Tal día como hoy del año 816, hace 1.209 años, en Roma —capital del Patrimonium (Estados Pontificis)—, moría el papa León III, que, con su estrategia de aproximación al Imperio de Carlomagno, sentaría las bases de los episodios de tensiones y equilibrio de pesos que marcarían la historia europea medieval. Con León III y Carlomagno se creó un eje entre el Pontificado (que representaba el poder espiritual) y el Imperio franco (que pasaba a ejercer el papel de potencia terrenal y protector del papado) que, inicialmente, reforzaría ambos poderes, pero que, posteriormente (siglos XII a XV) se convertiría en un foco de conflictos entre las dos principales potencias del mundo conocido.

Este eje se había empezado a construir el día de San Esteban del 795, cuando había sido elegido León, hasta entonces cardenal de la basílica romana de Santa Susana y jefe del tesoro pontificio. La elección de León —hijo de una familia humilde— había sido una solución de compromiso adquirida por los clanes patricios romanos que pronto no satisfaría a nadie. El 25 de abril de 799, en el transcurso de la procesión de San Marcos, el papa León fue emboscado, herido, depuesto y recluido en el monasterio de San Erasmo (en el monte Celio, de Roma). Después de un tiempo se pudo escapar, atravesó la mitad norte de la península italiana y el reino de los francos y se reunió con Carlomagno en Paderborn (cerca de Aquisgrán).

En un primer momento, Carlomagno no se interesó por León, la cancillería carolingia estaba trabajando para consolidar la ocupación de las primeras plazas en el sur de los Pirineos (Llívia, Girona, Urgell, Empúries), pero después de un tiempo, Carlomagno vio la posibilidad de crear una alianza que podía ser muy beneficiosa para las dos partes. Después de una rápida intervención militar, los carolingios echaron al usurpador que ocupaba el sitial de San Pedro. El 23 de diciembre de 800, Carlomagno restauraba a León en el sitial pontificio y, el día de Navidad de 800, León III coronaba a Carlomagno emperador, y, por lo tanto, legítimo sucesor de los emperadores romanos.

En contrapartida el Imperio carolingio se convirtió en el protector político y militar del Pontificado, una condición que después de la fragmentación del Imperio de Carlomagno en manos de sus tres nietos (Tratado de Verdún, 843) asumiría en solitario el nuevo Reino de Francia (una de las tres fracciones resultantes de aquella división). Por el contrario, otra de las fracciones —los emperadores electos del Sacro Imperio Romanogermánico (el mundo alemán)— se considerarían continuadores de la corona imperial de Carlomagno, y durante toda la edad media, poder espiritual y poder terrenal rivalizarían por el control de amplias zonas de Europa.