Los equipos de rescate del ejército israelí han hallado los cuerpos de al menos 40 niños y bebés asesinados mientras dormían en el kibutz Kfar Aza. Algunos estaban decapitados, según los militares. Los bombardeos israelíes sobre Gaza han matado a 260 niños, según el ministerio de Salud de la Franja. Es un horror al que cuesta encontrar explicación, aun una explicación geopolítica indiferente y fría, à la Kissinger. Y los analistas dicen que aún vendrán peores. Es estremecedora la fotografía de la portada del Ara: un niño palestino de unos 8 o 10 años se sienta sobre los escombros de un edificio con la mirada perdida, vestido con unos harapos, mientras un hombre le mira desolado y compasivo. No sabemos quién es el niño ni qué ha pasado exactamente y se nos deja suponer de todo, lo peor, para explicarnos la historia de esta fotografía.

Las buenas fotos se quedan cinceladas en la memoria. Hiere el corazón y el alma la imposibilidad de aparejar la imagen con unos hechos que permitan circunstanciarla, como les ocurre, en otra escala, a los familiares de los muertos que no consiguen recuperar los cadáveres. Claro que eso no es nada comparado con lo que sufren las víctimas de aquel conflicto —ni el de Ucrania, ahora cubierto por la niebla de la guerra en Gaza entre Israel y Hamás. Como el padre de la fotografía de este Quioscos & Pantallas, que llora la muerte de su hijo en el hospital de Al-Shifa, en Gaza. Él tampoco debe entender nada. Desde la masacre de Bucha, en Ucrania, no se veían unas imágenes tan terroríficas, tan horribles.

"Tienes que preservar tu compasión y empatía para poder hablar con la gente y entenderlos pero sin asumir su dolor y su pérdida como una carga propia. Si no, te vuelves loco. Es lo mismo que hacen los médicos o los trabajadores humanitarios, los especialistas en emergencias, los psicoterapeutas... El periodista tiene un trabajo y hacerlo bien es la mejor manera de ayudar a la gente. Eso... eso implica silenciar tu dolor hasta que esta actitud se vuelve instintiva". Así explica el corresponsal del diario londinense The Times en Tokio, Richard Lloyd Parry, entrevistado en Revers, la sección de cultura de esta casa. Es la parte complicada de la profesión periodística, saber mantener a raya las propias convicciones y sentimientos y explicar los hechos con suficiente distancia para que ni la explicación ni los hechos queden contaminados por unas y otros.

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