El mes de diciembre siempre es un buen momento para hacer balances y empezar a pensar cómo será el año siguiente. ¿Cómo será el mundo en 2023? Esta es precisamente la pregunta que se han hecho desde el CIDOB y han intentado dar respuesta. Cuando menos, plantear diez puntos donde el foco podría permanecer de cara el año 2023. Y es que ya se dice que será el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos: la inflación, la seguridad alimentaria, la crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para dar respuesta. Los impactos de esta permacrisis, como lo llaman, inciden de manera directa en el empeoramiento de las condiciones de vida, y eso se traduce en un aumento del malestar social y las protestas ciudadanas, que irán a más. Se aceleran y profundizan las fracturas: geopolíticas, sociales y de acceso a los bienes básicos. La guerra de Ucrania ha dejado al descubierto que, cuánto mayor son los riesgos que acompañan la confrontación geoestratégica, más obsoletos parecen los marcos de seguridad colectiva edificados para hacerles frente. Que en el 2023 sea el año de la escalada en la conflictividad internacional —sea intencionada o accidental— o el momento de consolidar pequeñas desescaladas que rebajen la tensión geopolítica y su impacto económico, depende de cómo se gestione el desajuste entre desafíos e instrumentos disuasivos. Estos son los diez temas que marcarán este 2023:

1. Aceleración de la competición estratégica

La guerra de Ucrania ha acelerado la confrontación entre los grandes poderes globales. La tensión armamentística se ha añadido a la competencia comercial, tecnológica, económica y geoestratégica que ya definía las relaciones entre los Estados Unidos y China, y que se intensificará en el 2023, según destacan. Así y todo, no estamos delante de un mundo dividido en dos bloques sino en plena reconfiguración de alianzas. Sin embargo, ante esta bipolaridad entre China y los Estados Unidos, muchos gobiernos preferirían no tener que escoger bandos y poder mantener relaciones fluidas para aprovechar las oportunidades a que emerjan de esta competición en función de sus intereses nacionales. Por eso, el 2023 será también el año de los otros; el año en que veremos con más claridad una aceleración en la competición estratégica de otras potencias –India, Turquía, Arabia Saudí, Brasil– que aspiran a ganar protagonismo manteniendo espacios de cooperación abiertos, tanto con los Estados Unidos, como con China o Rusia. En este escenario de agitación geoestratégica de los otros, uno de los dilemas que pesará sobre la Unión Europea es si estará en disposición de ocupar el vacío que deje una posible reducción del apoyo de los EE.UU. a Ucrania. En los próximos meses, China y los Estados Unidos empezarán a interrogarse respecto de los costes, la duración y el grado de apoyo que están dispuestos a mantener en esta guerra.

2. Inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva

Desde el 24 de febrero de 2022, los paradigmas de la arquitectura de seguridad, tanto global como europea, han cambiado drásticamente. Se ha asistido a una revitalización del papel de la OTAN; y las imágenes de la invasión militar rusa han acelerado la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional. Hay un impacto regional directo de esta inoperatividad: desde nuevos huecos de poder o la profundización de la inestabilidad y la violencia, hasta el fortalecimiento de un minilateralismo que busca tejer espacios alternativos de seguridad compartida ante desafíos geoestratégicos. En este contexto, una negociación sobre Ucrania necesitará un marco o un instrumento que funcione y, hoy por hoy, los espacios existentes —los acuerdos de Minsk y la intermediación de la OSCE- han fracasado.

3. Transiciones en colisión

Las transiciones verde y digital, que parecían ir juntas hacia la construcción de un mundo más sostenible, han entrado en colisión, destaca el CIDOB. La guerra en Ucrania y el impacto de las sanciones en Rusia han alterado mercados, dependencias, compromisos climáticos e, incluso, los tiempos previstos para afianzar la apuesta por energías alternativas. ¿Ha sido esta crisis un acelerador o un sabotaje para la transición energética? A corto plazo, el miedo a una falta de suministros durante el invierno ha impulsado la demanda de carbón. Pero después del invierno, el mundo tendrá que buscar nuevos proveedores de energía más allá de Rusia. Se abrirá, así, una nueva competición global que mantendrá los precios al alza, pero también reforzará la apuesta por las renovables. No obstante, tanto la transición verde como la digital aceleran otro tipo de competición geoeconómica: en el 2023 la dependencia en las llamadas tierras raras –y sus países productores– ganará centralidad.

4. ¿Recesión económica global?

Las consecuencias de la guerra de Ucrania para la energía, las persistentes disrupciones en la cadena mundial de suministros, y las políticas monetarias adoptadas ante una inflación creciente han llevado el futuro económico del 2023 al pesimismo. Según el Fondo Monetario Internacional, el crecimiento económico mundial para el próximo año será del 2,7% —la cifra más baja desde el 2001, con la excepción del 2020 por el impacto de la pandemia. En algunas regiones del planeta, el riesgo económico, monetario y social dibujará a un 2023 altamente inflamable. Sri Lanka ha sido la primera alarma. Algunos de los países que en el 2023 presentarán una situación más delicada son el Pakistán, Egipto o el Líbano.

5. Crisis de acceso y garantías en los bienes básicos

La guerra en Ucrania ha agravado las dificultades de acceso a la energía, a los alimentos y al agua potable. La provisión de bienes públicos globales, que es un requisito previo para el desarrollo y es vital para la reducción de la pobreza y la desigualdad entre países, sufre los estragos de la rivalidad geopolítica, de una nueva confrontación por los recursos naturales, y los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional. El mundo se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes y sin final aparente. También los altos precios de la energía influirán en el retroceso de los índices globales de desarrollo. A escala europea, el invierno del 2023 será el momento de poner a prueba los límites de la solidaridad entre los países de la UE.

6. Inestabilidad y descontento social

En el 2022, más de 90 países han registrado movilizaciones por la falta de acceso a los bienes públicos. El invierno del descontento en Europa —que ya ha visto movilizaciones de miles de personas en Grecia, el Reino Unido, Austria, Alemania, o la República Checa— se podría intensificar en el 2023, cuando las consecuencias de la crisis energética sean más visibles. El Oriente Medio y el norte de África podrían ser, otra vez, el epicentro de una nueva ola de protestas masivas, una vez finalizado el progreso democrático, iniciado hace una década, y la vuelta de Túnez al autoritarismo.

7. Fracturas y atomización de los movimientos y sus reivindicaciones

La protesta gana terreno —tanto en democracias como en dictaduras— pero, cada vez más, lo hace en sociedades fracturadas, polarizadas. La "erosión de la cohesión social" es el riesgo que más se ha agudizado a escala mundial desde el inicio de la crisis de la covid-19. Está en este contexto que la megatendencia a la fragmentación global ha llegado incluso a los movimientos de protesta y a sus reivindicaciones. La polarización y la ruptura presentes en las sociedades del Norte y el Sur global se reproducen también en los movimientos sociales, incluyendo las corrientes emancipadoras que buscan avanzar en el reconocimiento de los derechos de gran parte de la población.

8. Autoritarismo bajo presión

El 70% de la población mundial —más de 5.000 millones de personas— vive bajo el peso de dictaduras. La involución democrática gana terreno. El informe del instituto V-Dem sobre el estado de la democracia en el mundo advierte que el grado de democracia de que disfruta la ciudadanía global en el 2022 "ha bajado a los niveles de 1989". En el 2023 se verán estos liderazgos autoritarios cada vez más cuestionados, ya sea por divisiones internas dentro del mismo sistema o por la fuerza de movimientos opositores, destacan desde el CIDOB.

9. Fragmentación regulatoria, desglobalización sectorial

El impacto global de la pandemia y de la guerra de Ucrania sobre la cadena de suministros y el acceso a bienes globales parece haber propiciado un retorno a la regionalización geoestratégica. Estamos ante una reglobalización o regionalización de geometría variable, ante un desacoplamiento selectivo, de doble circulación. La integración seguirá, especialmente, en los sectores donde la conectividad o la necesidad mutua es vital para el desarrollo de los actores, y el desacoplamiento se producirá en sectores estratégicos de la confrontación geopolítica, como la tecnología, la seguridad y la defensa, tal como constatan desde el CIDOB.

10. Testando límites

A la lista de amenazas que pudieran propiciar una intensificación de los riesgos existentes, el peligro de un ataque o accidente nuclear ha subido enteros después de la escalada retórica rusa de los últimos meses y los bombardeos próximos a centrales como la de Zaporiyia en el sureste de Ucrania. De las 12.705 armas nucleares que hay en el mundo, unas 2.000 —prácticamente todas pertenecientes a Rusia o los Estados Unidos— se encuentran en estado de alerta operativa alta. También la agresividad creciente de los fenómenos meteorológicos podría poner a prueba, durante el 2023, las respuestas globales insuficientes ante la urgencia de la crisis climática.

 

Imagen principal: globo terráqueo / Unsplash