Tal día como hoy del año 1327, hace 698 años, en Barcelona, moría el rey Jaime II, que, a caballo de los siglos XIII y XIV, había planteado la posibilidad de unificar las tres grandes órdenes militares de la época (las órdenes del Templo, del Hospital y del Santo Sepulcro) y había ambicionado convertirse en su líder político y militar, ostentando el título de Rex Bellator ('rey guerrero'). Jaime II proclamó que estaba dispuesto a abdicar del trono catalanoaragonés en favor de su hijo Alfonso, en aquel momento una criatura en pañales, y nombrar un consejo regente que lo relevase de sus funciones en Barcelona y que le permitiese dedicarse, exclusivamente, a su proyecto.
Cuando Jaime II presentó este proyecto, las tres grandes órdenes militares estaban muy desprestigiadas. En 1291, el reino cristiano de Jerusalén, fundado en 1099 durante la primera cruzada y gobernado por las órdenes militares, se había perdido. Y con esta pérdida, se había desvanecido la posibilidad de proyectar el dominio cristiano hacia el golfo Pérsico y las rutas comerciales europeas hacia Extremo Oriente. Aquella pérdida había sido un durísimo golpe para las élites mercantiles europeas, que, a partir de aquel momento, tendrían que buscar nuevas rutas para conectar con Extremo Oriente. Las primeras navegaciones europeas modernas que siguieron la costa atlántica africana se producirían en este contexto.
Jaume II defendió su idea a partir del proyecto del pensador mallorquín Ramon Llull y que contaría con el apoyo de los pontífices Nicolás IV y Clemente V (que, posteriormente, decretaría la disolución de la orden del Templo). Este proyecto tuvo un recorrido relativamente largo (1291-1305) y recogió —además de los pontífices que gobernaban la Iglesia en aquel momento— algunos apoyos importantes. Pero, mientras tanto, las órdenes militares se repondrían del fracaso de Tierra Santa e iniciarían una rápida recuperación con el objetivo puesto en conservar su independencia y garantizar su existencia.
En aquel proceso de recuperación, los templarios catalanes, por ejemplo, adquirieron una gran extensión de terreno en el valle del río Mijares, que conectaba sus dominios patrimoniales del Maestrazgo interior (a caballo entre el País Valencià y Aragón) con los del Maestrazgo marítimo (la costa norte valenciana) y el valle bajo del Ebre (el sur de Catalunya). Por aquella compra pagaron 500.000 maravedíes, una cifra que no estaba al alcance de muchas cancillerías europeas de la época. Y el propósito era crear un estado templario —vasallo de los reyes catalanoaragoneses— que debía ser la plataforma de lanzamiento de operaciones militares destinadas a la recuperación del reino cristiano de Jerusalén.