Saben aquel que diu que se abre el telón, se ve una botella de vino encima de la mesa y tres desconocidos alrededor de ella, a punto de abrirla: uno es de Adelaida, en Australia, el otro del Maresme, concretamente de Mataró, y el tercero viene de Sagunto, en la comarca valenciana de Camp de Morvedre. Abren la botella, se sirven las copas y, después de hacer el primer trago, el australiano dice "¡mataró!", el de Mataró dice "¡hola!", y el de Sagunto dice "¡mor-ve-dre!, se dice ¡mor-ve-dre!".
La escena no es ningún chiste, pero lo parece. Dicen que el vino es un gran antídoto para poner de acuerdo a todo el mundo, incluso de unir, ni que sea durante el tiempo que dura vaciar una botella, a las personas que menos se soportan. Sabiendo eso, lo que es curioso es que precisamente el vino haya provocado un desbarajuste curiosísimo que parece inevitable solucionar: en Australia llaman 'mataró' a una variedad de uva que la mayoría de habitantes de Mataró denomina aún 'mataró', pero también 'morvèdre' o 'monestrell', pero lo más curioso es que en Australia hablan del mourvèdre relacionándolo con Mataró cuando, en realidad, proviene de la comarca valenciana de Camp de Mourvedre, ya que fue allí, en la actual Sagunto, donde en el siglo V a.C. los fenicios plantaron las primeras viñas.
Tiempo después, eso sí, hizo fortuna en el Maresme, por eso en Alella se elaboran grandes vinos con esta variedad valenciana y que en el territorio vinícola más próximo a la ciudad de Barcelona todavía hoy se nombra como siempre se había llamado: con el nombre de la capital de la comarca, ya que era desde el puerto de Mataró que se comercializó a la Provenza durante la Edad Media, tanto el vino como los sarmientos de viña.
Buena prueba de ello es el Merla de Celler de les Aus, un vino tinto monovarietal de 'mataró' y fermentado sin filtrar: un vino con aromas de cereza y fruta roja, aterciopelado al paladar y elaborado bajo los preceptos de la agricultura ecológica . Un vino capaz de hermanar a un australiano con alguien de Sagunto. Un vino capaz de hermanar a un australiano con alguien de Sagunto. El carácter fresco y singular de los vinos de Alella se consigue no sólo con variedades tradicionales como la mataró, sino también con la otra gran variedad de la zona: la pansa blanca, que es como se conoce en Alella al xarel·lo. El denominador común de los vinos de esta DO es la mineralidad, sobre todo en los vinos blancos, que proviene del subsuelo granítico en la superficie transformado en pequeños grandes, los cuales se denominan 'sauló'. Un terruño con una buena permeabilidad hace necesario que la cepa profundice sus raíces para buscar el agua y los diferentes alimentos que le aporta el terruño, y es así como crea un pequeño "estrés" que, bien controlado, ayuda también a regular la producción de uva por cepa.
Como siempre, para entender tanta palabra técnica es más sencillo llenarse una copa que leer mil artículos como este, por eso en la Bodega de ElNacional de hoy nuestra sumiller Meritxell Falgueras recomienda un segundo vino que expresa al cien por cien todo eso que ahora decíamos: el Pansa Blanca, también de Alta Alella, un blanco de agricultura ecológica y proveniente de viñas donde el sablón es el tipo de suelo. A pesar de los buenos aromas florales y de fruta blanca, es un vino que en un primer momento tira a dulce en boca para acabar estallando con un final persistente y salino, extremadamente mineral.
Beberlo es una buena manera de descubrir Alella y entender que, sí, hay gente que habla de Mataró sin saber ubicar el Maresme al mapa cuando hace vinos en Australia, pero lo que no deben imaginarse es que más cerca de Barcelona, a viñas extremadamente próximas a aquella metrópoli que en la otra punta del mundo conocen por Gaudí, el Barça y las Ramblas, hay un territorio vinícola fascinante que entre el mar y la zona industrial del Vallès sobrevive al paso del tiempo.
[FE DE ERRATAS: Este artículo publicado el domingo 18 de abril contenía un error en relación al primer vino recomendado. Este error ya ha sido empleado en esta segunda versión.]