo abierto hacia el este y otros se tiraban al suelo y se hacían los muertos. Los terroristas, llegados en motocicletas, camionetas y parapentes motorizados, dispararon contra vehículos, lanzaron granadas a los refugios de carretera y capturaron a cientos de rehenes. El ejército israelí sitúa el balance del festival en 378 muertos y 44 secuestrados. Además, en el conjunto de los ataques del 7 de octubre, el recuento es de unos 1.200 muertos y 251 personas llevadas hacia Gaza.
Pero el conjunto de ataques del 7-O conllevaba una planificación metódica, minuciosa y exhaustiva de muchos meses, los terroristas lanzaron más de 2.000 cohetes desde Gaza hacia Israel para saturar las defensas y desviar la atención de la valla fronteriza. A las siete de la mañana, miles de gazatíes la cruzaron en varios puntos sin ningún tipo de oposición, algunos a pie, otros con parapentes motorizados o vehículos ligeros, poniendo en evidencia la vulnerabilidad de la inteligencia israelí, supuestamente la más eficaz del mundo y un país, también supuestamente, impenetrable. Los mandos de Hamás avanzaron unos seis kilómetros hasta el festival de música Supernova, donde la celebración se transformó en una de las mayores masacres de la historia de Israel. La confusión inicial, la escasez de órdenes claras y el foco militar puesto en el frente norte alargaron horas la respuesta efectiva por parte de Israel. Los terroristas atacaron todas las comunidades, pueblos y ciudades que veían a su paso y avanzaron casa por casa mientras muchos residentes se refugiaban como podían, la gran mayoría de ellos sin éxito. Aquel día acabó convirtiéndose en el día más mortífero de la historia de Israel y dio paso a una devastadora guerra en Gaza.
🇵🇸 | La Brigada Al-Qassam de Hamás revela imágenes de su "Escuadrón Saqr", operando con parapentes en los recientes ataques terroristas al sur de Israel. pic.twitter.com/iwiDRGbmwB
— UHN Plus (@UHN_Plus) October 8, 2023
MIRA: Terroristas de Hamás disparan indiscriminadamente contra los baños durante el Nova Music Festival.
— Israel Defense Forces (@IDF) October 13, 2023
Esto solo demuestra que a Hamás no le importa a quién: simplemente matan. pic.twitter.com/Ve0u9HRLWT
La guerra, los 67.000 muertos y los rehenes
Al día siguiente, Israel respondió con una ofensiva a gran escala sobre Gaza. Dos años después, la franja es prácticamente irreconocible: ciudades enteras arrasadas, hospitales derribados y casi toda la población desplazada varias veces dentro de un territorio pequeño y cerrado. El Ministerio de Salud de Gaza cifra más de 67.000 muertos y cerca de 170.000 heridos, la gran mayoría, más del 90%, civiles.
Otro elemento que sigue marcando la memoria del 7 de octubre son los rehenes. Del total de 251 personas secuestradas, intercambios y operaciones militares han permitido recuperar una parte, pero aún quedan cerca de medio centenar. Se calcula que una veintena continúan con vida, aunque la información es fragmentada y contradictoria. Las familias de estos rehenes se han convertido en una voz insistente e incómoda para el gobierno israelí, que exigen acuerdos y ponen rostro humano a un drama que no se ha cerrado. Todo esto bajo el lema ‘Bring Them Home Now’.
Israel, dividido y sin victoria clara
El primer ministro Netanyahu había fijado dos objetivos desde el comienzo: liberar a todos los rehenes y destruir a Hamás. Dos años después, ninguno de los dos se ha cumplido. El ejército israelí afirma haber eliminado a mandos clave y a miles de terroristas, pero Hamás continúa operando de manera más descentralizada y mantiene capacidad de combate irregular. La sociedad israelí vive profundamente dividida, ya que las familias de rehenes y muchos sectores civiles reclaman priorizar un acuerdo, mientras el ala más dura del gobierno insiste en mantener la presión militar e incluso abrir la puerta a una anexión parcial de Gaza.
Hamás dos años después
A pesar de haber sufrido golpes muy duros, Hamás sigue siendo un actor activo en Gaza. El movimiento ya no tiene la misma estructura jerárquica de antes del 7 de octubre, ya que su red se ha descentralizado y opera en formato de guerrilla. Esto significa que sus mandos son más cortos y fragmentos, pero también más difíciles de desmantelar. Según fuentes de seguridad, la organización mantiene capacidad para coordinar emboscadas, ataques puntuales y acciones irregulares contra las tropas israelíes, incluso en zonas que teóricamente habían sido “limpiadas”. Militarmente, el grupo terrorista Hamás ha perdido muchos dirigentes e infraestructuras, pero ha demostrado capacidad de adaptación. Han reabierto y reconstruido los túneles destruidos por Israel, han abierto nuevas formas de aprovisionamiento y han hecho crecer su reclutamiento, sobre todo entre jóvenes que han crecido bajo la guerra. El apoyo material exterior es más limitado que antes, pero aún existen redes regionales que le dan oxígeno.
Políticamente y socialmente, su control sobre la Franja es mucho más débil. Muchas familias lo acusan de haber provocado la catástrofe actual y de haberse escondido mientras la población civil sufría los bombardeos. Al mismo tiempo, sin embargo, Hamás sigue capitalizando el discurso de la "resistencia" ante Israel. En zonas desestructuradas, bandas y clanes locales han llenado el vacío, creando una situación de inestabilidad que juega a su favor.
¿Qué queda después de dos años?
La guerra ha dejado un balance ambiguo. Israel ha infligido graves daños a Hamás y ha deteriorado su capacidad de gobernar Gaza, pero no ha conseguido ni liberar a todos los rehenes ni eliminar la organización. Hamás, por su parte, no ha obtenido ninguna victoria militar decisiva, pero ha sobrevivido y aún capitaliza el relato de la resistencia. Mientras tanto, la población civil de Gaza sufre una crisis humanitaria sin precedentes.
Este lunes se han iniciado las negociaciones en Egipto sobre un plan norteamericano que combina alto el fuego, liberación de los rehenes y un futuro gobierno de transición para Gaza, con una retirada progresiva del ejército israelí y un plan de reconstrucción internacional. Hamás ha mostrado predisposición a aceptar buena parte, pero el desarme y el alcance de la retirada siguen siendo los puntos más difíciles. El futuro del conflicto, pues, sigue abierto. Lo que sí está claro es que, dos años después del 7 de octubre, ninguna de las partes puede hablar de victoria y 67.000 personas han perdido la vida.