Tal día como hoy del año 1840, hace 181 años, se libraba la batalla de Berga, que enfrentó las últimas resistencias carlistas, comandadas por el general Ramon Cabrera i Grinyó —llamado popularmente el Tigre del Maestrat por su bravura en el campo de batalla—, y el ejército liberal o también llamado isabelino, dirigido por el general Baldomero Espartero. La victoria de los liberales significaría la derrota del último cuerpo organizado del ejército carlista y se traduciría en el fin de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), el conflicto más devastador del siglo XIX español.

Aquella batalla tuvo dos partes diferenciadas. En campo abierto, Cabrera, muy superior tácticamente a Espartero, consiguió romper las líneas liberales. Pero la superioridad numérica y armamentista de los liberales obligaría a los carlistas a retroceder hasta el interior de las murallas de Berga. Después de intensos combates, Cabrera ordenaría abandonar la plaza e iniciar el camino de la última retirada. Cabrera se dirigió con los restos del ejército carlista hacia Castellar de n'Hug (Berguedà) y después de atravesar la sierra del Montgrony pasaría a Francia a través del Coll de Maians (entre el Ripollès y la Cerdanya).

Después de aquella batalla, ya no se produciría ningún otro episodio bélico en aquel conflicto. Cabrera pasó a Francia con 4.600 infantes y 300 jinetes, pero todas las piezas de artillería carlistas (se contabilizaron 17 cañones) habían quedado abandonadas en Berga. Un año después (1841) el general Espartero —convertido en regente— dictaría un indulto que facilitaba el retorno de los combatientes carlistas, pero el general Cabrera continuaría en el exilio hasta que, en 1848, avanzada la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), se sumó al ejército de Carlos Luis de Borbón-Braganza (Carlos VI en la nomenclatura carlista).