La breve esperanza de que el marisco japonés volviera al mercado chino se ha desvanecido tan rápido como llegó. Solo dos semanas después de que se anunciara el primer envío de vieiras hacia China en más de dos años, Pekín ha notificado a Tokio que reinstaura el veto a la importación de productos pesqueros nipones. La medida, presentada oficialmente como una cuestión documental pendiente, se enmarca en un clima político enrarecido que ha empeorado a raíz de las declaraciones recientes de la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, sobre una posible respuesta militar si China ocupaba Taiwán por la fuerza.
¿Por qué China activa de nuevo el veto?
Aunque Takaichi no formuló una amenaza explícita, la lectura en Pekín fue inmediata, y las autoridades chinas han reaccionado con un amplio abanico de represalias. La portavoz de Exteriores china, Mao Ning, ha argumentado que Japón no ha aportado toda la documentación requerida para acreditar la seguridad del marisco procedente de zonas afectadas por el vertido de agua tratada de Fukushima en verano de 2023. Pero ni en Tokio ni en el sector pesquero se les escapa que se trata de una respuesta política al enfrentamiento creciente entre los dos países.
Cabe recordar que Pekín no había levantado completamente el veto anterior –que afectaba a Fukushima y a nueve prefecturas más– a pesar de haber expresado en mayo su voluntad de reanudar las importaciones. El tiempo transcurrido hasta el primer cargamento confirma la fragilidad de esta reapertura, y la nueva interrupción supone un duro golpe para un sector que dependía de China como principal cliente internacional: casi una cuarta parte del marisco exportado por Japón tenía destino chino.
Más allá de las tensiones comerciales
Las tensiones, sin embargo, superan el ámbito comercial. Pekín ha exhortado a su ciudadanía a evitar viajar a Japón y ha recomendado a los estudiantes buscar universidades alternativas. Los primeros datos son contundentes: cerca de medio millón de billetes de avión se han cancelado en pocos días. Si esta tendencia se mantiene hasta el Año Nuevo Chino, el turismo japonés afrontará pérdidas de varios miles de millones de euros, un impacto enorme en un país donde los visitantes chinos representan uno de cada cuatro turistas.
El seísmo se extiende también a Hong Kong y la China continental, donde las aerolíneas han comenzado a ofrecer cambios de itinerario o cancelaciones sin coste. El panorama ha sido aprovechado por Rusia, que ha anunciado que suprimirá los visados para los turistas chinos, una maniobra que consolida los lazos entre Moscú y Pekín en un momento de reordenación geopolítica asiática.
La diplomacia continúa tensándose. China ha descartado cualquier encuentro entre el primer ministro Li Qiang y Takaichi durante la cumbre del G-20 en Sudáfrica y ha advertido que Japón quedará “sin escapatoria” si no rectifica. Paralelamente, en la ONU, el representante chino ha cuestionado abiertamente la aspiración japonesa a obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad.
La elección de la ultranacionalista Takaichi como líder del Partido Liberal Democrático ha confirmado el giro más asertivo de la política japonesa. Este cambio genera inquietud en toda la región, incluida Corea del Sur, que ha protestado por la reapertura de un museo en Tokio dedicado a reivindicaciones territoriales sensibles. En este contexto, el conflicto comercial del marisco es solo la cara visible de una crisis diplomática mucho más profunda.
