A la cuarta va la vencida. El gobierno francés ha encontrado este sábado la fórmula para contener las protestas de los gilets jaunes (“chalecos amarillos”): detenciones preventivas y despliegue de 89.000 policías y gendarmes, más de uno por cada dos manifestantes (la semana anterior fueron 65.000). Además, los agentes tenían orden de intervenir rápidamente contra los autores de altercados para impedir destrozos y barricadas.

En París han usado cañones de agua a presión, gases lacrimógenos y, por primera vez en más de cuarenta años, una docena de vehículos blindados. Los agentes registraban agresivamente a los manifestantes para confiscar cascos, gafas protectoras y máscaras antigás de sus bolsas y dejarles así expuestos a los gases lacrimógenos y porras.

Comercios cerrados

El menor número de incidencias también se debe a que la mayor parte de los comercios cerraron, protegidos sus escaparates por planchas de madera. También lo hicieron monumentos y museos, como la torre Eiffel o el Louvre, y 36 estaciones del metro y del tren de cercanías.

A las seis de la tarde de esta cuarta jornada de protesta, habían sido detenidas 1.385 personas en toda Francia, 700 de ellas en París, según el ministro francés de Interior, Christophe Castaner.

Hay 55 heridos, entre ellos tres policías, a causa de los disturbios, según la Prefectura de Policía. Estas cifras están muy lejos de los 201 manifestantes y 284 agentes heridos del sábado pasado. También fueron escasas las escenas de guerrilla urbana como las que el anterior fin de semana traumatizaron al país y dejaron muy tocada su imagen exterior.

Disturbios serios en París

Los incidentes más serios se dieron en París. Los primeros choques entre policías y manifestantes, con cargas y lanzamientos de gases lacrimógenos, se produjeron a media mañana en la avenida de los Campos Elíseos, principal punto de concentración de los “chalecos amarillos”.

Grupos dispersos quemaron algunos vehículos y destruyeron mobiliario urbano para levantar barricadas en las zonas adyacentes, como avenida Marceau, parque Monceau, Grandes Bulevares y estación de Saint Lazare.

También hubo altercados en otras ciudades: Burdeos, Toulouse, Marsella, Lyon, Nantes, o Carcasona. Las protestas han seguido el mismo patrón. concentraciones pacíficas de personas sin plan ni organización hasta el mediodía, momento en que algunos manifestantes comenzaban a enfrentarse a las fuerzas del orden. Porras, gases lacrimógenos y proyectiles de espuma contra piedras y algunas barricadas.

Autopistas cortadas

Los “chalecos amarillos” también bloquearon o filtraron el paso de vehículos en decenas de lugares por todo el territorio, en particular en algunos puntos estratégicos de la red de autopistas, como en las dos principales entradas desde España, en Biriatou (País Vasco) y Le Boulou (Catalunya), que provocaron colas kilométricas.

El ministerio del Interior ha contabilizado 31.000 personas en las acciones organizadas por los “chalecos amarillos” por todo el país, 8.000 de ellas en París, según el secretario de Estado de Interior, Laurent Núñez.

El primer ministro francés, Édouard Philippe, expresó su satisfacción por la acción de la policía y puso el acento en que ahora es el momento del diálogo, ya iniciado por él mismo con representantes del movimiento, y que “debe continuar”. Philippe avanzó que el presidente francés, Emmanuel Macron, se pronunciará públicamente para aportar elementos a ese diálogo.

Estrategia provocadora

Desde la oposición, el líder del partido izquierdista Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, criticó al Gobierno por la estrategia “provocadora” de la policía y se preguntó si “la consigna no era crear violencia”. A juicio de Mélenchon, la movilización evidencia el “fracaso total de la campaña de desmotivación y de intimidación” desde el poder.

Aunque las protestas del movimiento de los “chalecos amarillos”, llamados así por la prenda reflectante que visten, comenzaron en contra de la subida de los impuestos al carburante -tasa ya anulada por el Ejecutivo para aplacar el malestar- se han ampliado para quejarse por la pérdida de poder adquisitivo y pedir la dimisión del presidente Macron.