Tal día como hoy del año 1714, hace 306 años, en la ciudad de Rastatt (actualmente en el land alemán de Baden-Wurtenberg) y en el marco de la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715), Claude Louis de Villars ―en nombre de Luis XIV de Francia― y Eugenio de Saboya ―en nombre de Carlos de Habsburgo, en aquel momento Carlis VI de Austria― firmaban el Tratado de Rastatt, que completaba una serie de tratados internacionales inmediatamente anteriores ―básicamente el Tratado de Utrecht (1713)― que tenían que poner fin al conflicto sucesorio hispánico.

En aquel tratado, los negociadores franceses transfirieron al archiducado de Austria el dominio de los reinos de Sicilia, Cerdeña y Nápoles, que habían formado parte del edificio político catalanoaragonés desde la Edad Media. En el caso de Sicilia desde 1285, en el de Cerdeña desde 1355 y en el de Nápoles desde 1442. Las instituciones de Catalunya y Mallorca-Eivissa, inmersas en solitario en la guerra contra la alianza borbónica francoespañola, y las del País Valencià y de Aragón, ocupadas por las tropas borbónicas desde 1707, no fueron nunca consultadas.

Aquel tratado pondría de relieve la posición de absoluta subordinación en la que quedaba la monarquía española en relación a la monarquía francesa. En aquel tratado, que representaba la amputación de una parte importante de la corona catalanoaragonesa, en definitiva del edificio político hispánico, a Felipe V ―el primero Borbón hispánico― y a su cancillería, ni fueron consultados ni se les permitió intervenir. Luis XIV lo justificaría ―y dispondría del patrimonio que, pretendidamente, le correspondía a su nieto― argumentando que aquella negociación era un asunto exclusivo entre el reino de Francia y el archiducado de Austria.

Aquella separación se haría definitivamente efectiva cuando Felipe V ocupó Catalunya (1714), Mallorca (1715) y Eivissa (1715).