Los militantes del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen que se han reunido esta noche en París sabían a qué venían: a ver como unas elecciones presidenciales más, la extrema derecha pasaba a la segunda vuelta. Por eso, tres horas antes de que cerraran los colegios electorales, ya habían sacado de las neveras las botellas de champagne, que mantenían frescas con cubitos. Y no han esperado ni a las ocho de la noche para abrirlas. Tampoco han esperado a los sondeos para ponerse a entonar La Marsella a viva voz. Lo que ha pasado después ha sido sólo la confirmación de lo que ya celebraban: 24% de los votos y clasificación para la segunda vuelta.

El medio millar de personas reunidas, en un mar de banderas tricolor, se han dejado las gargantas para cantar, a capella y en varias ocasiones, el himno francés. Y sus dos únicos cánticos han sido claros y precisos, sin juegos florales: "Marine presidenta" y "vamos a ganar". El ambiente era de euforia, aunque intentaran contenerla. Y los únicos abucheos han sido para la conservadora Valérie Pécresse, cuando ha pedido un cordón sanitario contra la extrema derecha. La expectación también era máxima: hasta 380 periodistas se han acreditado, según el equipo de campaña, buena parte de ellos prensa internacional.

La realidad es que, frente a un Emmanuel Macron desaparecido y mal asesorado, que ha protagonizado una no campaña, Marine Le Pen ha sabido culminar la nueva operación camaleónica. Ha centrado sus mensajes en el poder adquisitivo, en la subida de precios, la gran preocupación de los franceses. Y ha dejado escondido su programa real: reforma de la Constitución para que los "franceses" tengan "preferencia" a la hora de acceder a lugares de trabajo o ayudas sociales, suprimir el reagrupamiento familiar... Y las recetas clásicas de la extrema derecha. Todo, con la ayuda inestimable de Eric Zemmour, que lo ha ayudado a blanquearse.

Ha hecho buena campaña y así se puede ver, también, en las encuestas de cara a la segunda vuelta. Ahora hace cinco años, Marine Le Pen perdió por 32 puntos frente a Emmanuel Macron, por 34% contra 66%. Esta semana se han publicado encuestas que sitúan al presidente de la República en el 51% y la candidata de la extrema derecha en el 49%. Dos puntos porcentuales a revertir en dos semanas. Más ha subido durante los últimos días.

En este contexto, la euforia no se podía esconder en el cuartel general de la extrema derecha francesa esta noche. Hasta el punto que algunos de los dirigentes del Reagrupamiento Nacional incluso han participado de las especulaciones sobre un hipotética gobierno de la presidenta Marine Le Pen a partir del próximo 24 de abril, sobre si este o el otro fuera ministro. No se ha colado ningún nombre, eso sí. En cualquier caso, han trasladado que es posible ganar, si siguen la misma estrategia que han seguido hasta ahora.

Marine Le Pen va a por todos los votos, sin discriminar. "Mi ambición es agrupar a los franceses en torno a un proyecto nacional y popular", ha asegurado la candidata en su declaración media hora después de los colegios. Es por eso que ha interpelado a todos los ciudadanos que no han votado por Macron, "sea cuál sea su sensibilidad, de derecha o de izquierda, de cualquier origen". Un discurso que ha girado en torno a la necesidad de "justicia social", pero también de frenar la inmigración y reforzar la seguridad. Ha planteado que Francia está "incluso en una elección de civilización".

Buscado o no, Marine Le Pen ha escogido para su noche electoral una ubicación muy irónica. Para llegar desde el centro de París hasta el pabellón donde se ha celebrado hay que coger un bus, que te deja al lado del estadio de Léo Lagrange. ¿Quién era Léo Lagrange? Un dirigente socialista que formó parte del primer gobierno del Frente Popular. Como subsecretario de Deporte participó de la organización de las Olimpiadas Populares de Barcelona en 1936. Acabaría muriendo en 1940, en la Segunda Guerra Mundial, bajo la artillería nazi.