Cuando un proyecto gastronómico consigue crecer sin perder su alma, pasa esto: vas dos veces y las dos te sorprende como si fuera la primera. Esto es exactamente lo que pasa con Contracorrent Bistró, el espacio nacido en el corazón de Gràcia desde el bar original de Fort Pienc, y que hoy ya es todo un punto de referencia para los amantes de la cocina creativa y los vinos naturales en Barcelona.
El origen de esta propuesta no es casual. Contracorrent surgió en tiempos de pandemia como bar de vinos naturales y tapas —a contracorriente, de hecho, como su nombre indica— y con el tiempo fue evolucionando hasta desembarcar en Gràcia con una oferta gastronómica que va mucho más allá de lo que esperas de un bistró de barrio. ¿La clave? Una combinación de producto de mercado, sabores mediterráneos con raíces italianas y una selección de vinos naturales pensada para hacer brillar cada plato.
Nuestra segunda visita ha llegado justo cuando han renovado completamente el menú degustación para aderezarlo con sabores más invernales —y lo han conseguido con creces. Ofrecen dos menús degustación, uno corto y uno largo, con precios muy ajustados teniendo en cuenta la calidad y la complejidad de la cocina. Este hecho, hace que el precio te parezca ridículo teniendo en cuenta la experiencia completa.
Vinos naturales
No hay cena en Contracorrent sin vinos naturales, y la sommelier nos trae una copita de Coca i Fitó del Montsant natura y un blanco natural Gewürztraminer: refrescantes, aromáticos y con suficiente carácter para preparar el paladar para el despliegue de platos que tenía por delante.
La bienvenida fue un pan de masa madre con un aceite de arbequina 100% que ya prometía: sencillo, pero con un sabor limpio y profundo. Seguimos con un carpaccio/jamón de pato curado en casa con ciruelas de Lleida y polvo de parmesano. La combinación funciona: la dulzura sutil de la ciruela es un contrapunto perfecto a lo salado del pato y el toque láctico del parmesano, todo en equilibrio.
El siguiente plato es un vitello tonnato sobre tostadita ultra crujiente. El viteló, tierno y suave, encuentra aquí su pareja ideal en la alcaparra frita y los níscalos envinagrados, que aportan profundidad y un punto de acidez que te invita a repetir. Después llegó uno de mis platos favoritos de la velada: el brioche de cordero “xisqueta” con crema agria y manzana verde. La xisqueta es una raza de cordero típica del Pirineo catalán, conocida por su carne sabrosa y tierna, y aquí aparece en un brioche tostadito y esponjoso, con el cordero deshilachado dentro. La manzana verde aporta un contrapunto fresco y ácido que eleva el plato.
Nada mejor que una sopa para combatir el frío
Otro momento de atención fue la sopa minestrone de otoño con setas de temporada y trufa. Para quienes no sois expertos, un minestrone es una sopa espesa italiana tradicional de verduras, y esta versión es rica, cremosa y potente —un contundente puente de unión entre el legado italiano del chef y los productos de invierno, con un impacto gustativo que no te deja indiferente.
Cuando llegó el calamar de playa con salsa bagna cauda y topinambur, el contraste fue perfecto: la salsa bagna cauda, típica del Piamonte italiano y hecha con aceite, ajo y anchoas, es salada e intensa, y casa de maravilla con la textura tierna del calamar y la dulzura sutil del topinambur frito.

El plato de alubia del ganxet con carpaccio de gamba y tendón de vaca jugó con contrastes de textura y suavidad: bajo una espuma ligera de las cabezas de gamba, las alubias más firmes aportan cuerpo y la ternura de la vaca equilibra el conjunto, creando un plato interesante y bien ejecutado. El último salado fue un brasato de vaca vieja con calabaza y berros: el brasato es una técnica italiana de cocción lenta de carne en vino y verdura hasta que queda jugosa y melosa. Aquí la carne se deshace con facilidad y los elementos de acompañamiento le aportan una dulzura y frescura que hacen que este plato sea memorable.
Postres sorprendentes
Para hacer la transición hacia los dulces, unos prepostres frescos de queso de cabra con membrillo y sorbete de naranja sanguina refrescaron el paladar. Y el postre que reconocimos de la visita de verano —una combinación muy especial de cremoso de 'cep', helado de cacahuete y espuma de leche condensada— fue un final arriesgado y delicioso: terroso, pero con textura y sabores que se entrelazan de manera sorprendente.

Este fue el menú largo (48 €), mientras que la opción corta se sitúa alrededor de los 35 € y es una puerta de entrada fantástica para descubrir este proyecto sin gastar demasiado. Ambos son un ejemplo claro de cómo una cocina creativa, con producto de mercado y sabores bien fundamentados, puede ofrecer una relación calidad-precio excepcional. Y, como siempre, no hay experiencia completa sin un equipo humano a la altura: el servicio es cálido, atento y cercano, con explicaciones de los vinos y de los platos que hacen que te sientas como en casa pero bien cuidado. No es de extrañar que Contracorrent Bistró acumule muy buenas opiniones y se haya ganado un lugar especial en la escena gastronómica de Barcelona: es un lugar para volver, redescubrir y disfrutar, tanto si eres de Gràcia como si cruzas medio mundo solo para comer aquí.