Faltan pocas horas para que venza el plazo de 24 horas que el gobierno de Israel ha dado a los 1,1 millones de gazatíes para que abandonen el norte de la Franja de Gaza, zona que el ejército israelí se prepara para invadir en respuesta al asalto terrorista de los milicianos islamistas de Hamás del sábado pasado. "Es solo el comienzo", ha dicho el desprestigiado primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu. La ofensiva dejará imágenes difíciles de digerir. Peores aun que la fotografía de un hombre y una niña de tres o cuatro años huyendo a pie en medio de una fila de coches, que este sábado señorea la portada de Ara y de El País. Es angustiante, aun más que la de La Vanguardia y la de El Periódico. Como siempre que las palabras no alcanzan y los títulos son inútiles o inservibles, las imágenes acuden al rescate de la información con el plus de emociones que las acompaña.

Gaza es un infierno sin salida. Sus víctimas son los palestinos que viven allí, entre la espada del asedio y la y la pared del bloqueo, las fronteras cerradas, los bombardeos israelíes y el fanatismo de Hamás, que ha ordenado que nadie se mueva. La ONU ha recordado que el ultimátum israelí es inviable y que "utilizar el hambre de los civiles como método de guerra, privándolos de bienes indispensables para su supervivencia, está definido como un crimen de guerra por el derecho internacional". También la Unión Europea. El exprimer ministro francés, Dominique de Villepin, ha dicho a la emisora France Inter, que "el derecho a la autodefensa no es derecho a la venganza indiscriminada". No hay portada que pueda captar esta situación.

También en Occidente somos víctimas. La sensación, viendo las primeras páginas de los diarios, es que la civilización liberal de posguerra está a punto de saltar por los aires, de hundirse en manos de instintos primitivos, premodernos. Francia es una muestra elocuente de la velocidad de degradación de la política occidental. A raíz del apuñalamiento de un maestro por un joven que gritaba "¡Alà es grande!", líderes políticos y de opinión —entre otros la socialista Carole Delga, presidenta de Occitania, que incluye a Catalunya Nord— se declaraban en favor de prohibir cualquier manifestación en favor de Palestina, como si ser pro-palestino fuera un delito o defender la causa palestina equivaliera a dar apoyo a los terroristas de Hamás. Da la impresión de que las democracias no acaban de estar a la altura del desafío que plantea la crisis en Oriente Medio.

Una nota más. El Punt Avui no dice ni mu de la situación en Oriente Medio. Hay que tener nervio. Mucho. Los diarios del Trío de la Bencina se han puesto de acuerdo para abrir la portada con la entrevista del candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, y la jefa del grupo parlamentario de EH Bildu, Mertxe Aizpurua. Hablan de "la foto de la vergüenza" (La Razón) o de que Sánchez "se retrata con Bildu sin condenar el terrorismo" (El Mundo). Sánchez es ETA, etcétera. Hace cinco semanas, The Economist abría portada con este tema: How paranoid nationalism corrupts ("Cómo corrompe el nacionalismo paranoico"). La cabecera británica mostraba todo un catàlogo de países más o menos afectados por esta plaga: desde regímenes totalitarios como Rusia o China hasta despóticos como Nicaragua, Túnez o Zimbabue, pasando por los regímenes iliberales como Hungría y democracias enfermadas como Israel. Se olvidaron de la España que estos tres diarios representan.

 

Foto: Un palestino besa el cadàver de un niño víctima de los ataques aéreos israelíes en Gaza (Mohammed Talatene / Dpa, Europa Press)

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