La respuesta parece simple y popular. ¿Quién no se ha tomado una copa de vino tinto al llegar a casa con un poco de jazz y se ha quedado plácidamente dormido en el sofá? Sí que ayuda a dormir, el vino es sedante, ayuda a relajar los músculos y ayuda a conciliar el sueño. El secreto está, sin embargo, en la dosis que hace que puedas relajarte y olvidarte del estrés, gracias a la estimulación en la producción de endorfinas de tu cuerpo. Sobre todo el tinto, que contiene antioxidantes y melatonina. Las mejores variedades para ello son nebbiolo, merlot y cabernet sauvignon. Pero si abusas y en vez de un par de copas son un par de botellas se obtiene el efecto contrario. El vino en desmedida es excitante, actúa como diurético (hará que te despiertes para ir al baño), rompe el ciclo del sueño y hace que te despiertes en medio de la noche como si te hubieras tomado un café. El truco: ir bebiendo agua porque el alcohol deshidrata y así te despiertas con una mejor circulación y sin dolor de cabeza.

Resumiendo, el vino es amiguísimo del sueño solo con medida, porque si te pasas puede ser un gran enemigo para el descanso de una noche reparadora.