Tal día como hoy del año 1963, hace 58 años, en Madrid, un pelotón militar formado por soldados de leva del ejército español fusilaba al policía republicano Julián Grimau García, que había sido detenido el 7 de noviembre de 1962. Según la investigación historiográfica, había sido trasladado a la Dirección General de Seguridad y torturado hasta la extenuación. Algunas fuentes de esta investigación afirman que, contra lo que más tarde declararía el ministro Fraga Iribarne, para encubrir las heridas causadas por los interrogadores, Grimau fue esposado y tirado por el patio de luces de aquel edificio desde una altura de dos pisos, lo que le provocó fracturas en las muñecas y en el cráneo.

El régimen franquista imputaba a Grimau la dirección de una checa (un centro de detención y tortura) en la plaza Ramon Berenguer de Barcelona durante la Guerra Civil española (1936-1939), extremo que nunca sería probado. Según la investigación historiográfica, Manuel Fernández Martín, fiscal del juicio, fabricó las pruebas necesarias para obtener la condena. También según esta investigación, Fernández Martín no había cursado los estudios de Derecho (había declarado que su título universitario se había extraviado durante la Guerra Civil) y, tres años después del juicio a Grimau (1967), sería desenmascarado, apartado y condenado por intrusismo.

El fusilamiento de Grimau provocó un encendido debate entre los comunistas españoles en la clandestinidad. Según algunos testimonios que recogieron los responsables de la redacción de un libro que pretendía honrar su memoria, Grimau habría tenido una gran responsabilidad en la persecución y desaparición de algunos miembros del POUM durante los hechos de Mayo de 1937. Por otra parte, se reconocía que su tarea policial durante aquel convulso periodo había resultado decisiva a fin de que ERC y el PSUC recuperaran el control de las instituciones de gobierno y del orden público, que desde agosto de 1936 estaban en manos de unos desbocados Comités de Milicias Antifascistas.