Tal día como hoy del año 1606, hace 416 años, el rey Felipe III firmaba la orden de traslado de la capitalidad de la monarquía hispánica de Valladolid a Madrid. Hacía tan sólo cinco años (10 de enero de 1601) que el mismo rey había ordenado el traslado de Madrid a Valladolid. Estos cambios obedecían a una estrategia oculta, tramada por Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (Tordesillas, Castilla, 1553 – Valladolid, 1625) duque de Lerma y ministro plenipotenciario de la monarquía hispánica, y por Pere Franquesa i Esteve (Igualada, 1547 - Prisión de León, 1614), secretario de estado y subordinado directo de Lerma. Esta maniobra especulativa sería el inicio de una truculenta carrera que los convertiría en los dos personajes más ricos de la monarquía hispánica después del rey.

Entre 1599 y 1600, Lerma y Franquesa habían comprado, a título particular, dos docenas de caserones en el centro de Valladolid, entonces una pequeña ciudad de campesinos y artesanos. Acto seguido, habían convencido al rey de la necesidad de sacar de Madrid el aparato de estado (con la peregrina excusa de que era la mejor opción para acabar con la corrupción) y desplazarlo a una pequeña ciudad, preferentemente Valladolid por su situación geográfica y por su condición de capital histórica de Castilla. Decretado el traslado, Lerma y Franquesa vendieron los caserones de Valladolid a las familias aristocráticas cortesanas y con las plusvalías obtenidas adquirieron, a precio de saldo, los palacios que habían quedado desocupados en Madrid.

El año 1606 repitieron la maniobra, aquella vez a la inversa, y vendieron los palacios de Madrid a sus antiguos propietarios, a un precio notablemente superior. De esta manera completaban la estratagema y obtenían unos beneficios que, acto seguido, invertirían en la compra de palacios en Sevilla, Lisboa y Madrid, y latifundios en el País Valencià y en Andalucía. Estas compras las efectuaron, siempre, a precios mucho por debajo de su valor real, a familias aristocráticas con graves problemas financieros o judiciales. La información para acceder a estos lotes patrimoniales siempre la obtuvieron gracias a su posición privilegiada. Según sus contemporáneos, Lerma y Franquesa acumularían una fortuna de más de cincuenta millones de ducados (el equivalente a diez mil millones de euros).