Tal día como hoy del año 1580, hace 441 años, el navegante vasco Juan de Garay, a las órdenes de la monarquía hispánica, refundaba un asentamiento colonial hispánico abandonado desde hacía cuarenta años (1541), situado en la desembocadura del río de la Plata y que había sido inicialmente llamado Ciudad de la Trinidad. En aquella refundación se escogió un nombre diferente, y el cura de la expedición —un monje del santuario de Nuestra Señora de Bonaire, en Cagliari (Sardenya)— propuso Santa Maria del Bon Aire que, posteriormente, las autoridades coloniales hispánicas traducirían y reducirían a Buenos Aires. De esta forma quedaba fundada, de forma definitiva, la que se acabaría convirtiendo en la capital colonial del territorio y en la actual capital de la República Argentina.

El santuario de Nuestra Señora de Bonaire había sido fundado por el catalán Pere Nolasc en 1218, un siglo antes del inicio de la dominación catalana de Cerdeña (1323). Posteriormente a la incorporación de la isla a los dominios del casal de Barcelona, la comunidad de Bonaire de Cagliari siempre estuvo formada por religiosos catalanohablantes: inicialmente procedentes de Catalunya, del País Valencià y de las Illes Balears; y poco después por religiosos nativos. No hay que olvidar que Cagliari fue catalanohablante desde la conquista de Jaime II (1323) hasta más allá del Tratado de Utrecht (1713), cuando Felipe V entregó el dominio de Cerdeña al ducado independiente del Piamonte a cambio de su retirada del conflicto sucesorio hispánico (1701-1715).

No obstante, la presencia catalana en la ciudad no está documentada hasta un siglo y medio más tarde (1730), y sobre todo a partir de 1750, cuando el granjero barcelonés Pere Serra edificó un pequeño templo religioso, dedicado a la advocación de la Virgen de Montserrat, que se convertiría en el núcleo de un barrio catalanohablante durante medio siglo (1770-1820). Durante aquella etapa, el barrio de Montserrat atraería a una importante cantidad de comerciantes catalanes que se establecían en la ciudad y que lo convertirían en el centro comercial de la ciudad. Montserrat sería, también, la cuna de familias de origen catalán (como los Alsina, los Matheu, los Roca o los Llavallol) que formarían parte de las élites políticas y económicas de los primeros años de existencia de la República Argentina.