Tal día como hoy del año 1659, hace 364 años, en la isla de los Faisanes, situada en curso del río Bidasoa, entre Irún (corona navarra-monarquía hispánica) y Hendaia (ducado de Guiena-corona francesa), los representantes plenipotenciarios de los reyes Felipe IV y Luis XIV, firmaban el primer Tratado de los Pirineos, que ponía fin al conflicto que enfrontaba estas dos potencias desde 1635. La Guerra hispano-francesa (1635-1659) era un enfrentamiento particular para dirimir el liderazgo continental y mundial, y había estado inmersa dentro de otro conflicto de una dimensión superior, denominado guerra de los Treinta Años (1618-1648), que muchos historiadores consideran la verdadera Primera Guerra Mundial.

También, dentro de aquel conflicto, se había librado la guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/1659), que se saldó con un decepcionante resultado para las tres partes: los catalanes no habían conseguido consolidar su independencia, los franceses no habían podido cumplir los acuerdos de ayuda mutua Barcelona-París pactados en La Peronne (1641), y los hispánicos no habían podido restaurar el dominio sobre la totalidad del territorio catalán. Cuando se iniciaron las conversaciones de paz que desembocarían en el Tratado de los Pirineos (1659), los franceses tenían el control sobre los territorios catalanes de la vertiente norte (condado del Rosselló) con su capital, Perpinyà.

En aquel primer Tratado de los Pirineos, se acordó el fin de las hostilidades a cambio de la aceptación de la situación en la Catalunya Norte. En el transcurso de aquellas negociaciones, los representantes franceses habían propuesto desocupar el Rosellón a cambio de obtener Valonia (Países Bajos hispánicos). Pero la negativa hispánica —que preferían entregar el Rosellón— no lo haría posible y, en aquel contexto político, dominado por la cultura punitiva contra Catalunya, que imperaba en la corte de Madrid, se consumaría la mutilación del país. Este hecho desenmascara la versión del nacionalismo español que, tradicionalmente, ha sostenido que la pérdida del Rosselló fue a causa de la "traición de los catalanes".

Cuando estalló la guerra de Separación de Catalunya (1640), ya hacía cinco años que la monarquía hispánica estaba en guerra con la monarquía francesa. Y el desvío del principal frente de guerra de aquel conflicto de los Países Bajos en el Rosselló, sería obra del conde-duque de Olivares, ministro plenipotenciario de la monarquía hispánica, que con este movimiento pretendía justificar la entrada ilegal de 40.000 Tercios en territorio del Principat, y crear un estado de terror y desafección entre la población civil catalana y sus dirigentes políticos. Por lo tanto, la entrega del Rosselló a Francia sería, también, el resultado final de las estrategias irresponsables de la cancillería hispánica.