Tal día como hoy del año 1930, hace 91 años, en Madrid, moría el general Valeriano Weyler Nicolau (Palma, 1838), que había sido el máximo responsable de la represión contra la población civil de Barcelona durante los hechos de la Semana Trágica (1909). Weyler, que venía precedido de una funesta fama en la aplicación de técnicas de una brutalidad inimaginable en la Tercera Guerra de Cuba (1895-1898), fue puesto al frente del aparato represor en Barcelona por orden de Antonio Maura (presidente del Gobierno) y Evaristo Crespo Azorín (gobernador civil de Barcelona).

Efectivamente, Weyler ―durante la tercera y definitiva Guerra de Cuba― había practicado la táctica de "tierra quemada", que consistía en calcinar explotaciones agroganaderas sospechosas de suministrar alimentos al ejército independentista mambí. Y a calcinar las viviendas de las personas que trabajaban en aquellas granjas. Weyler proclamaba que, de esta manera, no tan sólo cortaba el suministro "al enemigo", sino que también creaba un escenario de terror y de hambre que deterioraba el vínculo emocional entre la población civil independentista y el ejército liberador mambí.

En Barcelona, durante la Semana Trágica, Weyler sacó al ejército español a las calles y plazas de la ciudad, y ordenó cargas con bayoneta calada, de fuego de fusil y de fuego de artillería contra la población civil desarmada. Según las fuentes documentales, aquella durísima represión se saldó con más de 100 muertes, más de 400 heridos (algunos de ellos de extrema gravedad que acabarían muriendo durante los días siguientes) y 1.967 detenidos. Posteriormente, 1.925 personas fueron entregadas a la justicia militar, que dictó 17 penas de muerte, 214 penas de prisión, y más de 200 deportaciones.

A pesar de la brutalidad de sus métodos, los sucesivos gobiernos de Madrid lo mantuvieron como máxima autoridad militar española en Catalunya hasta cinco años después de la Semana Trágica (1914). Posteriormente, y a causa de su avanzada edad, fue progresivamente apartado de la escena pública. Pero fue un personaje controvertido hasta su muerte: en 1911 publicó Mi mando en Cuba, donde pretendía justificar la brutalidad de sus métodos. Y durante los años siguientes, la prensa norteamericana divulgó algunos detalles de los métodos de Weyler y lo llamó "el Carnicero de Cuba".