Tal día como hoy del año 1939, hace 79 años, el gobernador civil de Barcelona Wenceslao González Oliveros publicaba la orden que obligaba a disponer de una cartilla de racionamiento para acceder al mercado de alimentos de la ciudad. En aquella orden se decía textualmente: “Ultimados los trabajos preliminares encaminados al racionamiento de esta capital, se advierte al público que, a partir del día 16 y por los vigilantes nocturnos, serán facilitadas unas fichas que deberán ser subscritas por cada cabeza de familia, las cuales serán recogidas por los mismos funcionarios, una vez hayan sido cumplimentados todos los datos en las mismas consignados, a los ocho días siguientes a su entrega”.

Las políticas de racionamiento de alimentos, lejos de lo que predicaba el régimen franquista (que las presentaba como una acción social para paliar el hambre generalizada), formaban parte del paquete de medidas de control sobre la sociedad. En aquel escenario de posguerra dominado por la destrucción, el hambre, el frío, las enfermedades y la muerte, el régimen franquista priorizó el control de los canales de abastecimiento de alimentos a la población. La orden de González Oliveros concluía con un amenazante: “Se hace notar que, pudiéndose controlar perfectamente cuanto al particular se relaciona, serán sancionados quienes intenten falsear los datos”.

Hay que destacar que la cartilla de racionamiento franquista entraría en vigor en plena ofensiva de persecución y represión. González Oliveros, un reconocido anticatalán y filonazi, estaba dirigiendo, simultáneamente a la campaña de control de alimentos, la depuración ideológica de la ciudad a todos los niveles: había ordenado despedir a centenares de funcionarios públicos y desterrar de la vía pública cualquier signo de catalanidad. También, reveladoramente, durante su mandato, el régimen franquista fusiló al president Companys ―el único presidente europeo elegido democráticamente que ha sido fusilado― y, particularmente, fue el organizador de la visita del capitoste nazi Himmler en Barcelona y en Montserrat.