Si todavía tienes días libres este verano, sin duda tendrías que valorar darle una oportunidad a esta joya medieval ubicada a solo tres horas en coche de Barcelona. Si quieres descubrir de qué rincón único en Europa estamos hablando, perfecto para disfrutar en un fin de semana, quédate a leer la recomendación veraniega que te hacemos hoy desde La Gandula de ElNacional.cat.
Viaje a una ciudad del pasado
Patrimonio de la humanidad desde 1997, esta ciudadela medieval del sur de Francia parece extraída de un relato fantástico. Carcasona es, sin duda, un destino que no deja indiferente a nadie que lo visita. La entrada en la ciudad ya sirve para avisarnos de aquello que nos encontraremos en el interior: varias aperturas en la imponente muralla de piedra nos dan la bienvenida y nos invitan a pasar. Una de ellas destaca por su fotogenia: se trata de la puerta Narbonense, inconfundible gracias al arco que lo rodea y las dos impresionantes torres que se alzan detrás de ella.
Muy cerca de aquí encontraréis uno de los iconos de la ciudad, la Dama Carcas. Se trata de una estatua dedicada a una princesa sarracena, protagonista de la misteriosa leyenda que da nombre a la ciudad. ¡Tendréis que visitar Carcasona si queréis conocer la historia!
Callejuelas empedradas llenas de magia
Superadas las defensas de la ciudadela, se abre una retahíla de callejuelas empedradas que conservan la esencia de otra época. A pesar de no ser una ciudad especialmente grande, visitarla requiere tiempo, sobre todo porque la mejor manera de disfrutarla es sin mapas ni rutas prefijadas: perderse entre el laberinto de calles de esencia medieval es parte indispensable de la experiencia.
Uno de los imprescindibles que encontraréis por la zona es la Basílica de Saint Nazaire, un templo a caballo entre el gótico y el románico que, si bien no impresiona por su tamaño, oculta en el interior un conjunto de vidrieras considerados las más impresionantes del sur de Francia.
El inigualable castillo de Carcasona
Llegamos por fin a la joya de la corona, que, en una ciudad medieval, no podía ser otra que el castillo de Carcasona. El edificio más impresionante de la ciudadela es una oda a la estética medieval, con un conjunto de torres, muros y puentes que invitan a soñar con la vida que transcurría allí dentro hace siglos.
Los alrededores del cementerio, reconvertidos en un alegre huerto, sirven de espacio ideal para descansar y procesar lo que se está viendo. Dentro también encontraréis un pequeño museo con objetos y esculturas locales.
Comida local y paseo con vistas
No hay mejor manera de acabar una visita tan auténtica como esta que no sea disfrutando de una de las perlas de la gastronomía local: el cassoulet. Se trata de un guiso hecho con judías blancas o fríjoles y diferentes partes de carne, típicamente de pato. Este delicioso plato, guisado a fuego lento durante toda la mañana, es uno de los emblemas de la ciudad, así que no probarlo sería un sacrilegio.
Para acabar de redondear el día —y, de paso, bajar la comida—, un plan ideal es pasear por los alrededores del Puente Viejo, que ofrece unas vistas de la Ciudadela dignas de la mejor postal. Sin duda, una manera idílica de cerrar esta jornada de tranquilidad recorriendo una de las joyas del sur de Francia, a un golpe de coche de Barcelona.
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