Grecia saldrá a partir de este lunes de la era de los rescates tras ocho años bajo la tutela de los acreedores. Ahora, el país abre una nueva etapa en la que deberá financiarse por sí mismo y gestionar su política económica. Sin embargo seguirá sujeto hasta 2022 a una estrecha vigilancia, y cada tres meses deberá rendir cuentas de su situación financiera. 

Tras el desembolso hace dos semanas del último tramo del tercer rescate, por un total de 15.000 millones de euros, el país cuenta ahora con un colchón de efectivo de unos 24.000 millones que deberá servir para, en caso de necesidad, cubrir sus necesidades financieras durante 22 meses.

Si bien la intención del gobierno de Alexis Tsipras es salir cuanto antes a los mercados, tras la crisis italiana y la actual en Turquía el bono a diez años no logra situarse por debajo del 4%, un nivel que encarece mucho la financiación a través de los mercados. Las agencias de calificación no ven todavía al bono heleno en grado de inversión, a pesar de que todos, políticos y economistas, se deshacen en elogios sobre los esfuerzos fiscales que ha hecho el país.

Por eso, levantar el país no será fácil, teniendo en cuenta que el Gobierno se ha comprometido a generar superávits primarios del 3,5% hasta 2022, y del 2,2% de media hasta nada menos que 2060. Aun así, hay datos económicos positivos: en mayo el paro bajó al 19,5% situándose por primera vez por debajo del 20% desde septiembre de 2011; en los ocho años bajo programas de asistencia, el país pasó de la recesión (el PIB cayó un 5,5% en 2010) al crecimiento (1,4 % en 2017) y del déficit (11,2 %) al superávit (0,8 %).