Entre los héroes cotidianos de la ciudad se cuenta, sin ningún tipo de duda, las personas que hacen posible el menú del día. Opino que haría falta una placa, una escultura o, ya puestos, una fiesta que celebre la gesta de ofrecer una comida completa, a precio módico, bien hecha y bien buena, cada día, que alimenta a trabajadoras, estudiantes, jubilados y ociosos. Uno de estos menús épicos lo encontramos allí donde Barcelona casi cambia de nombre, en el barrio de La Bordeta, y lo sirve en el restaurante Mitja Galta. Veámos un ejemplo:

Primeros
Ensalada de entremeses con hojas de lechuga, longaniza, tomate, cebolla morada, olivas, vinagreta
Ensalada fría de lentejas con careta de cerdo y pimiento
Verduras a la inglesa, de cocción corta, con un crumble de chistorra
Spaghetti con pesto de piña, nueces y parmesano

Segundos
Entrecot cortado a la japonesa, a contrafibra, de unos 125-150 g, con patatas al horno con tomillo y guindilla (cocinadas previamente y acabadas la horno)
Merluza de palangre fresco con tajín de verduras con cuscús
Arroz cremoso de pollo, cacahuetes, cilantro y lima

Postres
Crema de yogur con galleta Oreo
Pastel de queso
Yogur y miel
Batido de bebida de arroz con chocolate y menta (postres sin lácteos también)
Plátano con caramelo de café y naranja

Opino que haría falta una placa, una escultura o, ya puestos, una fiesta que celebre la gesta de ofrecer una comida completa, a precio módico, bien hecha y bien buena

En el menú de la última semana del Mitja Galta es toda una declaración de intenciones: "queremos dignificar el menú del día y que sea tan bueno como escoger a la carta, pero mucho más económico". Además, dicen, "intentamos que sea diferente, que no sea lo que puedes comer en tu casa, y que haya opciones para todo el mundo". Eso lo dice Elisenda Castellón, copropietaria y cocinera de la dulce oferta. "Intentamos que haya siempre ensalada, legumbre de cuchara (que es lo que más cuesta hacer en casa), pasta y verdura; un pescado que es fresco y se manipula poco, una carne (ambos con sus guarniciones) y un arroz; y cuatro postres a escoger entre yogur con un aliño que va cambiando, un pastel, una fruta y un elaborado, con el azúcar reducido a la mínima expresión, para no empalagar".

Referirse a este menú como "milagro", tal como hace el Elisenda, no es ninguna exageración. Cuesta 16€, un precio que mantienen para ajustarse al presupuesto del barrio. Y este milagro lo obra desde hace 9 años junto con la jefe de sala, Xavier Insa. Y el cocinero Robert Salamó, que se ha incorporado recientemente, también es parte.

"Hacemos las cosas que nos gustan. Si hemos viajado a Francia y hemos probado una cassoulet, la tratamos de hacer y, en lugar de pato –que nos reventaría el presupuesto– ponemos otra carne. O si nos atrae una sopa tailandesa la cocinamos con base catalana. Lo que es más maravilloso es la buena respuesta que tienen los platos foráneos: no tiene precio ver disfrutar de uno ramen a un cliente de 80 años".

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Foto: Hedofoodia

El Mitja Galta se define como una casa de comidas abierta al barrio, con una atención próxima, y económica. "Tenemos un rasgo distintivo: somos muy rápidos y eficientes porque sabemos que la fórmula del menú lo requiere, porque los clientes tienen que volver al trabajo. Y por eso también intentamos hacerlo de la manera más saludable posible, bajo en grasas, con pocas salsas, para que haga de buen digerir. Al mismo tiempo, todo tiene que ser sabroso y si hay que complicarse la vida, nos la complicamos y hacemos que los platos estén bien trabajados".

El restaurante Mitja Galta se alzó sobre las derrotas de una crisis. "Nos quedaron sin trabajo al mismo tiempo", dice Castellón, refiriéndose a ella y a su pareja, Xavi. Yo llevaba 30 años en el mundo de la ingeniería, a la arquitectura y al urbanismo porque soy delineante. Y Xavi hacía más o menos el mismo tiempo que se dedicaba a la banca. Nos gustaba mucho la cocina y comida, y apostamos –a ciegas– por esta pasión. Los dos hicimos una formación de cocina y pusimos muchas horas de trabajo, junto con nuestro sobrino, que nos acompañó durante 8 años".

Lo que es más maravilloso es la buena respuesta que tienen los platos foráneos: no tiene precio ver disfrutar de uno ramen a un cliente de 80 años

En este tiempo, Castellón e Insa han vivido en primera persona la dureza de la hostelería. "Me da y me quita en más o menos la misma medida", dice Castellón. Eso no es suficiente para que dejen de proponer iniciativas como la creación de menús monográficos en fechas señaladas, como para Sant Jordi, fiesta para la cual han confeccionado un recorrido por platos literarios en general, platos de novela negra o platos inspirados en La Teca, de Ignasi Domènec. También, para la semana del Día de la mujer, invitamos a que las madres de todo el equipo vinieran a explicar al cocinero los platos a más queridos de sus hijos, y los pusimos en el menú con el nombre de cada una. Además, como homenaje, colgamos sus fotos y todavía hoy están presentes en las paredes del restaurante". Castellón explica que el recibimiento de los monográficos es espectacular y que los clientes lo agradecen mucho como manera de salir de la rutina. "Es bonitísimo el trato que se establece con la gente, la presencia que tenemos: siento que hemos transcendido como restaurante en el barrio".