El País y La Razón da la impresión que se asustan por la amenaza de Rusia de desplegar a armas nucleares en el Báltico si Suecia y Finlandia ingresan en la OTAN como han anunciado los gobiernos de ambos países nórdicos. Parece que las dos portadas habrán sido del gusto del Kremlin —porque meten miedo— pero también parece que son dos portadas un poco lelas, compañeras de viaje de Moscú. ¿Seguro que Rusia no tiene ya desplegadas armas nucleares en la región? Le basta con poner a rondar por el Mar Báltico uno solo de los diez submarinos nucleares, cinco de la clase Delta IV y cinco de la clase Borei, de las fuerzas armadas rusas. Para hacerte la foto entera, el Bulletin of Atomic Scientists calcula que, a principios de 2022, Rusia tenía un stock de unas 4.477 ojivas nucleares si se suman las asignadas a lanzadores estratégicos de largo alcance y las de las fuerzas nucleares tácticas de menor alcance. De ese total están desplegadas unas 1.588 ojivas estratégicas: 812 misiles balísticos terrestres, 576 misiles balísticos en submarinos y 200 en las bases de bombarderos pesados. ¿Qué diferencia establece la amenaza de ayer?

Mientras los diarios se entretienen con el coco nuclear ruso, se echa de menos más presencia del hundimiento del Moscú, el buque insignia de la flota rusa del Mar Negro, un crucero misilístico de 12.000 toneladas y más de 500 tripulantes, cazado por dos misiles Neptune lanzados desde el puerto de Odesa, según la información disponible a la hora de escribir esto. Es el mayor barco de guerra hundido desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Es notable, más si consideras que Ucrania, propiamente, no tiene Armada, que el barco originalmente se llamaba Slava (como en Slava Ukraini!, ¡Gloria a Ucrania!) y se construyó en los astilleros de Mykolaiv en... Ucrania. ¿No merecía este hecho más primera página?

Es destacable también como El Mundo ya empieza a dar espacio a las justificaciones de los comisionistas de las mascarillas de Madrid. Hoy tiene en portada dos piezas sobre el caso. En una entrevista a Luis Medina, uno de los comisionistas, y titula por una declaración de ese señor que justifica el millón de euros que se llevó de su negocio con el Ayuntamiento de Madrid. En otra destaca una réplica del alcalde de la capital española, un clásico: Hay "una cacería" contra él. Por suerte, La Vanguardia ayer jueves explicaba que el mismo Almeida había hablado con los comisionistas mientras se hacía la operación. Por suerte, El País, hoy, entra al detalle en el "engaño y descontrol" de los tejemanejes entre intermediarios y autoridades municipales. El Mundo empieza hoy a enredar el campo para que acabe todo en el territorio de la discusión partidaria y no en el de los hechos comprobados y en sí son o no delito. Este caso no va de si se quiere atacar al alcalde del PP o si está motivado por intereses políticos, sino de averiguar cómo se hizo la operación y si los que la han ordeñado cometieron algún ilícito penal, sean del PP o de la peña de bolos de Navalcarnero.

(Hoy no se publican diarios impresos en Catalunya)

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