Tal día como hoy del año 1137, hace 888 años, en Ayerbe (reino de Aragón); el rey Ramiro II de Aragón y el conde independiente Ramón Berenguer IV de Barcelona firmaban un documento público que sería denominado la "Confirmación de Ayerbe". En este documento se ratificaban los términos pactados dos semanas antes en Barbastro que decían, básicamente, que el rey Ramiro, después de engendrar a una niña —Petronila— abandonaba el trono y se retiraba al monasterio de San Victoriano (en el condado de Ribagorça), de donde lo habían sacado, prácticamente a la fuerza, los nobles aragoneses para aceptar la corona e impedir la ejecución del testamento de su hermano mayor y antecesor, el difunto rey Alfonso el Batallador, que había legado el reino a las órdenes militares.

En Barbastro se había acordado que Ramiro conservaría la corona hasta su muerte y que, cuando se produjera este hecho, pasaría al primer descendiente masculino del matrimonio entre su hija Petronila y Ramón Berenguer IV. Pero también se había acordado que Ramiro únicamente conservaría la corona a título honorífico. Quien, realmente, ejercería el poder sería el conde catalán Ramón Berenguer IV que, en aquel acto, se convertía en Príncipe u Hombre Principal de Aragón (una figura política de raíz romana que equivaldría, en nuestra contemporaneidad, a la de presidente vitalicio de la República). Durante un cuarto de siglo y hasta su muerte (1137-1162), Ramón Berenguer IV sería la máxima autoridad de Aragón.

Ramón Berenguer IV era descendente directo —nieto de octava generación— del conde Wifredo el Velloso, fundador de la estirpe nacional catalana. Por lo tanto, la donación de Barbastro tenía mucha importancia porque, entre otras cosas, marcaba el fin de la estirpe aragonesa Ximeno y su absorción por la estirpe catalana Bellónida o Berenguer. Dos semanas después (27 de agosto de 1137), las dos cancillerías se reunieron en Ayerbe y firmaron el acuerdo que el rey Ramiro no haría ninguna donación del patrimonio real sin la autorización previa de Ramón Berenguer IV, el nuevo hombre fuerte de Aragón. Estos hechos revelan que, en aquellas negociaciones, la fuerza política y militar siempre estuvo del lado de los catalanes.